LA IRRUPCIÓN
DEL LUMPEN
Moisés Cayetano
Rosado
El lumpen no tiene ideología, ni patria, ni
principios, ni dignidad o vergüenza. Es un superviviente de todas las batallas,
de todas las trincheras, y se pasa de un lado a otro, gritando las consignas encontradas
como la cosa más corriente. Y aprieta los gatillos en uno u otro paredón sin
importarle quién esté enfrente o cuál es su delito.
Irrumpe en todos los tumultos a ver qué saca de
provecho para sí, comiendo y carcomiendo al tiempo que simula ser de la más
recia vanguardia de aquello que exponga el vencedor.
No es un invento de estos tiempos convulsos que
vivimos. Ha estado siempre ahí, siendo muy útil a quien trataba de agitar y
subvertir, para imponerse en el poder. Luego de utilizarlo, de explotarlo, de
lanzarlo como carne de cañón, se le aparta del nuevo orden que se haya
establecido, reprimiendo actuaciones que un poco antes les fueron alabadas, y
pasa a constituirse en grupos marginales, donde lo que prima es el sobrevivir.
En el fondo lo suyo es siempre lograr sobrevivir
-¡o bien vivir!-, como virus que infectan lo que tocan y que por sí no llega a parte
alguna, sino que necesita victimas para medrar, para imponer sus leyes de
psicópata.
A veces se le identifica con mendigos,
prostitutas, marginados de la sociedad. Y no es precisamente eso, porque entre
los que piden de forma habitual, los que comercian con su cuerpo, los que están
excluidos del “reparto”, hay personas tan dignas como en cualquier otro
colectivo.
Y es que hay un lumpen no solo entre los más
necesitados sino también entre los que nadan en la abundancia del dinero. Por
eso se puede hablar de un lumpen proletariado y de una lumpen burguesía. “La
aristocracia financiera, lo mismo en sus métodos de adquisición, que en sus
placeres, no es más que el renacimiento del lumpenproletariado en las cumbres
de la sociedad burguesa”, leemos en “Las luchas de clases en Francia de 1848
a1850”, de Carlos Marx.
Lo
malo es que esta otra modalidad del lumpen no se deja barrer tan fácilmente. Es
altamente previsora y extiende sus tentáculos como una hidra que te envuelve y
ahoga. No es posible quitársela de encima cuando ya no interesa; tal vez porque
interesa siempre, o porque es ella la que siembra e impone los intereses que
estima conveniente.
El
lumpen, sí, irrumpe, parece que seguirá irrumpiendo eternamente. Y ahora,
cuando conmemoramos los trágicos sucesos del terrible agosto de la Guerra Civil
española del 36, parece que los veo campando a sus anchas en uno y otro bando.
Y ahora, que seguimos inmersos en esta horrible crisis económica que afecta a
todo el mundo, siento cómo chirrían por toda la arboleda del bosque en que
estamos perdidos la inmensa mayoría.
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