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jueves, 29 de junio de 2017

De Las Batuecas y la Peña de Francia a la Sierra de Gata pasando por Coria, Ciudad Rodrigo y Almeida (y V)
DE CIUDAD RODRIGO A LA SIERRA DE GATA
Como llegamos a Ciudad Rodrigo al atardecer, lo mejor es dar una vuelta por el paseo de ronda de sus murallas, y al hacerse de noche bajar a los glacis, para realizar el mismo recorrido desde el exterior. Saldremos por la Puerta del Sol, al este, dirigiéndonos hacia el sur, camino del castillo, observando el manso discurrir del río Águeda, que sirvió de “antemuralla”, por su propia presencia y por la cortadura que ha cavado hacia la población; pasado el castillo, podemos salir por la Puerta de la Colada, protegida por barbacana cuadrada, que baja al río. A continuación comienza la parte más fortificada, abaluartada en redientes con amplios glacis que ocupan todo el oeste, el norte y el este de la ciudad.
Siendo su catedral románica de transición al gótico -con altanera torre del siglo XVIII- todo un espectáculo de formas ojivales y estrelladas, con riqueza escultórica asombrosa, la iluminación de la noche desde los glacis la convierte en una hermosa nave que surca el adarve con troneras, lo rebasa y corona en blanco deslumbrante el paseo de ronda que previamente nos sirvió de mirador.
Ciudad Rodrigo es una ciudad espectacular, por su monumental Plaza Mayor, presidida por elegante Ayuntamiento renacentista; palacios, iglesias y conventos; el Castillo de Enrique II de Trastámara de finales del siglo XIV (hoy lujoso Parador), con torre caballera de un siglo después; las murallas del siglo XII, con más de dos kilómetros de longitud, a la que en el siglo XVIII se le adelantan los redientes artillados.
Y espectacular son también su farinato (embutido de miga de pan, grasa y carne de cerdo, pimentón y especias) con huevos fritos, sus patatas meneás, la chanfaina y el hornazo, por no hablar de su repostería de mazapán, floretas y obleas, sin olvidar las perronillas y mantecados.
Bajar de allí a la Sierra de Gata, al oeste de nuestros primeros destinos, es sumergirse otra vez en el paraíso de los robles, encinas y castaños. Media docena de pueblos esenciales deberían constituir nuestro recorrido: al norte, San Martín de Trevejo, Eljas y Valverde del Fresno, los “pueblos de la fala” (la lengua romance del subgrupo galaico-portugués), que podemos oír al menos a los más mayores en el remanso de sus plazas porticadas; más al sureste, Trevejo, Hoyos y Gata, con el tiempo igualmente detenido en su legado medieval y sus costumbres.
En San Martín de Trevejo corre el agua limpia por las calles -en intencionadas hendiduras-, que los propios vecinos “orientan” con barreras vegetales y piedras para que discurra bajando una u otra calle, con destino al riego de sus diversas huertas.
Y en su hermosa plaza nos refrescamos, bajo los soportales de bares y oímos a parroquianos mezclando el castellano con la “fala” en un hablar pausado, que no necesita de las prisas en este mundo reducido, autosuficiente en su humildad.
Después, en Hoyos, su Iglesia parroquial de Nuestra Señora del Buen Varón nos dará una resumida lección de sucesiones estilísticas, mostrándonos el románico su portada principal, otra el gótico inicial y una más el gótico florido, además del renacentista de su torre, y si entramos en el interior el barroco de un retablo atribuido a José de Churriguera.
En Hoyos sería asesinado por los franceses el 29 de agosto de 1809 el obispo de Coria, Juan Álvarez de Castro, lo que se conmemora en un panel de azulejos policromados, levantado a la entrada del pueblo en el bicentenario de su muerte.
Desde Hoyos, tras comer de nuevo deliciosamente (ahí va una sugerencia: mojo de bacalao, crepes de boletos a la miel de la Sierra, caldereta de cordero, cochinillo al adobo extremeño, migas, biscuit de higos o boletus y tarta queso), bajamos para empalmar de nuevo con la carretera que tomamos en Coria subiendo nuestra “escapada”. Sencilla y provechosa, con muchas posibilidades de ampliación, pero suficiente para un pequeño respiro, siempre tan gratificante.

Moisés Cayetano Rosado

miércoles, 28 de junio de 2017

De Las Batuecas y la Peña de Francia a la Sierra de Gata pasando por Coria, Ciudad Rodrigo y Almeida (IV)
OBJETIVO ALMEIDA CON PARADA EN SIEGA VERDE Y FUERTE DE LA CONCEPCIÓN
Dejando el paisaje de sierras, subimos por el noroeste hasta Ciudad Rodrigo, donde merece pernoctar al menos una noche, haciendo de la ciudad “cuartel general de sus alrededores”, como lo hicimos de La Alberca al venir desde Coria y desenvolvernos por los pueblos de la repoblación borgoñona. Dos noches en casa rural en este último caso; una noche en hotelito al lado de una de sus puertas fortificadas ahora.
Pero de mañana dejamos atrás la ciudad para seguir un poco más arriba hasta Siega Verde, zona arqueológica Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO desde el 2010, como extensión de su vecina del Valle del Côa, con quien comparte el testimonio rupestre de grabados del Paleolítico Superior.
En su centro de interpretación -al pie mismo de la carretera que lleva desde Ciudad Rodrigo a Almeida, a mitad de camino- se pueden ver paneles informativos y un vídeo introductorio que son la antesala de una visita provechosa al otro lado de esa misma carretera, en las orillas del río Águeda.
Un guía bien informado, arqueólogo de larga experiencia, nos va ilustrando sobre las rocas grabadas, algunas verdaderamente fascinantes. Extraordinariamente bien preservadas. Realizadas con técnicas de grabado inciso y de piqueteado, vamos viendo representaciones de équidos, bóvidos, cápridos y cérvidos, además de signos abstractos, algunos superpuestos con una especie de “horror vacui” que presagia un barroco obsesivo. El realismo de las representaciones es fantástico, de un detallismo minucioso, con lo que hasta los no iniciados podrían distinguir si la silueta grabada es de una cebra o un caballo, un uro o un bisonte, que anduvieron por la zona hace entre 20.000 y 10.000 años.
De allí nos acercamos a la fortificación portuguesa de Almeida, no sin antes detenernos en el Fuerte de la Concepción, al lado de la población española de Aldea del Obispo, casi a un “tiro de piedra”.
El Fuerte de la Concepción tiene una grandeza increíble. Reconstruido entre 1730 y 1735 sobre otro anterior de 1663 (demolido un año después, tras la Batalla de Castelo Rodrigo), ahora acoge en su cuerpo principal, estrellado con cuatro grandiosas puntas abaluartadas, un hotel con encanto, que distribuye sus habitaciones, estancias comunes y comedor en casernas alrededor de un patio central, en tanto la recepción se encuentra en el revellín de acceso a la puerta principal.
Por camino cubierto, el Fuerte comunica con unas Caballerizas curvadas, de dos pisos (inferior para los animales y superior para tropa), con troneras en la terraza. El camino prosigue hasta un Reducto o fortín sobre padrastro con forma casi de hornabeque. Todo ello sufriría graves voladuras intencionadas (como la vez anterior), por orden del general inglés Robert Crawford -que lo había tomado- a mediados de 1810, para que no pudieran utilizarlo los franco-españoles. La restauración ha respetado el estado en que quedó el monumento, en un acertado trabajo que debe tomarse como ejemplo de actuación sobre el patrimonio histórico-monumental.
Y bien, de allí, ir hasta Almedia vuelve a ser un “paseo”. Paseo más que gratificante ante la monumentalidad admirable, de un tratamiento restaurador ejemplarizante. Esa fantástica “estrella irregular de seis puntas”, con otros tantos baluartes y revellines, y dos puertas de entrada (de Santo Antonio y San Francisco), es uno de los monumentos fortificados mejor conservados y tratados de la Península, y uno de los mejores ejemplares de fortificación estrellada del mundo.
Iniciada su construcción en 1641, recibirá sucesivos aportes en ese siglo y el siguiente, hasta convertir la fortaleza en una plaza inexpugnable, enriquecida en su interior por magníficas instalaciones militares, entre las que destaca su Quartel das Esquadras (de 1736-1750), el Corpo da Guarda Principal (1790; actual Câmara Municipal), la Casa dos Governadores (finales siglo XVII; actual Palacio de Justicia), las Casamatas o Quartéis Velhos (actual Museo Militar); Casas da Guarda dos revelines das portas de entrada (aprovechados como Puesto de Turismo el de S. Francisco y Centro de Estudios de Arquitectura Militar el de S. Antonio), y el Trem da Artilharía (del siglo XVII, y actual Picadero).
Son de admirar también los restos de su Castelo (de los siglos XIII-XIV/XVI), arruinado a causa de una tremenda explosión del polvorín instalado allí el 26 de agosto de 1810. No obstante, es admirable su planta cuadrangular irregular, el profundo foso, con escarpa y contraescarpa de cantería, y cuatro torres artilleras en los ángulos de planta circular.
Antes de volver sobre nuestros pasos para pernoctar en Ciudad Rodrigo (e incluso antes de hacer la visita por Almeida, porque hay que reponer fuerzas), tenemos una tentadora oferta culinaria en los restaurantes de sus glacis, previos a la Puerta de S. Francisco. Estupendo su cabrito o su cordero na brasa, pero la carta es generosa y podemos pasar a extraordinarios bacalaos, tanto asado como “dorado”, pulpo no forno, arroz de marisco, cozido à portuguesa… El vino tinto, siempre deseable, como sus postres caseros de galletas, bizcocho… chocolate, nata y hojaldre, para chuparse los dedos.
Otra “tentadora oferta”, cuando retornamos, es hacerlo por Vilar Formoso, que en su estación de ferrocarril tiene uno de los conjuntos de paneles de azulejos del siglo XX más extraordinarios de Portugal, representando significativos monumentos, paisajes y escenas costumbristas.

Moisés Cayetano Rosado

martes, 27 de junio de 2017

De Las Batuecas y la Peña de Francia a la Sierra de Gata pasando por Coria, Ciudad Rodrigo y Almeida (III)
SAN MARTÍN, MIRANDA Y MOGARRAZ

Cuando bajas de la Peña de Francia, la oferta de pueblos por los que buscar el tiempo detenido es variada y, si no fuera por el tiempo limitado que uno se impone, daría para quedarse una larga temporada.
Puestos a escoger, paramos inmediatamente al este en San Martín del Castañar: piedra, ladrillo y adobe, tramados con madera, de abajo a arriba, constituyen su atractivo singular. Con sus poco más de doscientos habitantes, silencio monacal, sus calles laberínticas, rincones siempre preparados para admirar desde ellos los cruces estrechísimos, las balconadas con los tiestos de flores, se nos ofrece como un regalo para el paseo lento, admirativo.
Destaca al fondo su castillo del siglo XV, donde se encuentra el cementerio y un centro de interpretación “monumento a la biosfera”, que admira por su detallismo, profusión de medios gráficos y técnicos, derroche informativo y didáctico; al lado, una original y rústica plaza de toros queda a la espera de las fiestas. Pero antes habremos de recorrer su amplia plaza central en forma de embudo, con pilón granítico al medio y amplia galería de poyetes a su alrededor y cubierta de gruesos maderos: sus pocos habitantes y los ocasionales turistas vemos desde allí pasar el tiempo, apacible como los riachuelos de los alrededores, que invitan a pasar la siesta refrescándonos en sus aguas.
Entre plaza y castillo, la iglesia parroquial, comenzada a construir en el siglo XIII, del que conserva los muros exteriores y una puerta; de tres siglos más tarde es su bóveda de crucería o la airosa torre, con elevada espadaña, y ya del XVIII su capilla mayor y el cimborrio. ¡Las prisas son malas para levantar las iglesias!
De San Martín pasamos a Miranda del Castañar, al sureste, dejando al medio las aguas que no cesan de correr de sus arroyos, los robles, castaños y cerezos, que se asoman a la carretera, se “ofrecen” al viajero, tentadores.
Miranda tiene una fisonomía urbana similar. Estos pueblos de sierra se alargan en los valles y extienden sus ramales laterales, subiendo las laderas montuosas, donde se ubica el castillo (del siglo XII éste, reconstruido en el XIV), aunque ahora nos queda en el inicio del camino de subida, ganándole en altura su iglesia parroquial.
El municipio dobla en habitantes al anterior, pero también conoció tiempos mejores en que quintuplicó su población: fue en los años cuarenta, antes de que la emigración del “desarrollismo” diezmara la población, como no lo hicieron ni las guerras sucesivas de su historia. Miranda fue la capital administrativa de la Sierra de Francia tras la repoblación de Alfonso IX a comienzos del siglo XIII.
Como todos estos pueblos de la serranía, es de admirar especialmente su trama urbanística, el caserío armónico de piedra-ladrillo-adobe-madera, la vistosa sencillez de sus balcones tan floridos. ¡Y la comida serrana, donde se nos ofrecen estofados y asados de cochinillo, cordero, cabrito y ternera, aunque no falta quien ya experimenta con algunos toques de “cocina moderna”, que no son necesarios!
El día se puede completar en Mogarraz, que junto a los elementos serranos ya descritos del trazado y caserío presenta una particularidad muy singular: en buen número de fachadas de las casas e instituciones del pueblo hay grandes retratos de habitantes de la localidad, que el artista Florencio Maíllo pintó sobre chapa metálica de grandes dimensiones, tomando como referencia fotografías realizadas por Alejandro Martín Criado en otoño del año 1967 para el carnet de identidad de los protagonistas.
Son 388 imágenes en que se utiliza como técnica la encáustica, y que fueron montadas en 2012, tras cuatro años de trabajo. Así, este pueblo de trescientos habitantes, también duramente castigado por la emigración, revive el pasado a través de sus moradores de mediados del siglo XX, que nos miran atentamente desde las fachadas, álbum de piedra, cuaderno de viejas fotos familiares.
Moisés Cayetano Rosado

lunes, 26 de junio de 2017

De Las Batuecas y la Peña de Francia a la Sierra de Gata pasando por Coria, Ciudad Rodrigo y Almeida (II)
DE LA ALBERCA A LA PEÑA DE FRANCIA

Llegas a La Alberca y es como si se hubiese parado el mundo en un candor primero, en un instante puro. Huele a jamón curado y suena cuando va a entrar la noche la esquila de la “moza de las ánimas”, que en cada cruce de calle o rinconada recita su plegaria: Fieles cristianos, acordémonos de las almas benditas del Purgatorio, con un Padrenuestro y un Avemaría por el amor de Dios. Otro Padrenuestro y otro Avemaría por los que están en pecado mortal, para que su divina Majestad los saque de tan miserable estado.
En los poyetes de las puertas y chaflanes de calles, todo en granito y balconadas de madera, sostienen sin prisas el discurrir del tiempo grupos de ancianos que no se cansan nunca de esperar “porque prisa no hay”. Y, afortunadamente, “hambre tampoco hay”, como decía una vieja con el caer de la tarde, frente a uno de sus vistosos restaurantes, de jamón, carnes a la brasa y bacalao preparado de creativas maneras.
El suelo también conserva el gusto de la piedra, y a este cruzar de granito y troncos de pino y roble con que elevan sus casas se une el punto luminoso de las flores que cuelgan de balcones sobresaliendo a dos alturas.
Nos acercamos a su Iglesia parroquial, del siglo XVIII, con magnífico púlpito policromado y buenas tallas, y oímos la salmodia del rosario, que recita una anciana sentada al medio de los bancos de la nave principal y a la que “contesta” un grupo de mujeres de parecida edad. Reza la letanía y suena a tiempo congelado: “Madre purísima/ Madre castísima/ Madre siempre virgen/ Madre inmaculada”. ¡Dan ganas de arrodillarse entre los recuerdos de niñez, tardes de jueves en la escuela, maestro que ese día no pregunta la lección ni saca la palmeta y dirige los rezos condescendiente con nuestra salvaje indiferencia.
La Alberca… ¡es tan antigua como el mundo!, pero su repoblación se debe a Raimundo de Borgoña, que en el siglo XI ayuda a Alfonso VI de León en sus luchas contra los musulmanes y se casa con su hija, doña Urraca, repoblando con sus huestes la Sierra que pasará a llamarse “de Francia”.
Crucial sería que en la Peña de la Sierra de Francia, cercana a La Alberca, el francés Simon Roland encontrara una imagen románica de la Virgen en 1434. Hecho anunciado diez años antes por la “moza santa de Sequeros” (pueblo de las cercanías), pasando posteriormente por diversas vicisitudes milagreras, con lo que el Santuario de Nuestra Señora de la Peña, regido por los padres dominicos, es lugar de masiva concurrencia de peregrinos y turistas. Autobuses, coches, motos, bicicletas, ocupan las explanadas de la cúspide, a la que también llegan esforzados senderistas.
El paisaje desde lo alto es de una belleza indescriptible. Y desde los riscos de los cercanos alrededores van asomando cornamentas poderosas de las cabras montesas. Buscan lentamente acomodo a la sombra de las dependencias monacales, formando increíbles y pacíficas manadas, dejando pacientemente que los turistas, peregrinos y viajeros las fotografiemos embobados con tan curiosa y confiada compañía.
Pero, ¿cómo se pueden concentrar tantos mosquitos diminutos y estáticos en la caverna de la Virgen, en el claustro del Santuario, en su Iglesia, que se eleva como un barco de piedra de granito a 1727 metros sobre el nivel del mar? Renacimiento, barroco y neoclasicismo derrochan su técnica y su arte por las dependencias monacales, comenzadas en 1445, destacando la sacristía del siglo XVI, la portada y escalinata del siglo XVII y la torre del XVIII. Todo ello, desde los insectos al arte de la piedra, constituyen junto al paisaje inmenso de valles y montañas por donde pacen las cabras de majestuosa cornamenta, un atractivo irresistible que… aún parece no haber descubierto los turistas orientales. Cuando lo hagan, no habrá quien quepa en sus extensas explanadas.

Moisés Cayetano Rosado

domingo, 25 de junio de 2017

De Las Batuecas y la Peña de Francia a la Sierra de Gata pasando por Coria, Ciudad Rodrigo y Almeida (I)
DE CORIA A LAS MESTAS
Subir por Coria para vivir el mundo mágico de Las Batuecas y la Peña de Francia, con escapada a Ciudad Rodrigo, cruzando la Raia/Raya para admirar Almeida, regresando después por la Sierra de Gata, es una invitación a la comunión con la naturaleza, el patrimonio urbanístico rural aún preservado, la admirable monumentalidad, la historia y la prehistoria, los sabores y olores tentadores.
Coria conserva la emotiva grandeza de sus murallas romanas, con añadidos árabes y medievales, más indiscretas ventanas modernas, que aprovechan los paños defensivos para asomarse al caserío. Su vistosa, elevada y meritoria catedral, gótica de transición, con magníficos añadidos platerescos, debe estar asustada por los “arreglos” que se le están haciendo en el atrio, con esos granitos pulidos, para sentarse y pisar en sus alrededores, que siguen la norma imperante de reinventar la restauración a base de actuaciones desafortunadas. Pero los palacios, palacetes, caserones en calles y callejas laberínticas, su magnífico castillo tardomedieval, te reconcilian con la ciudad que en cada mes de junio levanta barreras, empalizadas, enrejados, para celebrar las carreras callejeras de toros, que pueden tener su origen prehistórico en los vetones y son la pasión y orgullo de sus habitantes.
Llama la atención en la inmensa vega, a los pies de la ciudad, el puente renacentista de cinco arcos de medio punto que  cruzaba el antiguo cauce del río Alagón. Se desvió el curso fluvial, según unas fuentes, a causa del terremoto de Lisboa de 1755, que causó diversos estragos en la ciudad, resquebrajando muros, hundiendo el techo de la catedral y ocasionando numerosas víctimas; para el profesor Antonio Navareño Mateos, el desvío es de un siglo anterior, por causas no suficientemente acreditadas documentalmente, aunque las periódicas riadas, arrastres de materiales pétreos, diversos ramales en meandros de la zona periurbana, pudieron ser decisivos.
No nos detenemos más porque hemos de subir hacia el norte, atravesar Las Hurdes, que en sus míticos pueblos de Pinofranqueado, Caminomorisco, Cambroncino o Las Mestas ya no son ni por asomo aquellos lugares de miseria de hace menos de un siglo, sino sitios acogedores, bien comunicados, de discreto urbanismo y tentadoras ofertas culinarias: en Las Mestas comemos en la Casa Cirilo (que vende una miel extraordinaria, y cuyo padre, “el Tío Picho”, inventó el “Ciripolen”, bebida afrodisíaca que dio la vuelta al mundo en los años noventa del pasado siglo). ¡Estupendos gazpacho y estofado de cordero, cabrito o cochinillo!
Ya estamos en el límite de la provincia de Cáceres con la de Salamanca, y el río Batuecas nos ofrece una corriente clara y fresca para meter los pies, tumbado entre las rocas graníticas de sus orillas, así como senderos bien tratados, con profusa información geomorfológica, botánica, zoológica, de la zona -Parque Natural de las Batuecas-, que cuenta con un monasterio de clausura de monjes ermitaños Carmelitas Descalzos, fundado en 1597. La zona merecería una estancia reposada; haber recorrido algo de Las Hurdes y este Parque, pernoctando en la confluencia de las dos provincias. Disfrutar del caserío; los robledales, castaños, encinares; el sobrevuelo de las águilas y buitres; la fugaz presencia de corzos, ciervos, jabalíes, cabras montesas; el agua clara que no para de correr, el verde intenso, las bruscas curvas del paisaje, alternando los montes y los valles…
Pero donde vamos también disfrutaremos de estos dones, porque tenemos reservada casa rural en La Alberca, ligeramente por encima y a los pies de la Peña de Francia, aún dentro del mismo Parque Natural en el que hemos entrado por Las Mestas.

Moisés Cayetano Rosado

sábado, 24 de junio de 2017

IR A LOS TOROS EN LA PLAZA VIEJA
Era a mediados de los años sesenta y yo ahorraba durante varios meses, porque en la Feria de San Juan, en Badajoz, siempre había un cartel de toros que se me hacía irresistible.
La entrada de barrera de sol resultaba para mi bolsillo casi inalcanzable, pero siempre había manera de lograr la suma requerida, y allí estaba, como un titán de bronce, en la ladera empinada, escalonada, estrecha y calurosa. Pero, ¿hacía realmente calor a las cinco de la tarde de finales de junio, con esa multitud vociferante, los toros, los caballos, el fuerte griterío, los aplausos?
He ido alguna vez pasados ya los años, en plazas mucho más confortables, a la sombra, y apenas fui capaz de soportar el bochorno, la sequedad en el ambiente, los sudores… Y, sin embargo, no recuerdo que en mis años de inicial adolescencia tuviera el mínimo agobio, ningún inconveniente por la temperatura. Tal era mi entusiasmo ante el espectáculo del ruedo.
Por aquellos años, sin plantearme mínimamente -claro- lo que pudieran suponer de sufrimiento para el toro aquellas encerronas de capotes, muletas, espadas, pullas, banderillas…, para mí todo se concentraba en los lances del torero, en la “entrada a matar”, donde brillaba por encima de cualquiera el arte de Santiago Martín “El Viti”, tan serio, tan hierático delante de los toros, incluso dando la vuelta al ruedo con “trofeos”.
Era curiosa mi pasión por las corridas, que veía con entusiasmo en aquellas televisiones de los bares del pueblo (en nuestras casas a duras penas llegarían a finales de la década), con un blanco y negro que coloreábamos en nuestra imaginación, y que disfrutaba en todo su esplendor una vez al año en Badajoz.
Por la mañana, sería una fiesta acercarse a la Plaza, llegar hasta los chiqueros, donde estaban los toros; asistir al sorteo de la terna; ver a los mayorales, con sus sombreros cordobeses y sus trajes ceñidos, tan tiesos y tan serios; esperar la presencia de algún torero, al menos de los peones de sus cuadrillas, o sus apoderados…
Por la tarde, dos horas antes, llegaba a la entrada para poder coger un buen sitio en los tendidos, que en poco tiempo se llenaban, con lo que al empezar el espectáculo llevaba uno ya más de hora y media al sol, apenas defendido por el pequeño sombrero que luego serviría para arrojarlo al ruedo, cuando dieran la vuelta los triunfadores con sus orejas y sus rabos (estos, menos), mientras se oía un pasodoble que nos sonaba a música del cielo.
El tiempo pasa y uno se va desenganchando de gustos y aficiones. Cambiándolos. E incluso rechazando lo que a veces tanto entusiasmó. Pero quedan en el fondo de la memoria aquellos carteles de la Feria de San Juan, que estudiaba con minuciosidad para ver cual escogía en ese “regalo” -que me hacía a mí mismo cada año- de una entrada de sol.
Desde luego, si toreaba “El Viti”, no había dilema alguno, aunque lo acompañara en cartel Curro Romero, que prácticamente siempre despachaba a los toros con unos cuantos bajonazos, en tanto le gritábamos improperios que por un oído le entraban y por el otro le salían. Si no venía el salmantino, era cuestión de elegir entre Paco Camino, Antonio Ordóñez, “El Pireo”, Jaime Ostos, Antonio Bienvenida, “El Litri”… y un poco menos Manuel Benítez “El Cordobés”, del que no me gustó nunca su “salto de la rana”, tan ordinario al lado de la elegancia serena del vitigudino.
Ahora, frecuentemente, vuelvo a la Plaza de Toros Vieja, transformada en Palacio de Congresos, para asistir a las actuaciones de la Orquesta de Extremadura, y recuerdo los tiempos de sofoco (no sentido) e ilusión desenfrenada… de un niño, apenas adolescente, que no había oído en aquellos tiempos hablar de otro destino del antiguo coso taurino: la triste masacre, el terrible asesinato colectivo de agosto de 1936. ¿Debió quedar la Plaza como un legado de la sangre vertida por tantos inocentes? ¿Debió respetarse el legado de la Memoria en esta tierra nuestra donde perdemos tantas veces los recuerdos?

Estamos hechos a perder la memoria con el tiempo, o acaso nos empeñamos -con mala conciencia- en conseguir perderla. Vuela, así, como polvo levísimo. Polvo de albero, sueño que ahora se enfrenta al gigante de cemento levantado.

martes, 20 de junio de 2017

LAS FORTIFICACIONES DE ALENTEJO Y EXTREMADURA ANTE LA CANDIDATURA A PATRIMONIO MUNDIAL
En el Núm. 24 de la Revista CALLIPOLE, de Vila Viçosa, correspondiente a 2017, publico la parte fundamental de la ponencia que presenté al X Seminário Internacional del Centro de Estudios de Arquitectura Militar celebrado en Almeida en agosto de 2016.

 puede consultarse, copiarse, imprimirse, etc. libremente dicho trabajo.

Es necesario que todos tomemos conciencia de la importancia de las fortificaciones de la Raia/Raya en general y de las alentejano-extremeñas en particular, como testimonio histórico de importancia universal y como legado artístico-monumental de extraordinaria valía, como ejemplo constructivo de toda una época (Edad Moderna y siglo XIX), siendo un sistema propio en serie, digno de conseguir la calificación de Patrimonio de la Humanidad, de la UNESCO, para lo que desde hace algo más de un año figura en la Lista Indicativa de Portugal, encabezada por Valença do Minho, Almeida, Marvão y Elvas.

miércoles, 14 de junio de 2017

ABRIL PARA SOÑAR EN VERANO

Moisés Cayetano Rosado
Fernando Mão de Ferro, el incansable editor de Edições Colibri, que tiene en su catálogo las principales publicaciones salidas de y sobre Alentejo, me acaba de proporcionar un libro extraordinario, recién sacado de la imprenta, sobre lo que conocemos como Revolução dos Cravos, preparativos y espectacular desarrollo en los días finales de abril de 1974: Operação Viragem Histórica. 25 de Abril de 1974.
¿Un libro más sobre aquel “Abril para soñar”, que encaja tan extraordinariamente con la canción de Carlos Cano, esos versos: Abril para vivir, Abril para cantar./ Abril flor de la vida al corazón./ Abril para sentir, Abril para soñar./ Abril, la primavera amaneció?
No, un libro que complementa toda la inmensa bibliografía sobre el Movimento das Forças Armadas Portuguesas, que se levantó contra la cruel dictadura salazarista y de sus sucesores, dando un golpe incruento el 25 de abril de 1974, cayendo el fascismo en Portugal como un castillo de naipes que finalmente pareció no estar por nadie defendido.
En el prefacio, el coronel (entonces comandante/mayor) Otelo Saraiva de Carvalho; en el posfacio, el también coronel (entonces capitán) Vasco Lorenço, y en el estudio introductorio, el capitán de Mar y Guerra (entonces teniente) Carlos Almada Contreiras -que coordina la obra de 760 páginas-, llaman la atención sobre esta circunstancia de “oportunistas” que buscan la manera de aprovechar las ocasiones para colocarse en posición de ventaja, hayan estado donde estuvieran anteriormente. El general Spínola y sus oficiales incondicionales no salen en ello precisamente bien parados… ¡pese al mucho provecho personal que sacarían de lo que otros consiguieron jugándose la vida!
Tras un primer capítulo sobre el Programa do Movimento das Forças Armadas (con sus tres “D”: Democracia, Desenvolvimento y Descolonização) y un segundo relativo a la Operação Viragem Histórica (el Plan de Acción del Golpe de Estado), sigue el grueso del libro: dar cuenta puntual de las actuaciones respecto a esta acción de derrocamiento de la dictadura por parte de los militares, región a región, con Relatorio de los regimientos del Ejército, batallones, comandos, escuelas prácticas; unidades, fuerzas, compañías, escuadrillas, escuelas de la Marina; Fuerza Aérea…, con otro capítulo más sobre el desenvolvimiento político y militar de los días siguientes, así como la emotiva liberación de los presos políticos. En Anexos van 100 páginas de importantes documentos, la mayoría Secretos y Confidenciales, desclasificados.
Marcelo Rebelo de Sousa (segundo por la izquierda), na Associação 25 de Abril em Lisboa,
para o lançamento do livro. Otelo a izquierda; Vasco Lourenço al medio y Almada
Contreiras a la derecha.
Ya sabemos lo que luego seguiría: el entusiasmo popular; las dificultades de entendimiento político y militar interno; las ansias del pueblo por lograr, junto a la Democratización, el Desenvolvimiento (desarrollo económico para un país hundido en la pobreza, donde las nacionalizaciones y la reforma agraria aparecieron a continuación como medidas de “salvación”) y abordar rápidamente la Descolonización de los pueblos sojuzgados, donde se llevaban trece años de sangrientas guerras.
A la bocanada de aire fresco de esa primavera, siguió por tanto el calor de un verano, de dos veranos (1974 y 1975) llenos de convulsiones. Y al final, en noviembre de 1975, una reconducción a cauces formales, que para muchos resultaría (cual la canción de Carlos Cano) como una golondrina:/ por el mar se perdió./ como una golondrina: el amor se llevó,/ y me dejó el dolor para cantar,/ la Luna de Abril para olvidar.
Sí que hubo Democratización, por vía revolucionaria, participando hermanadamente militares y pueblo. Quedó ahí, varado, el Desenvolvimiento, cortada la vía revolucionaria de los primeros tiempos. Y fue problemática la Descolonización, con muchos traumas para los colonos portugueses que huyeron en masa, y para los colonizados, divididos en facciones en lucha.
Pero esa es otra historia, en la que habrá que insistir, como ahora se hace, en este libro emotivo, documentado, brillante y vibrante, dando cuenta de quienes, cómo, cuándo, jugándose tanto, participaron desde las distintas unidades militares en los preparativos y la acción del 25 de Abril. Detalladísimo en los pormenores, escrito por los propios protagonistas de los sucesos (algunos ya fallecidos, y por tanto, tomando sus relatos de exposiciones anteriores), críticos con algunos compañeros, nada dispuestos a intervenir (aunque sí a recolocarse como nadie), y ensalzando a otros que alcanzan sin duda la altura de héroes. Vivos la mayoría para seguir contando hechos y consecuencias, que cuando lleguemos al 2024 (medio siglo de los hechos) deberá ser relato  y balance, poniendo a cada uno: militares, políticos, sindicalistas, capas sociales, territorios…, en el lugar histórico que merecen.

El ejemplo de este libro “ejemplar” ha de servir de modelo para detallar lo que aquel “Sueño domesticado” significó y cómo unos y otros se significaron en el mismo desde el principio (comienzos de los años setenta) hasta que en la Revisión Constitucional de 1982 el proceso revolucionario (decaído a partir del 25 de noviembre de 1975, a pesar de la “atrevida” Constitución de 1976) terminó.

lunes, 12 de junio de 2017

NUESTRA IDENTIDAD O “HECHO DIFERENCIAL”
Moisés Cayetano Rosado
Doctor en Geografía e Historia

Hace unos días, asistí como ponente a una Jornada sobre “Regionalização e Desenvolvimento” en Évora, dentro de la campaña que en Alentejo se está llevando a cabo para dar cumplimiento a la implantación de las “Regiones Administrativas”, reconocidas en la Constitución portuguesa de 1976 y diversas leyes de desarrollo de la misma, que no han conducido a su aplicación todavía.
El obstáculo parece ser siempre el mismo: ¿hay una identidad regional que lo justifique?, ¿un hecho diferencial? Porque en esto parece que chocamos con el mayor impedimento. Incluso en España, después del acuerdo en que se formalizaron las Comunidades Autónomas, a poco de aprobarse la Constitución de 1978, se debatía sobre esta cuestión, que parece no acabarse de resolver. No son pocas las voces que se alzan en contra de lo que se dio en llamar “café para todos”, basándose en que “identidades diferenciales” apenas si estaban y están en Cataluña, el País Vasco… y por extensión aquellas comunidades que tienen idioma propio.
Esta visión del idioma como “hecho diferencial” esencial, aparejando a ello cultura diferente, idiosincrasia especial, y por tanto “comunidades nacionales o nacionalistas” de primera, frente a regiones de segunda, es al menos simplista.
Si nos circunscribimos al idioma, el castellano abarca Centroamérica y gran parte de Suramérica, que en forma alguna se sienten -ni nadie reivindica que lo hagan- integrantes de una hipotética “nación castellana”.
Y si nos fijamos en la historia, el legado artístico-patrimonial, la cultura, el desarrollo socio-económico, las condiciones geomorfológicas…, o sea, aquello que conforman nuestro ser y estar, nuestro desenvolvimiento cotidiano, ¿cómo no darnos cuenta de lo mucho que sí nos define e identifica?
Es un claro hecho diferencial de -por ejemplo- Alentejo y Extremadura con respecto a sus respectivos estados el recorrido histórico que nos ha ido conformando: las luchas lusitanas en tiempos de las invasiones romanas; el cruce de vías de comunicación oeste-este y norte-sur durante la romanización, con una capital floreciente -Mérida- al ser zona central de ambos caminos peninsulares; la fijación de una frontera estable cristiano-musulmana, con presencia decisoria de Órdenes Militares y formación de un reino taifa en Badajoz, cuya influencia llegaba hasta Lisboa; el foco de guerras luso-española que tuvo en nuestro suelo incidencia especial en los siglos XVII, XVIII y XIX; nuestro destino de pueblo emigrante, que nos llevó en la Edad Moderna y siglo XIX a Iberoamérica y en el XX a Centroeuropa (aparte de a las zonas industriales de nuestros respectivos países), despoblándonos traumáticamente.
Fruto de lo anterior es nuestro “diferencial” patrimonio artístico monumental, tanto religioso, como civil y militar, que tiene sus hitos en los puentes y calzadas romanos, en los palacios y castillos señoriales medievales, en las fortificaciones abaluartadas de la Edad Moderna; en los monasterios y conventos que marcaron delimitaciones territoriales, como las mismas fortificaciones.
Y como la cultura que enriquece a los pueblos participa de sus acontecimientos históricos y del destino de sus hombres, la nuestra es una cultura artística y literaria muy influenciada por los sobresaltos de las inestabilidades y por el amor a una tierra sometida a vaivenes que tantas veces nos vinieron dados por decisiones impuestas. Simbolismo y realismo dándose la mano en la plástica, en la literatura, en el cante, en el folklore…
Estos pueblos de inmensos latifundios, conformados en el sistema de repoblación medieval, desarrollaron especialmente una ganadería extensiva donde el cerdo en los encinares y alcornocales, y la oveja en los pastizales fueron la punta de lanza de una producción y economía señorial. Ello se vio refrendado por las desamortizaciones del siglo XIX, donde una nobleza y una ascendente burguesía absentistas sostuvieron un modelo de desarrollo “insostenible”… ante el crecimiento demográfico especialmente de los dos últimos siglos. Por esto, llegaríamos a migraciones laborales masivas, que terminaron por distanciarnos significativamente de nuestros respectivos estados. Regiones, la de Alentejo y Extremadura, abocadas a ser desiertos poblacionales, si no se implantan medidas de desarrollo dinámico en todos los sectores productivos.
Pueblos, los nuestros, con una extraordinaria “señal de identidad” geomorfológica en la mayor parte de su territorio: penillanuras rodeadas de barreras montañosas, con predominio de materiales primarios (granito y pizarra) y formación geológica paleozoica que confieren a nuestras dehesas y campiñas una morfología de grandes panorámicas, de amplios espacios que se han mantenido ecológicamente preservados. Auténtica reserva de la biosfera que ha de conjugarse con la productividad necesaria para “fijar” población, que es uno de nuestros mayores retos de futuro, junto a la creación de infraestucturas productivas en todos los sectores y en las vías de comunicación.

¡Claro que somos un “hecho diferencial”! Con un pasado de luchas y pesares, y un legado altamente valioso y peculiar. Con un presente dificultoso y como de “reloj parado”, que ha de ponerse a funcionar. Con un futuro que hay que diseñar conociendo y viviendo muy bien y muy de cerca la realidad. Por eso, un eficaz autogobierno con competencias de legislación y ejecución nos son tan necesarias como a aquellos que reivindican un mayor alcance de las mismas por sus “hechos diferenciales”, que no son más (ni menos) importantes que los que conforman nuestra identidad.

domingo, 11 de junio de 2017

PRESENTADA LA REVISTA CALLIPOLE DE VILA VIÇOSA
 
Mesa de presentación. De izq. a dcha.: Licinio Lampreia (direcetor adjunto), Ricardo Cardoso
(vice-rector Seminario San José), Ana Paula Amendoeira (directora de Cultura de Alentejo),
Manuel Condenado (presidente da Câmara Municipal), Fernando Mão de Ferro (editor Colibri)
y Ana Rocha (vereadora de Cultura de Vila Viçosa)

El número 24 de la Revista de Cultura CALLIPOLE, del Municipio de Vila Viçosa, fue presentado en la tarde del 10 de junio en el Seminario San José de la localidad, ante un numeroso público de la localidad, de los alrededores, así como presencia española.
El volumen contiene trescientas una páginas distribuidas en cuatro secciones, más la “Nota de Abertura” del Presidente de la Câmara Municipal, Manuel João Fontainhas Condenado, y unas líneas finales de homenaje al Dr. Joaquim Torrinha, erudito callipolense, siempre ligado en vida a esta Revista, escritas por el que fuera director-adjunto de la misma, Joaquim Saial.
Una primera sección trata sobre Historia y arquitectura de las Fortificaciones Abaluartadas de la Raia/Raya en el contexto de los conflictos peninsulares, con cuatro trabajos de Julián García Blanco, João Campos, Moisés Cayetano Rosado y Francisco de Sousa Lobo. Estudian respectivamente: el protagonismo de Vila Viçosa en la Guerra de Restauração; la importancia de las fortificaciones de Vila Viçosa en la serie de las fortalezas abaluartadas de la Raia; las posibilidades de estos recintos fortificados alentejano-extremeños en una candidatura a Patrimonio Mundial, y el sistema abaluartado de Alentejo.
La Segunda sección, de Estudos Históricos, también contiene cuatro estudios: sobre el acueducto subterráneo del Convento de los Capuchos, de Tiago Salgueiro; sobre Maestros canteros del siglo XVIII, de Carlos Felipe; cánticos en Aldeia da Venda en la fiesta de Santa Cruz, de Carlos Aurélio, y unas “Saudades de Portugal”, de Joaquim Domingues.
La Tercera contiene igualmente cuatro ensayos sobre Estudos do Património, que corresponden a  Vítor Serrano (sobre pintura manierista de Simão Rodrigues en un retablo de Vidigueira); Inês Palma Borrões (de arquitectura civil en Vila Viçosa durante el Estado Novo); de Francisco Caeiro (del tenor José Rosa), y por último, de José Gómez Galán: un estudio de plantas poligonales en el arte templario peninsular.
La Cuarta, de Museus, Território e interacção com a comunidade, tiene dos trabajos: sobre el Museo del Estaño de Vila Viçosa, de Sandra Casaca, y sobre el Centro interpretativo de Tapetes de Arraiolos, de Rui Miguel Lobo.
Como siempre, magníficamente impreso, editado a todo color, en tamaño libro, bajo el cuidado magistral de Colibri-Artes Gráficas, y el abnegado y buen hacer de Fernando Mão de Ferro, cuya labor en Colibri es de altísimo valor.
Actuación musical (cuarteto de Redondo) al finalizar la presentación
Es de admirar el tesón, el esfuerzo por el fomento de la cultura, el cuidado del patrimonio, el arte… de este municipio “rayano” que debe ser un ejemplo para todos. Un estímulo. Un modelo a seguir, como muy pocos pueden presumir de ello en estos tiempos de dificultades económicas y de frivolidades. Pasa algo parecido con Elvas (que hace el milagro de resaltar, poniendo en creciente valor, un Patrimonio arquitectónico, militar, civil y religioso gigantesco), o con Almeida (cuya gigantesca fortaleza tiene un envidiable estado de presentación, como envidiables son sus publicaciones, su Seminário Internacional -anual- de Arquitectura Militar y Conmemoraciones del Cerco, de brillante y masiva participación).

¡Que cunda el ejemplo a un lado y otro de la Raia/Raya!

sábado, 3 de junio de 2017

Visita a Elvas e Olivença com o historiador Moisés Cayetano Rosado








Visita a Elvas (Forte da Graça) e Olivença guiada pelo historiador Moisés Cayetano Rosado, organizada pelo Centro de Estudos Bocageanos, em 20 de Maio de 2017


Moisés Cayetano Rosado, professor e historiador de Badajoz, doutorado em Geografia e História, é autor de uma vasta bibliografia, destacando recentemente a edição do seu livro «Tesoros de la Raya Hispano -Lusa».

No passado sábado, 12 de Novembro, pelas 16h, na Casa da Cultura de Setúbal, teve lugar a conferência «Tesouros do Património Artístico-Cultural da Raia Luso-Espanhola», pelo historiador e professor Moisés Cayetano, promovida pelo Centro de Estudos Bocageanos.