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jueves, 31 de mayo de 2012


ÉXODO JUVENIL

En los años sesenta del siglo XX, una juventud agraria, rural, marchaba desde la cuenca mediterránea a Centroeuropa, donde industria, minería, hotelería y  construcción civil necesitaban mano de obra no cualificada para su cadena productiva.
Finalizado el proceso, en 1976, había casi 6.000.000 de trabajadores mediterráneos en la Europa desarrollista. Jóvenes de entre 18 y 35 años, mayormente.
Desde esta cuenca mediterránea inundada por la crisis, de nuevo se mira a los “países de promisión”. Y no son jóvenes campesinos sino universitarios, estudiantes de secundaria y ciclos profesionales de todos los pelajes formativos o trabajadores del espejismo de la prosperidad que se desmoronó.
Antes, desde el desamparo rozando la indigencia. Ahora, desde la protección familiar, que también se quiebra, por la precariedad laboral generalizada.
Entonces, con la maleta de madera y el vagón de tercera. Hoy, con pertrechos y transporte de mayor comodidad y calidad. Pero el futuro es tan negro como el café que los despejará en las inciertas estaciones de llegada.
MOISÉS CAYETANO ROSADO

miércoles, 30 de mayo de 2012


MEMORIAS DE LA GUERRA COLONIAL

Ofrendas en Santuario Cristo da Piedade (Elvas)
con motivo de las Guerras Coloniales

Por Moisés Cayetano Rosado

Cuando me puse a leer el libro de Rui Rosado Vieira Em Angola uns semearam ventos outros colheram tempestades (Memórias da Guerra: 1961-1964) no sospechaba que sus 233 páginas me iban a entusiasmar hasta el punto de no querer interrumpir su lectura para abordar otras ocupaciones. Y es que el relato autobiográfico de Rui es la narración de un escritor bien dotado, un historiador experimentado y un hombre que sabe equilibrar su pasión con la moderación de la distancia.
De inmediato me llevó su lectura a otra bien querida: La ruta, de Arturo Barea, que reúne las cualidades de Rui y curiosamente sus circunstancias personales: escritor, conocedor de la historia, joven involucrado en una guerra colonial que detesta (en el caso de Barea, la Guerra de Marruecos, arrastrada por España de 1909 a 1927), militar a la fuerza, como sargento de milicias, y persona de arraigados principios progresistas.
Y ocurre que ambos se vieron en el mismo escenario: rodeados de una tropa peninsular mayoritariamente analfabeta, arrancada de sus pueblos de origen para servir “a la Patria” en un conflicto africano donde habían de enfrentarse a otros jóvenes también analfabetos y pobres, de remotas aldeas y tribus cerradas. Por detrás, propiciando el conflicto, sosteniéndolo: los grandes negociantes de las riquezas naturales de esas zonas invadidas, que en ningún caso corrían el peligro de estos jóvenes soldados a la fuerza -ni ellos ni sus hijos, que eran apartados de la contienda gracias a sus influencias y dinero-, viviendo en la metrópolis.
¿Qué se encontraban unos y otros, españoles en Marruecos y portugueses en Angola? Un territorio hostil, la amenaza constante de la guerra de guerrillas, y mucha hambre, mucha sed, mucho calor, mucha miseria por donde quiera que pasaran. Además, claro, las sangrientas confrontaciones que se llevaron la vida de tantos jóvenes inocentes, les dejaron gravemente mutilados de por vida y/o traumatizados psicológicamente en muchos casos para siempre.
Tal vez, la única diferencia evidente entre ambas autobiografías sea la del retrato de los mandos, tanto superiores, medios como subalternos de los ejércitos desplazados. Barea no ahorra críticas y denuncia la torpeza y altanería de gran parte de ellos, y sobre todo su enorme corrupción, pues gran número se enriquecía robando directamente en lo que podía: compra fraudulenta de equipamiento (pertrechos y construcciones de bases militares; comida de la tropa; infraestructura de comunicación, etc.), además de la vida inmoral y de prostíbulos en las ciudades más populosas, especialmente Melilla. Rui Rosado Vieira no presenta estas denuncias, sino a lo más pequeños roces personales o normales desahogos en los días de permiso en las ciudades.
Por lo demás, no hay que olvidar que estas confrontaciones coloniales de Portugal reclutaron a más de 900.000 jóvenes (de una población total de 10 millones de habitantes), penalizados en medio de las selvas africanas durante dos y más años de servicio militar (a veces tras ya haber cumplido otro tanto en la Península). 8.290 fallecieron en combate y el doble fueron gravemente heridos. De nuevo hay similitudes, pues el caso español no difiere en la intensidad de la tragedia.
Y además de esta sangría, estaba la económica: el 40% de los Presupuestos Generales del Estado se destinaban a este cometido, condenado al fracaso desde su inicio en 1961 y sostenido hasta 1974, en que fue cortado por la propia acción de sus jóvenes oficiales (el 40% de los puestos por debajo de comandante estuvo implicado en la rebelión, según ha estudiado el coronel Aniceto Afonso, que fuera director del Archivo Histórico Militar). Aquí hay, de nuevo, una importante diferencia entre los países de la Península ibérica.
Así, es curioso apuntar que las guerras coloniales llevaron en Portugal a la revolución, eliminando del país el yugo dictatorial y acabando con el colonialismo. En cambio, en España, condujeron a la reacción dictatorial (el general Miguel Primo de Rivera se hace con el poder en 1923, para entre otras cosas endurecer las actuaciones bélicas en Marruecos), si bien ello le costará al rey Alfonso XIII -su valedor- el trono, instaurándose la II República en 1931. Pero he aquí otra diferencia: mientras los militares “africanistas” portugueses -jóvenes oficiales de alrededor de treinta años de edad- propician el advenimiento de la democracia (liberal para unos y socialista para otros, triunfando al final la primera), los españoles -jefes y generales de entre más de cuarenta y sesenta años- se alzarán finalmente contra la II República, en un sangriento golpe contrarrevolucionario, que tras tres años de guerra implantan una dictadura de cuatro décadas.

Rui es correligionario fiel de los primeros. Un joven miliciano de veinticinco años que no desea hacer daño a nadie, y que se horroriza ante la miseria a que se ven sometidos los nativos de Angola. Un hombre sensible que quedó marcado por la tragedia donde vio morir a muchos de los suyos, y que le obsesionó durante largos años (hasta que volvió de civil casi cuarenta años después, en misión docente y pudo conjurar los fantasmas que le acompañaron en su vida).
Ahora, al escribir sus memorias, basadas en una especie de Diario que escribió sobre la marcha de los terribles tiempos en Angola, enriquecidas por múltiples fotografías de la época -hechas con su cámara de buen aficionado-, nos deja un testimonio impagable. Ameno de lectura, sensible, humano, riguroso. De gran utilidad para comprender el sentimiento de los jóvenes portugueses en medio de una refriega prolongada en la que una oligarquía política y económica los envolvió, ensangrentando el país de origen y los colonizados a fuerza del egoísmo voraz de unos pocos. 
(Publicación previa en aviagemdosargonautas.blogs.sapo.pt)

viernes, 25 de mayo de 2012


ANCIANAS TRABAJANDO “AL OTRO LADO DEL CHARCO”

"Picantería" de Ecuador: Chanco, cuines, legumbres y verduras.

Las he visto en los campos de la planicie alentejana, en las laderas agrestes de Trás-Os-Montes, en los enormes olivares de Andalucía o las dehesas interminables de Extremadura: ancianas que no han terminado todavía de pagar el delito de su pobreza y siguen trabajando para saldar la deuda.
Las vi, ateridas de frío, con su cesta de huevos en el mercado minorista de Lublín -al extremo este de Polonia-; en los zocos coloridos de Fez y de Estambul, pregonando mil variopintas mercancías, como también en la cantada Chacarita bonaerense, todas enjalbelgadas para atraer a los turistas.

Por todo el mundo entero están esas ancianas luchando por la vida. Traigo aquí a algunas, tal vez menos conocidas para nosotros que las que me han ido surgiendo más arriba en el recuerdo. Son ancianas de Ecuador, que se ganan la vida de mil formas. En tenderetes de calles, carreteras, preparando sus variados platos de verduras y frutas, para ofrecer junto al “chanco”, siempre presente, entero, asado a fuego lento. En un rincón estaba ésta que capté en Ciudad de Cuenca, con su centena de años batallando contra los dientes de la mazorca de maíz.
O aquella otra, al lado de Otavalo, la ciudad por excelencia de los tejidos esplendorosos, los ponchos, las alfombras que estallan en múltiples colores: antes han sido lana en sus manos que con paciencia escarda hasta dejarla manejable. Manos como herramientas poderosas, pese a su frágil osamenta, a su rostro curtido, de boca desdentada y sonriente en la soledad de su rincón.
¿Y qué decir de la florista del corazón de la Ciudad de Cuenca, que nos ofrece la fugaz alegría de la luz y el color, los olores espléndidos de su frágil mercancía?
O esa aldeana que, cerca de Quito, apenas se sostiene y busca la complicidad de unas rocas para seguir guardando su ganado. ¿Cuánto le queda para obtener la tranquilidad de un descanso? ¿O acaso ese descanso sería una precipitación hacia la muerte? Tal es el sentido de su vida, que ya no existe sin su lucha diaria, permanente.

Ancianas trabajando “al otro lado del charco”. Aquí, a miles, a centenares de miles, sus hijos han venido buscando un porvenir que aleje a los suyos de esa lucha perdida, tan dura y permanente. ¿Qué van a conseguir en medio de nuestra crisis que devora como un Saturno selectivo a los más débiles? Ellas tal vez ya nada esperan. Solo un poco de “chanco” y de maíz que les dé fuerza para seguir otro día más en la batalla.

jueves, 24 de mayo de 2012


ERNESTO CARDENAL: PREMIO REINA SOFÍA

Ernesto Cardenal: un Che Guevara de sonrisa serena.

Por Moisés Cayetano Rosado


        Conocí a Ernesto Cardenal rozando el filo del siglo XXI en Jarandilla de la Vera (Cáceres), durante unos cursos de verano sobre Latinoamérica, donde su voz impactaba al auditorio, por su reciedumbre y brillantez inigualada.

        Junto a su amigo y editor Luis Rocha -con el que colaboré después largamente en el suplemento cultural nicaragüense “Nuevo Amanecer”, del periódico “Nuevo Diario”- visitamos los pueblos serranos de los alrededores.

        - ¡Qué belleza la de este caserío!, decía al pasar por una callejuela mágica de Garganta la Olla.

        - Sí -contestó una anciana, sentada en la puerta de su casa dignamente preservada en su pobreza-, pero no para vivir aquí, con el frío y la falta de comodidades.

        Ernesto la miró con sonrisa bondadosa, compartiendo la argumentación, desde el conocimiento de las dificultades de los más desvalidos en los pueblos hermosos y olvidados del mundo.
E. Cardenal: boina y camisa blanca.
Así estuvo siempre en Jarandilla

        Allí bebimos el vino de la zona, que le gustara tanto, y le expliqué cómo los jóvenes lo había sustituido por combinados de alcoholes de mayor graduación.

        - ¡Qué gran pérdida cultural!, me dijo.

        Ernesto, un hombre revolucionario, rupturista en la poesía, en la política, en la religión, pero tan aferrado a las ricas tradiciones populares.

        Su poesía es un paso adelante en el camino innovador que hicieran otros tan amados por él, como Neruda, Cortázar, Coronel Urtecho… “Canto Cósmico” es una obra monumental como lo fuera el “Canto General” de Neruda: es un tesoro que conservo, venido directamente de sus manos.

        Su actitud religiosa, tan entusiasta de la teología de la Liberación y colaboracionista del “primer sandinismo”, del que fue Ministro de Cultura, le valió una osca reprimenda de Juan Pablo II y suspensión “a divinis”.

        - Me liberó de obligaciones engorrosas, me dijo condescendiente, sonriendo.

        Su apoyo político a los hermanos Castro en Cuba, a Chávez en Venezuela, a Correa en Ecuador y a Evo Morales en Bolivia, a la vez que su separación y condena de la política desviacionista de Daniel Ortega en Nicaragua -con el que tanto colaboró al principio-, le han colocado siempre en el punto de mira de los “bienpensantes” de todo tipo.

        Un “rompedor”, en fin, que ahora, a principios de mayo, ha obtenido el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, que une a otros muchos galardones. Un hombre de 87 años que sigue manteniendo la ilusión y la lucha, el testimonio firme, honrado, pese a tantos golpes recibidos.

        Ahora, tras el premio, sus declaraciones a la prensa Iberoamericana se suceden. ¡Y sigue tan fresco, tan juvenil, tan entusiasta y revolucionario en cultura, creación, política, religión! ¡Ojalá todavía podamos volver a las sesiones resplandecientes de aquellos días brillantes de Jarandilla, que los “nuevos” vientos se
llevaron!


martes, 22 de mayo de 2012


BARCELONA: LOS PRIMEROS ALUMNOS

Alumnos del Colegio M. de Cervantes. Barcelona, años 70 (de su página de facebook).

Por estos milagros de internet (no sé si a través de facebook o de mi blog), recibo una sorpresa venida de 40 años atrás: un alumno de los primeros que tuve (David Parcerisa Ungé) me escribe rememorando los viejos tiempos, que ellos renuevan creando una página de facebook para estar en contacto, recordar y convocarse a celebraciones.
Fue por el curso 1971-72 y yo pasaba de los 19 a los 20 años, trasladándome de mi pueblo minúsculo, extremeño, a la enorme ciudad que era Barcelona, buscándome un trabajo. Tuve suerte y enseguida se me encargó una clase de niños con 7 años -alrededor de 40- a los que le faltaba profesor por jubilación de la maestra que tenían. En este Centro -Miguel de Cervantes, en el populoso barrio del Clot- estaría curso y medio, hasta que tuve que “cumplir con la Patria”, marchándome a la “mili” en Las Palmas de Gran Canaria. Luego, se convocaron oposiciones a la enseñanza y logré una plaza que me asentó en mi tierra.
Carta de despedida de mis alumnos del IES Bárbara de Braganza.
Badajoz, 2012.
Curioso que me llegue ahora este descubrimiento de los alumnos de entonces, cuando yo también me acabo de jubilar y aún tengo delante la despedida escrita de mis últimos alumnos. Así, los primeros y los últimos se me juntan como en una rueda que llega a su final. Y curioso cómo recuerdo muchos nombres, caras de aquellos muchachos, incluso de mis compañeros profesores y del personal de servicio del colegio, tras cuatro décadas pasadas sin verlos. Recuerdo, sí, pero congelado en el tiempo, porque ahora, al ver sus fotos en facebook, actualizadas, ya no son los mismos, o no me lo parecen: ¡muchos han perdido el pelo revoltoso que tenían, aunque por sus comentarios veo que conservan el buen humor y aquella aguda ironía que mezclaban con las letras en castellano que a algunos tanto les costaba enlazar!
Con mis compañeros profesores en Barcelona. 1971.
Estoy en la fila de arriba (casi), a la izquierda.
Han colocado (Carles Calleja Aguilar) en el muro de su página la contraportada de mi primer libro de poemas -con una foto mía de entonces- y leo un curioso comentario: “Desde nuestro punto de vista actual se le ve muy joven”, dice David Parcerisa. ¡Claro, su punto de vista es el de personas con cerca de 50 años y yo entonces tenía 20! En cambio, en aquella época me verían “viejísimo”, con sus 7 u 8 años de edad. Así es de relativo el tiempo de cada uno…
Ha sido gratificante el reencuentro, y espero hacerlo presencial sin mucha demora. La nostalgia de su recuerdo sigue viva en mí, como vivos aquellos largos meses pasados en una ciudad inolvidable, entre esos críos inquietos, mis compañeros de entonces, los paisanos emigrantes con los que convivía en el Hogar Extremeño de Barcelona y en los barrios periféricos de la ciudad, el grupo de escritores venidos de todos los rincones de España y Latinoamérica con los que me relacionaba, las entrevistas periodísticas que realicé a personajes inolvidables, ya desaparecidos, como Salvador Espriu, Manuel de Pedrolo, Tomás Salvador, Florentino Huerga, Francisco Candel, Manuel Vázquez Montalbán…
¡Oh!, aquella Barcelona que me abrió los ojos al mundo. Los ojos de un muchacho que salió de su pueblo sin haber visto más que el de la capital provinciana donde se examinaba por libre en Bachillerato y Magisterio. ¡Qué hermosa la vi y que hermosa sigue estando esta “segunda patria” de tantos paisanos que en ella encontraron un porvenir definitivo para sí y para los suyos, tras no encontrarlo en esta nuestra, también hermosa pero tan pobre y maltratada!

domingo, 20 de mayo de 2012


ANCIANAS EN LA ESPERA
Anciana en Trás-Os-Montes
Anciana en Beira Baixa, al borde de Alentejo
¡Cómo impresionan esas ancianas asomadas a la cámara de fotos! Desde los tiempos infinitos de Trás-Os-Montes, apoyada en su bastón, con sus arrugas centenarias bajo la toca, o llevando el haz de leña en la cabeza, por las peñas intrincadas de la Beira Baixa, al borde de Alentejo, son una muestra viva de la Historia de las inmensas mayorías.
¿Cómo recordarán los tiempos de mordaza? ¿Y los de los proyectos lanzados al vacío? ¿Y cómo sienten este nuevo desmoronarse de lo poco conseguido?
Ellas, que han visto con sus ojos todo lo acontecido tras la “Grande Guerra” hasta la actualidad, nos miran sin gota de rencor, testificando su serena aceptación de una vida que no les dio respiro.
La indumentaria es claramente humilde. Más que patente su pobreza. ¿Qué sacrificio les pedirán ahora los decretos que pretenden “homologarnos” a las exigencias voraces de aquellos que dirigen el “Mercado”?

miércoles, 16 de mayo de 2012

FADOS, DE CARLOS SAURA


Por Moisés Cayetano Rosado

        El fado fue elevado por la UNESCO a Patrimonio Inmaterial de la Humanidad en 2011. Dos años antes había sido el tango, y en el medio el flamenco. Así, esta trilogía de canciones urbanas, portuarias, marginales en sus comienzos, nostálgicas, profundas y desgarradas, se reafirmaron como referencia universal; algo que ya lo eran para millones de personas que han vibrado y vibran con la profundidad y la elegancia de unas composiciones populares que detrás suelen tener los versos de los poetas más profundos de sus tierras respectivas y a la vez más populares, así como magníficas composiciones para guitarras, bandoneones, acordeones y violas, después diversificados en todo tipo de instrumentos musicales.

        El director de cine Carlos Saura tuvo el acierto de filmar en 1995 su película “Flamenco”, que fue todo un alarde de puestas en escenas, de color y movimiento. En 1998 haría lo mismo con “Tango”, ese latido argentino tan influenciado por los ritmos europeos del Mediterráneo, desde donde llegaron incontables emigrantes, con la añoranza de su tierra. Después, en 2007, llegaría “Fados”, que aún late caliente en las filmotecas y videoclubs.

“Fados” resulta ser un homenaje sorprendente al “alma portuguesa”, tan abierta al mundo y tan concentrada a la vez en sus pequeñas cosas que resultan ser tan trascendentes. Atenta al amor íntimo, pero también abierta a la solidaridad; dolorida con la tremenda soledad del marginado; esperanzada a veces, pero aún más desalentada con la visión del mundo que nos toca vivir. Y sobre todo, tan palpitante de humanos sentimientos, necesitados de comunicarse a los demás.

        En la película, se hace un dinámico recorrido histórico por el fado. Y ahí está la emocionante voz de Maria Severa, envuelta en el mito romántico “maldito” de mediados del siglo XIX, con tanto sufrimiento de por medio. El suave y elegante latir de Alfredo Marceneiro, tan humilde en su expresión y tan profundo y cautivante. O la inolvidable Amália Rodrigues, con su belleza clásica y su voz que se arrastra por el alma. O los grandes de ahora: Carlos do Carmo, Camané, Mariza, entre otros, de personalidades tan distintas y a la vez gigantescas.

         Tampoco deja atrás Carlos Saura la evocación de Zeca Afonso, con imágenes extraordinarias del 25 de Abril, en tanto oímos Grândola, Vila Morena: siempre se pondrán los pelos de punta viendo a ese pueblo entusiasmado, oyendo a ese cantor de tanta calidad y calidez… ¡Qué comunión perfecta en la revuelta digna!

        Pero el cineasta introduce en su historia otros ritmos, otras influencias, otros “toques musicales” y danzas que son un contrapunto al tiempo que un complemento enriquecedor: los bailes y cantos brasileños y africanos (la inevitable presencia colonial, en esto afortunada), de entre los que quiero destacar la voz aterciopelada, plácida, serena de Cesaria Évora, todo un remanso de paz y de melancolía. Y en esos contrapuntos, notas de color en un vestuario vivo y variado; en unas danzas vitalistas, llenas de ritmo y alegría, para “compensar” la quietud melancólica del canto lusitano, que alcanza lo sublime cuando lo filma en una “Casa de fados” de Alfama, mostrando la esencia espontánea y generosa del “fado vadio”.

        No falta tampoco la fusión con el flamenco, aunque sí echo de menos un “apunte” al “fado de Coimbra”, que hubiera completado con brillantez el repertorio. En cualquier caso, el sabor que deja la película es mucho más que grato: conmovedor, fiel a lo que el fado significa, a lo que el alma del pueblo lusitano lleva dentro: música serena, poesía, reflexión sensata sobre el paso de la vida, “saudade” en lo más íntimo y capacidad de rebelión masiva cuando se hizo imprescindible (¿vuelve a serlo en estos nuevos momentos de injusta crisis promovida por los que hacen al pueblo víctima de la misma?).

        Posiblemente la mejor de la trilogía, “Fados”, coproducción portuguesa-española, nos ofrece 90 minutos de buen cine, que los amantes del mismo, y de la música y cultura portuguesa (tan abundantes en Extremadura), no deben dejar en el olvido. Hay que verla para aprender, comprender y disfrutar.