DE ANTONIO PONZ A LA CARTA
DEL ICOFORT PASANDO POR EL PLAN NACIONAL DE
ARQUITECTURA DEFENSIVA
Moisés
Cayetano Rosado
Escribía Antonio Ponz en su Viaje
de España, en 1784: Uno de los
abandonos más dignos de compasión, que yo hallo por quantas partes he viajado,
y voy viajando en España, es el de las fortalezas, y castillos. Y más
adelante: Reducidas en su día á paredones
caidos, y á montones de escombros, solo dán una idea de poltronería, é
ignorancia; y á no saberse ser esta la causa de su destrucción, nadie creería
que la hubiese podido causar sino un ejército de bárbaros (Tomo VIII,
Capítulo I).
¿Pero es que hemos cambiado mucho desde
entonces, desde esos finales del siglo XVIII, en que el abandono, la
indolencia, la ignorancia, eran denunciados por el agudo observador que fue
este viajero, humanista, historiador, fino observador, dejando constancia de
sus impresiones en diecisiete volúmenes y otro más que no pudo terminar?
La salvaje agresión, premeditada, impulsada por
instancias oficiales bajo petición y euforia pública desde mediados del siglo
XIX, para destruir murallas, baluartes, rellenar fosos, ocupar glacis de
nuestro patrimonio fortificado urbano, como signo de “modernidad”,
“higienización” y ensanches urbanos, tendría una “réplica” importante (como los
terremotos) en los años depredadores del “desarrollismo” de los años sesenta
del siglo XX. La descontrolada expansión urbanística dio la “estocada de
muerte” a gran parte de nuestro patrimonio arquitectónico militar de la Edad
Moderna, al tiempo que olvidaba las “ruinas románticas” de los castillos
medievales. Con ello la integridad
del patrimonio quedaba gravemente dañada.
Al tiempo, se actuaba de manera caprichosamente
“transformista”, adulterando la autenticidad
de buena parte del patrimonio, reinventando espacios, formas, elementos, como
si de un juego de “castillos de arena” se tratara por parte de niños en la
playa. Desde las ensoñaciones de Viollet-le-Duc de mediados del siglo XIX hasta
las aspiraciones modernizantes de arquitectos “creativos” que convierten
interiores de fuertes abaluartados en una especie de “estación de autobuses”
donde impera el hormigón armado y la cristalería, cual es el caso del Fuerte de
San Cristóbal en Badajoz -ya bien entrado el siglo XXI-, pasando por el
rediseño “imperialista” de las actuaciones en castillos y fortalezas del
salazarismo portugués de los años cuarenta del siglo XX.
Con todo ello, la excepcionalidad de nuestros elementos y conjuntos monumentales
militares ha ido quedando tan brutalmente herida que, como recogíamos de
Antonio Ponz, nadie creería que la
hubiese podido causar sino un ejército de bárbaros.
¿Haremos caso de las sabias recomendaciones que
en 2015 se hacía en el Plan Nacional de Arquitectura Defensiva
español, recogiendo lo que ya se venía diciendo en la Carta de Atenas de 1931,
en la Carta de Venecia de 1964, en la Carta de Cracovia de 2000, en la Carta de
Baños de la Encina de 2006, en los Principios de la Valeta de 2011, entre otros
muchos documentos internacionales? Aquello de que toda restauración debe aplicar el criterio de mínima intervención;
aquello otro de que no se deberá
intervenir para crear un nuevo supuesto estético o histórico, o aquello de
que la restauración de un bien cultural
es un hecho excepcional dentro de su historia. Su conservación preventiva
siempre ha de ser preferible.
Ahora,
en el XI Seminário Internacional de
Arquitectura Militar que se organiza del 24 al 27 de agosto por parte de la
Câmara Municipal de Almeida (Portugal), se presentarán los trabajos de
redacción de la Carta Internacional de
las Fortificaciones y Patrimonio relacionado, elaborada por el ICOFORT/ICOMOS
en otro Seminario que tuvo lugar en Siena el pasado 10 de junio.
La
Revista del Centro de Estudos de Arquitectura Militar de Almeida (CEAMA), en su
recientísimo número 16, publica dicho documento para su estudio y discusión en
el aludido XI Seminário Internacional.
Del mismo destacaríamos su apuesta por promover estudios para asegurar la
comprensión de la fortificación antes de cualquier intervención. Al tiempo, advierten que para desarrollar una interpretación adecuada, debe incluir tanto la
construcción como la estructura de ella misma, y todos los paisajes y
territorios que se supone defienden y protegen. Igualmente, indican que hay
que preparar regulaciones/leyes de
protección compatibles con la preservación de la integridad de la fortificación,
sin olvidar que se deben interpretar las
fortificaciones como componentes de sistemas internacionales,
transnacionales, de territorios,
establecimientos de complejos urbanos, y no estructuras solitarias y aisladas. O
sea, se hace una decidida apuesta por actuar bajo unas premisas de conocimiento
científico riguroso, al tiempo que han de olvidarse localismos exclusivistas. Lo
que atañe a las fortificaciones se explica por su contexto físico envolvente en
cada una de ellas y por el sistema que entre todas forman como conjunto
defensivo, que no se entiende por un elemento sino por el espacio territorial
de cada una de las construcciones y la relación de éstas entre sí, como
estrategia de grupo.
Esta Carta del
ICOFORT/ICOMOS también establece algo que parece obvio, aunque en la práctica
se olvida con frecuencia: cualquier
intervención debe elaborar un plan director, y, en consecuencia con lo
expresado más arriba: Todo el trabajo se
basa en la integración valores holísticos del sitio en relación con sistemas de
defensa y el medio ambiente.
En las
referencias documentales, se vuelve a incidir en las principales Cartas
Internacionales, y queda abierto el debate, con el fin de que en 2020 se
apruebe definitivamente esta nueva Carta por la Asamblea General del ICOMOS:
esperemos sea más tenida en cuenta y respetada por los distintos estados y
comunidades que la generalidad de las anteriores. A ver si así, el abandono y
las pésimas actuaciones de que hablaba Antonio Ponz son desterradas al menos en
los países donde nos creemos más civilizados.