CARA
Y CRUZ DE LAS MENTALIDADES MILITARES. EL CASO EXCEPCIONAL DE LOS CAPITÃES DE ABRIL
Juan Paz y Miño,
historiador y analista ecuatoriano, escribía en julio de 2019, a raíz de que la Corte de Apelaciones de Roma impusiera cadena
perpetua a 24 jerarcas militares y represores de Bolivia, Chile, Uruguay y
Perú, comprometidos directamente en la “Operación Cóndor” (de lo que se
libraron los dictadores argentinos fallecidos Videla y Massera, por trabas en
el proceso):
Tras
la Segunda Guerra Mundial, al desatarse la “guerra fría” y en el marco del
Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR, 1947), las fuerzas
armadas de los países latinoamericanos progresivamente fueron entrenadas y
preparadas por los EE.UU. para “colaborar” y frenar cualquier avance
“comunista” en la región, a través de becas para oficiales, visitas técnicas y
pasantías en distintas bases o centros militares. El más famoso fue el
Instituto del Hemisferio Occidental para la Cooperación en Seguridad, conocido
también como “Escuela de las Américas”, donde se graduaron más de 60 mil
militares y policías latinoamericanos, algunos de los cuales han recibido la
condena italiana.
En esas instituciones,
y bajo la sombra de la CIA, se forjaron
y reforzaron las mentalidades dictatoriales y sanguinarias que conformarían
el núcleo esencial de las Fuerzas Armadas de Latinoamérica, para las que todo
lo que sonara a reivindicación popular, obrera, social, intelectual, cultural…
era sinónimo de subversión comunista. Quedaba muy cerca en el tiempo, y metida
en su propio espacio, la Revolución Cubana (1959), que EE.UU. no había sido
capaz de fulminar, pese a sus denodados intentos, y no estaban dispuestos a
dejar que se repitiera y extendiera la experiencia, con tantos intereses económicos como se tenían en juego, por parte de
las poderosas compañías frutícolas, cafeteras, cacaoteras, mineras y
petrolíferas.
Los militares latinoamericanos serían el dique contundente de contención de unas democracias que se empeñaran en luchar contra lo que aquí en nuestra área, los Capitães de Abril, que hicieron la revolución contra la dictadura salazarista-caetanista, llevaron como bandera: Democratización-Desenvolvimiento-Descolonización.
Una Democratización llevaría consigo
elecciones libres de los dirigentes políticos, creación de partidos y
sindicatos, libertad de manifestación, expresión y reunión, derecho a la huelga
laboral y social.
La aspiración al Desenvolvimiento económico y al
progreso implicaría contrataciones laborales y salarios dignos, supervisión
económica y productiva de los países por parte de los dirigentes electos,
impuestos justos y progresivos según niveles de ingresos, control de la
actividad de las multinacionales y posibilidad de expropiaciones por
necesidades sociales, así como creación de empresas controladas por el Estado.
En cuanto a la Descolonización, se trataría de impedir
que el territorio nacional estuviese bajo la batuta de grandes oligopolios extranjeros
que a la postre someten a las naciones a su control, planificando su
funcionamiento socio-económico como si se tratara de auténticas colonias, en un
nuevo modelo más sofisticado que el propio control directo por sus fuerzas
militares: se actúa por medio de ejércitos nacionales al servicio de los
intereses foráneos.
De ahí lo sorprendente de la Revolução dos Cravos, coetánea de las terribles actitudes militares latinoamericanas. ¿Cómo esa contraposición?
Tema apasionante en el
que sigo profundizando, aunque por lo pronto hay que apuntar algunas
diferencias de entrada:
Las fuerzas militares que actuaron en
Latinoamérica bajo la batuta de EE.UU. lo hacían generalmente contra democracias con aspiraciones de
implantar las tres “D” que
comentamos; en Portugal lo hicieron bajo
esas tres “D”, en contra de una larga dictadura que se acercaba al medio
siglo.
Los militares latinoamericanos habían sido
aleccionados contra el “terror comunista” por instituciones de EE.UU,
experimentadas en forjar mentalidades a su conveniencia; los militares portugueses no estuvieron bajo ese control y sí bajo la
presión de unas guerras coloniales sin salida que arrastraban 13 años
continuos de sufrimiento, muerte, ruina económica y masacres golpeando las
conciencias.
A los EE.UU. les interesaba que Portugal perdiera el
control de las colonias africanas, estratégica y
económicamente muy apetecibles (como también lo eran para la URSS, que jugó
también su papel, para situarlas en su órbita, como también hicieron otros
países comunistas): la dictadura portuguesa era un obstáculo molesto que había
que sacudirse. El descontento y actuación de los jóvenes capitanes les venía
muy bien en un principio, lo que les ahorraba una “Operación Cóndor” lusitana:
el manejo indirecto llegaría después, con la “reconducción” de la Revolución.
Las consecuencias de
la irrupción militar en unos y otro caso, a la vista queda. ¡Aquellos crímenes inhumanos y estos
ejemplos de hermandad “Povo-MFA” que tanto asombraron a todas las personas de
buena voluntad!