jueves, 29 de agosto de 2024

 TRABAJADORES INMIGRANTES

MOISÉS CAYETANO ROSADO

Leo con frecuencia mensajes sorprendentes, hirientes, en las redes sociales. Muchos la emprenden con los inmigrantes, y les gusta decir que vienen a España “a por las paguitas”, que “se les da bastante más que a tu abuela, cuya pensión es miserable”. O ponen viñetas que desgarran, como esa en que un cayuco atestado de subsaharianos se cruza con un yate de lujo y exclaman desde el primero: “¿Dónde vais? ¡Tenéis que quedaros para pagarnos el subsidio!”.

Conozco a muchos inmigrantes. Mi padre, en su día, también lo fue, procedente de Argentina, en donde se habían asentado sus padres en aquella emigración española “a la aventura” de finales del siglo XIX y principios del XX.

Mi “médico de cabecera”, Bilal Jaafar El-Hage, tan eficiente y generoso, tiene buena parte de la familia en su Líbano natal, y él está aquí con esa carga lógica de nostalgia e inquietud, y goza del cariño y respeto de sus muchos pacientes. Su amigo, el oftalmólogo Hamdy El Sharif Ahmed, un profesional al que confiamos el cuidado de nuestra visión sabiendo de su eficacia, acaba de regresar de Egipto, donde visitó a su hermano médico (formado como tal en Badajoz), desplazado no hace mucho de Gaza, su tierra natal. ¡Cuánto les debemos en Badajoz, en Extremadura, a estos dos grandes profesionales!

Pero también vino de fuera, del Perú, Iván, el fontanero al que recurro siempre con la confianza de que nunca me fallará, tan profesional, simpático y correcto, trabajador incansable. O la odontóloga latinoamericana que me atiende y que solo se queja del calor que aquí hace.

De Nicaragua y de Rumanía respectivamente son las dos mujeres que atendieron con paciencia infinita y una dedicación de eficacia asombrosa a mi madre y a mi suegra en sus últimos tiempos de vida.

De Marruecos son muchos de los alumnos que tuve en Enseñanza Secundaria, tan atentos y aplicados. Hoy desempeñan trabajos variados y forman familias ejemplares.

Unos llegaron “con los papeles en regla”, o sea en lo que llamamos emigración legal. Otros, sorteando múltiples obstáculos y peligros, de manera clandestina. Nada nuevo. A nosotros nos ocurrió igual en la emigración transatlántica, e incluso en la europea, pues los datos consulares nos han demostrado que en los años del “desarrollismo europeo” (1960-1975) fueron más del 30% los emigrantes clandestinos. ¡E incluso en los años cincuenta del siglo XX se publicaron decretos en España para prohibir el trasvase desde nuestras zonas rurales a provincias como Barcelona, Vizcaya o Madrid, con mandato a las fuerzas del orden de impedirles bajar de los trenes o instalarse en las zonas suburbiales si no demostraban contrato de trabajo y lugar de residencia digna!

No es cierto que venga a por la paguita, a por los subsidios regalados. Vienen huyendo de las guerras, de las dificultades extremas, de la pobreza y la miseria. Vienen (hay casos desviados, como en todo, por supuesto; las barriadas suburbanas periféricas también fueron conflictivas en nuestra emigración) buscando un acomodo digno, el pan, la libertad, y a cambio dan su trabajo, su ejemplo contundente de lucha por la vida.

sábado, 24 de agosto de 2024

 FECUNDIDAD Y FUTURO DE LA POBLACIÓN

MOISÉS CAYETANO ROSADO

Doctor en Geografía e Historia

Cuando comenzó el siglo XX, la población mundial era de 6.226 millones de personas. En la actualidad somos 8.180 millones, según datos de la ONU. Los europeos suponíamos hace veinticuatro años el 11’8% del total; actualmente bajamos el 9’1%. El porcentaje de latinoamericanos apenas ha variado (de 8’5 a 8’3), y ligeramente bajó el de Norte América (de 5’1 a 4’6).

Asia -que nos alarmaba al comenzar el siglo, por lo que parecía una escalada imparable de la población, especialmente de China e India- se ha ido ralentizando, hasta disminuir su propio porcentaje, suponiendo en el año 2000 el 60’9% de la población mundial y ahora el 58’9%: la India, con 1.445 millones de habitantes -el país más poblado del mundo- tiene un índice de fecundidad similar a la media de reemplazo poblacional, que es el 2’1 hijos por mujer, lo que hace que su población se estabilice; China, que le sigue en población, con 1.425 millones, ha llegado a un crecimiento vegetativo negativo, pues su índice de fecundidad es de 1’39, con lo que mueren más personas que las que nacen. Oceanía tiene una representación insignificante en el total mundial de habitantes, aunque ha subido del 0’5 al 0’6: de 31 a 44 millones de personas.

La clave está en África, que pasó en algo menos de un cuarto de siglo a casi duplicar su población: de 811 millones en 2000 a 1.508 en la actualidad, lo que significa ascender del 13’2% del total al 18’4%. Esto se debe, claro está, a su alto índice de fecundidad: 4’7, más del doble del índice de fecundidad de reemplazo.

Los datos son categóricos y resulta esclarecedor contemplarlos, porque nos darán una idea de lo que puede ser el futuro de la población del planeta.

Según el Banco Mundial, siendo la fecundidad de reemplazo (la que mantiene una población estabilizada) de 2’1 hijos por mujer, hay 126 países por debajo de esa media y 94 países por encima. Ninguna nación de la Unión Europea llega a esa media, incluso con su población inmigrante, que es más fecunda que la de origen. Y España, tras Malta, se lleva el puesto de cola, con 1’19 hijos por mujer.

Con menos de 1’5 hijos por mujer hay 20 países en el mundo (de irremediable recesión poblacional): 15 europeos y 5 asiáticos (incluida China); India roza la media. Doblan la media de fecundidad de reemplazo 27 países: 25 son africanos y 2 asiáticos (Afganistán y Timor Oriental), y de ellos, la triplican 7, todos africanos.

O sea, el futuro poblacional, si se cumplen las expectativas a corto y medio plazo (a largo plazo es muy aventurado hacer cálculos, aunque se hacen y son aún más demoledores), Asia, Europa y Latinoamérica seguiremos perdiendo importancia poblacional en el contexto mundial; América del Norte y Oceanía mantendrán sus porcentajes, y África continuará encabezando el crecimiento.

En 2050, estos países africanos podrán suponer el 25’6% del total, con 2.489 millones de habitantes, sin que su desarrollo económico experimente el impulso necesario para mantener un mínimo bienestar, o al menos asegurar una situación de subsistencia y evitar las hambrunas. Con ello, la tendencia creciente a emigrar hacia Europa Occidental y Norteamérica no solamente continuará sino que ha de ser creciente, por meras razones de supervivencia. Únase a ello que Europa del Este y Latinoamérica, a pesar de que su población experimente un crecimiento menos expansivo, también sostienen unas expectativas de emigración elevadas.

Todo esto debe hacer actuar a las propias autoridades que “nos facilitan” estos datos estadísticos, ONU y Banco Mundial, así como la  Unión Europea, junto a otros organismos internacionales, para diseñar una política de apoyo y desarrollo económico “en origen” (ese “origen” del que tanto provecho sacamos en nuestra colonización y aún neocolonización actual, dadas sus riquezas naturales imprescindibles para la tecnología moderna), evitando el desarraigo que supone la emigración forzosa por razones de sobrevivencia y conflictos armados, la tragedia de las salidas clandestinas por selvas, desiertos y mares, ese triste espectáculo que constituye ahora “el pan de cada día”.