BELLA CIAO, EMBLEMA DE LIBERTAD
Moisés Cayetano Rosado
Hay,
en el corazón de la ciudad lombarda de Bérgamo, un monumento a los partisanos
que representa a uno de ellos, muerto, colgado de los pies boca abajo: al lado,
sobrecogida, una mujer -símbolo de las madres o las esposas sufrientes- expresa
serenamente su inabarcable dolor. Y no muy lejos de allí, en el lago Como,
bellísimo y cercano a la frontera suiza, encontraría el final de su huida
un Mussolini perseguido por los partisanos,
que al final le darían el mismo pago que él les diera a tantos guerrilleros
antifascistas, opuestos a su régimen y a la invasión de los nazis alemanes.
Benito
Mussolini tenía 42 años cuando en 1925 obtiene plenos poderes en Italia, ejerciendo
una dictadura absoluta, férrea, sanguinaria y neoimperialista, invadiendo
Etiopía diez años después y formando un Eje Roma-Berlín en 1936 que
intervendría decisivamente en la Guerra Civil española, ayudando a los
sublevados contra la República legítima. En 1940 entra en conflicto, junto a la
Alemania de Hitler, con las potencias democráticas europeas, arrastrando a su
pueblo al horror, la miseria, la destrucción y el enfrentamiento exterior y
civil.
Fruto
de ello es la “lucha partisana”, la lucha guerrillera que reunía a todos los
antifascistas, abanderados fundamentalmente por los comunistas..
Y como
tantas veces ocurre con el pueblo alzado en armas contra el opresor -interior o
exterior-, surge la canción de resistencia, los cantos de intervenção, como dicen nuestros vecinos portugueses, la canción protesta española. Surge el
aliento que da impulso a la lucha desigual, a los peligros con que han de
enfrentarse los que batallan por las libertades.
Esta mañana me he levantado/ ¡Oh!,
bella ciao, bella ciao, bella ciao, ciao, ciao./ Esta mañana me he levantado/ y
he descubierto al opresor, traducimos al español la primera estrofa de ese emblema del pueblo,
sublevado contra la tiranía, que es la canción Bella Ciao, universalmente aceptada como símbolo de la resistencia
popular.
Cuando
en los años setenta poetas y cantautores recorríamos los pueblos de España con
nuestros versos y canciones, siempre alguien tarareaba esta canción tradicional
italiana, cuyos orígenes no pueden rastrearse con claridad, pero que se
enraízan en esa lucha contundente del pueblo que veía como el terrible Duce los precipitaba hacia el abismo de
una ciega dictadura, ligada a otra más horrible todavía, rabiosamente
imperialista, xenófoba, racista, irracional, violenta y sádica: el nazismo de
Hitler.
¡Oh!, guerrillero, quiero ir contigo/
¡Oh!, bella ciao, bella ciao, bella ciao, ciao, ciao./ ¡Oh!, guerrillero,
quiero ir contigo,/ porque me siento aquí morir, continuaba la emotiva poesía
partisana, en nuestra traducción.
¡Cuántas
veces la hemos gritado, se la hemos lanzado como dardos a nuestra dictadura en
España! ¡Y cuántas veces lo hemos hecho igualmente en otros países, desde
nuestra hermana Portugal en su también oscura dictadura de cuarenta años, u
otros tan lejanos en el espacio y cercanos en el corazón como los demócratas
chilenos, masacrados por el sanguinario Pinochet, o los argentinos martirizados
por Videla, cuando aquí comenzábamos a respirar libremente.
Bella Ciao es uno de los mayores símbolos
contra la opresión que tiene la humanidad como patrimonio intangible del siglo
XX. Sigue siendo en Italia tarjeta de presentación y recordatorio en cada
protesta contra el recorte de libertades, contra las agresiones a las masas
populares, a favor del progreso y la fraternidad, como lo es Grândola, Vila Morena, en Portugal o lo fue Libertad sin ira, en la España de la Transición.
E incluso
es mensaje de paz, aunque la tercera estrofa que nosotros cantamos pueda
parecer una contradicción: Y si yo caigo
en la guerrilla./ ¡Oh!, bella ciao, bella ciao, bella ciao, ciao, ciao./ Y si
yo caigo en la guerrilla,/ coge en tus manos mi fusil (E se oi muoio de partigiano,/tu mi devi seppellir, según la versión
original italiana). Y es que estamos ante un “sacrificio de amor” y un batallar
contra la violencia y la agresión, que trata de erradicar.
Cava una fosa en la montaña/ ¡Oh!,
bella ciao, bella ciao, bella ciao, ciao, ciao./ Cava una fosa en la montaña/
bajo la sombra de una flor, entonábamos en castellano, con un mensaje romántico, bucólico, un tanto
ingenuo, como corresponde a los soñadores de la liberación de toda la humanidad.
De ahí los siguientes versos:
Así la gente, cuando la vea/ ¡Oh!,
bella ciao, bella ciao, bella ciao, ciao, ciao./ Así la gente cuando la vea/ se
dirá ¡qué bella flor!
Sí, una flor en la montaña, en esa intrincada corona alpina que delimita el
norte de Italia, por donde Hitler -desautorizado Mussolini por su “Gran Consejo
Fascista- el 24 de julio de 1943 ante su pretensión de continuar la guerra y
detenido por orden del rey Víctor Manuel III-penetra para invadir el país,
libera a su aliado y le forma un efímero “gobierno títere”, enfrentado al resto
de Italia.
Será la tumba (flor) de un
guerrillero/ ¡Oh!, bella ciao, bella ciao, bella ciao, ciao, ciao./ Será la
tumba de un guerrillero/ muerto por la libertad, Termina, en grito, la canción, cuyo
homenaje a esas muertes, tan tremendas, masivas, que costó la conquista
preciada, la derrota del monstruo, de los monstruos que desangraron Italia,
Alemania, España, Portugal, Chile, Argentina, Francia, Nicaragua, Guatemala…
¡tantos sitios donde se cantó, se sigue cantando para que su recuerdo aleje los
fantasmas del pasado, que en algunos lugares siguen siendo presente lacerante
para todos!
¡Oh!, bella ciao, bella ciao, bella
ciao, ciao, ciao,
siempre que nos levantemos descubriendo cualquier rastro de tirano, de invasor,
démoslo todo para evitar su dominio, en aras de la fraternidad, la solidaridad,
la libertad.