viernes, 4 de octubre de 2019


SAN PETERSBURGO-MOSCÚ: LIMPIEZA Y URBANIDAD RODEANDO EL ESPLENDOR (I)

LA BRILLANTEZ DE SAN PETERSBURGO

Moisés Cayetano Rosado

Lo primero que me sorprende al callejear por San Petersburbo, entrar en sus palacios, museos, iglesias, hoteles, caserío, patios interiores… es su limpieza. Los suelos impolutos, a pesar de los tropeles de turistas en sus espacios monumentales, los miles de turistas que se agolpan (especialmente chinos, que nos “acompañarán” en todos los circuitos, sobre todo en Moscú, donde pienso que suben al 90% del total, como un 10% más que en los otros lugares).
Lo de los chinos tiene su explicación, entre otras cosas, en los acuerdos favorables intergubernamentales, las rebajas en las entradas a cualquier lugar visitable de pago, y a que la presencia hotelera de sus lugares de origen es muy notable. Lo del resto de los turistas, porque la belleza incomparable de su legado artístico, la variedad del mismo y lo accesible de todo ello, sin mucho trajín de separaciones entre dichos “tesoros”, hacen de estas dos macro poblaciones y sus alrededores un destino irresistible.
Empezamos la visita por la fortaleza de San Pedro y San Pablo, origen de San Petersburgo, de 1703, de Domenico Trecini, enclavada en un islote al que rodea el río Neva. Acoge los restos de varios zares, destacando entre ellos Pedro el Grande, fundador de la ciudad. Su óvalo fortificado con seis baluartes y rediente defensivo exterior, es por dentro una miniciudad, que ya en sí nos da una idea de la grandeza de toda la urbe.
El patrimonio eclesiástico es abrumador en el centro histórico, destacando la Catedral de San Isaac, un templo neoclásico, con tintes barrocos, de comienzos del siglo XIX. De fantástica cúpula y linterna recubiertas por unos 100 kilogramos de oro, con interior de mármoles rusos, italianos y franceses, zócalo de granito y columnas del retablo cubiertas de lapislázuli y malaquita. Ello sin dejar atrás la Catedral de Nuestra Señora de Kazán -igualmente neoclásica y grandiosa-, consagrada a la Virgen más venerada de Rusia, siempre con largas colas de fieles esperando a rezar ante su icono.
Pero tal vez la más “rusa” de las iglesias sea la de San Salvador sobre la Sangre Derramada, que conmemora el asesinato en 1881 del emperador reformador  Alejandro II. Más tardía en su construcción, sus cúpulas bulbosas, policromadas y doradas, así como la profusión ornamental, modernista, de la fachada, hacen de ella un monumento excepcional. Actualmente es museo estatal, donde destacan los mosaicos del interior, que cubren sus paredes, columnas y cúpulas.
No menos importante que esta profusión arquitectónica es la escultórica, entre la que deberemos destacar el “Jinete de Bronce”, escultura ecuestre de Pedro I, realizada por Étienne Maurice Falconet, sobre enorme roca (“La Piedra del Trueno”), a orillas del río Neva. El gran poeta ruso Aleksandr Pushkin, escribiría un famoso poema-leyenda sobre el mismo, recorriendo su grandeza y la arriesgada situación de esta ciudad que fundó en zona pantanosa e inundable.
Pero quizás lo más conocido de San Petersburgo sea el Museo Hermitage, uno de los más importantes del mundo, con más de tres millones de obras de arte, de todas las épocas, distribuidas en diversos palacios, entre los que sobresale el Palacio de Invierno (residencia de los antiguos zares), de inigualable grandeza. Podemos seguir desde él la historia del arte occidental y asiático, recorriendo sus lujosas salas, profusamente decoradas con pinturas, mosaicos, bajorrelieves, etc. y dotadas de lujoso mobiliario, lámparas, espejos…
Pero San Petersburgo también son sus calles y canales; sus avenidas (destacando la Nevsky) que atesoran edificaciones monumentales, librerías excepcionales, tiendas de todo tipo, más y más iglesias, palacetes, edificios con patios interiores accesibles, que conservan sabor decimonónico…, y el rio Neva, canales navegables (excepto en el invierno, que se hielan), desde donde admirar la ciudad y el Crucero Aurora, que participó en diversas guerras (Ruso-Japonesa, II Guerra Mundial) y donde se desenvolvió uno de los primeros incidentes de la Revolución de Octubre.
En las cercanías, no podemos dejar de visitar el Palacio de Peterhof, a 30 kilómetros, en el sur del Golfo de Finlandia, que forma parte del “Centro Histórico de San Petersburgo y conjuntos monumentales anexos”, calificados como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1990.
Tildado como el “Versalles Ruso”, era la residencia principal de verano de los zares, y en su parque existen 150 fuentes y tres cascadas, gran número de estatuas, jardines, arboledas, láminas de agua con espectaculares chorros que se ponen en funcionamiento en diversos momentos del día, atrayendo a los curiosos por sus juegos espectaculares.

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