PORTUGAL, TÃO PERTO E
AGORA TÃO LONGE
Moisés Cayetano Rosado
Como un Guadiana que se nos pierde en las Lagunas de Ruidera, para reaparecer en los Ojos de su propio nombre, desde hace casi un año nuestra hermana Portugal se nos ofrece y arranca de las manos intermitentemente, a causa de la pandemia del coronavirus.
Y estando ahí, tan cerca, al alcance de nuestros pasos, se manifiesta inalcanzable en cuanto atravesamos la invisible -pero infranqueable- Raia/Raya, por donde veo tantos días ponerse el sol, escondiéndose detrás del Forte da Graça de la vecina y tan querida Elvas.
¡Cómo no añorar las escapadas de ida y vuelta a Lisboa, pasando por Setúbal (donde visitamos siempre su delicioso mercado y comemos unos pescados asados que casi saltan en el plato), cogiendo el barco en Almada (otro lugar de buen comer), para saborear las luces y colores de una de las capitales más bellas del mundo!
¡Cómo no sentir la tentación de ir hasta
ese nido de águilas que es la bellísima Marvão, alcanzar el ensueño de Castelo
de Vide, y perdernos por todo el Alto Alentejo, monumental y preservado como
joya guardada en un arcón!
¡Me iría ahora mismo hasta la romana, medieval, fortificada Chaves! Haría posada y fonda en la estrella abaluartada de Almeida,
recreándome en su recinto fortificado, el más hermoso de Europa. Tardaría en llegar, porque de camino iba a entretenerme como Caperucita en el bosque del lobo amigo: la riqueza urbana, monumental -antigua como el mundo-, paisajística de las Beiras; el entrañable y sombreado Tras-os-Montes, de caseríos antiquísimos y ancianos tan sabios como filósofos de la Antigua Grecia; toda esa corona acastillada de la frontera con Galicia y León…¿Y qué decir si subimos hasta O Minho?: ir bajando (desde el encadenamiento fortificado en doble corona de Valença), guiado por la costa que inicia Caminha -parando en Braga, Guimarães, Porto, Coimbra…-, hasta la delicia marina de Nazaré, el reino de las olas salvajes y los berbigões, los arroces de mariscos y pescados secados al sol. ¿No sentiríamos tentación de acercarnos a los monasterios de Batalha y Alcobaça, e incluso de “estirarnos” hasta la templaria Tomar y la ferviente Fátima, con sus cercanas cuevas de estalactitas, soberbias y profundas?
Imposible no añorar el cuento de hadas que significa todo lo que rodea a Sintra, su Sierra, el mar cercano, el Palacio da Pena... Y bajar por la costa bravía de nuevo hasta Lisboa, extasiado en los caprichos erosivos del mar y el venturoso arte de sus palacios, castillos, fortalezas…
¡Ah!, y mi vecino, hermano Alentejo central. ¡Cuántos amigos aquí, esperando, esperándolos yo para esas visitas que hacemos, esas alegres caminadas de pueblos incomparables, bosques frondosos como si fueran la selva del Mediterráneo! Bueno, qué de amigos por todo Portugal, porque todo lo nombrado -y tanto que no puedo pararme a enumerar- está lleno de entrañables, fraternales vecinos, más o menos lejanos, pero siempre cercanos en el recuerdo y la amistad.
¡Ay!, ¿cuándo podremos volver a disfrutar de las vistas inigualables de Alcoutim, bañada por la orilla derecha del Guadiana, como la andaluza Sanlúcar lo está por la izquierda, ambas vistosas poblaciones, de calles en anfiteatro? ¿Y de Castro Marim, la reina de las salinas, dando puerta a un Algarve de naranjos, limoneros, pueblos marineros y playas que en nada envidian a las exóticas del Caribe, con el añadido de lo auténtico en su geológica belleza esculpida a lo largo de la Era Terciaria y lo que va de Cuaternaria?
¡Todo tan cerca, tan al alcance de la
mano, y tan lejos ahora como tantas cosas que nos han ido siendo cotidianas y
se alejan por culpa de la pandemia! Cuando toda esta pesadilla pase -si lo
contamos…-, iré con una brújula que me señale todos los puntos cardinales de Portugal,
reencontrando de nuevo sus rincones y los abrazos de tantos amigos entrañables que
hemos ido atesorando a centenares. Paciencia… y ¡a soñar con todo ello!, pues -como
en los versos de William Wordsworth- “no debemos afligirnos/ porque la belleza
subsiste siempre en el recuerdo”. Y es tiempo ahora para recordar y disfrutar con
lo vivido.