OTRA NIÑEZ
HUNDIDA EN LA TORTURA
Moisés
Cayetano Rosado
Hace cuarenta años, la Editorial HOAC, de
Madrid, me publicó un libro de ensayo-reportaje titulado Una niñez hundida en la tortura. Denunciaba el desamor, el
maltrato y la crueldad que en muchos internados para niños desasistidos,
huérfanos, víctimas de familias desestructuradas o en la indigencia, se
practicaba más o menos sistemáticamente.
El tema era muy delicado y mis primeros
informadores, que habían vivido en sus carnes la tremenda tortura en medio de
su inmensa soledad, me conmovieron hasta lo indecible. Por entonces, impartía
docencia en un internado de niños tutelados por una institución pública en
Badajoz y uní a las reflexiones sobre aquellas vivencias que me fueron
confiadas mis propias observaciones, donde si bien no se daban los casos
terribles que había oído, sí pude palpar tremendas carencias afectivas y el
terrible desamparo de muchos en su recogimiento.
Completé el trabajo expurgando bibliografía
específica y visitando centros de este tipo por todo el país, incluyendo en el
libro algunos reportajes que publiqué en prensa periódica sobre esta cuestión
tan desgarradora.
¡Muchos dolores de cabeza me dio la publicación
del libro, que en Extremadura tuve que retirar de las librerías para
“tranquilizar” a las conciencias influyentes del periodismo y la política de la
época (la Diputación Provincial de Badajoz de entonces estudió querellarse
contra mí, aunque el texto iba mucho más allá de lo local o provincial, e
incluso lo estatal, pues el fenómeno lamentablemente entraba en lo universal)!
Eso sí, no detecté ni se me denunció, por
entonces, ningún caso de pederastia, de abusos sexuales contra los niños acogidos.
Sin embargo, ahora están saliendo a la luz múltiples delitos de este tipo
cometidos precisamente en internados, y en gran medida de la Iglesia, teniendo
como víctimas a chicos de años incluso posteriores a los que yo investigué.
Nos constan en los lugares más diversos, y me
insisten en la existencia de semejantes crímenes incluso en esta tierra de la
que tuve que retirar mi libro (que, por cierto, pasó a venderse -¡y mucho!- de
forma clandestina, para después volver a normalizarse su presencia).
No le importa a mi principal informante que
escriba su nombre, y -porque lo conozco- sé de su trauma insuperable. Se trata
de un apreciable artista que, a pesar de haber reconducido su vida, no olvida
ni un momento los abusos padecidos a manos de alguien hoy precisamente imputado
porque en su ejercicio “pastoral” ha seguido presuntamente con las prácticas
que en una institución educativa confesional sufrió J.A.P. (no estimo
conveniente publicar su nombre y apellidos), junto a otros muchos compañeros,
que prefieren pasar página, olvidar, cerrar como quiera que sea la herida
supurante.
Me consta que ha pedido audiencia al Papa, tras
haber hablado con diversas jerarquías eclesiásticas sobre el caso, sin que se
haya pasado de buenas intenciones con sordina. Y me consta, también, que otras
autoridades -civiles- le han ayudado para tratar de desenmascarar a lo
culpables.
Necesario es que a esta otra niñez hundida en
la tortura se le haga la justicia del esclarecimiento de los hechos. Y que no
queden sin castigo quienes tanto dolor les han causado, para que sirva de
barrera a los que puedan venir y de bálsamo a los que necesitan que esta página
oscura se cierre poniendo en su sitio a cada uno.
Así es, Moisés. Yo viví y conviví con mis compañeros además de con este tutor, mañana, tarde y noche y la crueldad fue infinita institucionalizando como borregos los otros tutores y formadores, el maltrato, el pegar como vehículo de enseñanza y ahora es cuando pedimos únicamente pida perdón por todo cuanto hizo. Gracias por tu artículo que hace honor a la VERDAD con mayúsculas. (JAP)
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