COMER EN EL
PUERTO DEPORTIVO “ISLA DE LA CENIZA”
Moisés Cayetano
Rosado
He sugerido muchas veces restaurantes y chiringuitos de la Raia/Raya, como lugares
deliciosos para saborear una comida sencilla, de aquellas que nos recuerdan
nuestra niñez de escaseces pero de exuberante imaginación, que hacía milagros
con los pocos recursos al alcance de la mano.
En cualquier pueblo de nuestra frontera, que
ahora nos une tanto como antes nos separaba, encontramos deliciosos lugares, llenos de candor y buen gusto. De cocina
deliciosa y en forma alguna dadas al “saqueo” de incautos “que pasaban por
allí”. O sea, lugares donde merece hacer parada y fonda, desde lo alto de
Galicia/Minho, a lo meridional de Andalucía/Algarve, pasando por
Castilla-León/Tras os Montes/Beiras y, desde luego, Alentejo/Extremadura.
De esta última “pareja” donde tantos tesoros
artísticos monumentales, paisajísticos, urbanos y humanos hemos ido viendo a lo
largo del blog que nos ocupa, y de donde he ido sugiriendo lugares singulares donde pararse a reponer fuerzas con una comida
memorable, quisiera traer ahora otro lugar más a destacar.
Hablo de un chiringuito (así se hace llamar) de
larga tradición. Cambió de lugar, alejándose de la orilla del río hacia un
cercano lugar algo más alto a causa de la crecida de las aguas, cuando se
construyó el embalse de Alqueva, y regentando por los herederos del que tenía
el primitivo: el “Chiringuito Pijín”, en
el Puerto Deportivo “Isla de la Ceniza”, enfrente precisamente de esta
isla, dividida longitudinalmente por la frontera luso-española.
Desde su comedor vemos las aguas generosas
embalsadas, formando una masa espectacular navegable, con oleaje de ría, e
incluso de mar cuando sopla el viento con alguna fuerza.
Si hace calor, su amplia terraza nos permite recibir el frescor de la brisa de este mar
interior, y si -como ahora aún en invierno- el frío nos obliga a recogernos
dentro, tendremos el auxilio más que reparador de un brasero de picón que da gusto mover con la badila como en los
tiempos de niñez.
¿Qué comer en este escenario de paz reparadora?
La carta -comedida en el precio- se ofrece tentadora: panceta, pestorejo, pinchos morunos, carne de cerdo y de ternera
preparada en formas variadas, lomo, jamón, queso, embutidos… ensaladas, sepias,
calamares…, tortillas y huevos fritos de campo… y, sobre todo, su barbo frito,
cogido por los propietarios allí mismo, en el río, magníficamente preparado,
presentado entero pero con incisiones de poca separación entre sí que evitan el
peligro y engorro de sus múltiples espinas.
El café, servido con enorme cafetera en
cantidad a gusto del cliente, es tan sabroso como las “bicas” portuguesas. Y
los postres caseros. Todo, servido
con la tranquilidad y simpatía del que sabe hacer más que por aprendizaje
académico por sabiduría heredada de sus antecesores.
Todo un placer
no solo gastronómico sino vital en general. Reparador por las hermosas
vistas del embalse y su remanso. Las lomas de los montes de este enclave pizarroso de Cheles, extremeño y un
poco portugués, entrañable, acogedor y amigable siempre para todos.
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