UN ÚLTIMO VISTAZO POR LA
HABANA
(Última entrega en prosa de GUÍA DE
LA HABANA)
La presentación en Badajoz se hará a
mediados de noviembre, en fecha que se anunciará anticipadamente
VUELTA VELOZ
PARA EL TURISTA EMOCIONADO.
¡Hay en La Habana tanto taxista improvisado! Tanto taxista sin
cartel en su rodante chatarrería, ofreciendo cualquier cosa, el servicio más
insospechado, la aventura más ingenua y más extraña, más patriótica y más
pecaminosa: una parada con documentada fantasía en el Museo de la Revolución
y el Memorial Granma, camino siempre del Floridita, o el paso
subterráneo de la Bahía, apareciendo en el Castillo de los Tres Reyes del
Morro al lado de la impresionante Fortaleza de San Carlos y San Severino
de La Cabaña (en donde invariablemente, a las nueve de la tarde, de la
noche, asistiremos al “cañonazo de las nueve”, aviso rememorado del cierre de
la ciudad).
El guiño venial de la santería de Regla, también en la
Bahía; o cuando no, cuando sí, toda esta gama de cuerpos y colores, de flores
juveniles para llevarse en ramo de gran conquistador amorenado en las cercanas playas
del Este, bien condimentado con langosta, papas, cerdo, papaya, tabaco y
ron. Y por la noche, ese final redondo de controladas aventuras en el inmenso
cabaret de Tropicana, al oeste de la ciudad, en Marianao.
LA
UNIVERSIDAD.
Pero subiendo nuevamente al norte, recuperando el esplendor del
Vedado, ha de atraernos con su sobria majestad la Universidad, la mañosa Escuela
de Derecho levantada en tiempos del Machado. Silenciosa y ajena a los
bullicios del avispero de hoteles y turistas, de quienes se aparta tras de su
inmensa escalinata, al medio de la cual descansa el “Alma Mater”, con
los brazos abiertos, fraternales.
Quien pasee por el campus y penetre en los enormes corredores, en
las aulas amplísimas; quien se envuelva en los libros, los documentos
increíbles que lo circundan todo; quien respire su aire de quietud y
reflexión... puede olvidarse que estuvo en la refriega de La Habana y tal vez
se sienta trasplantado a un paraíso incontaminado del saber. ¿Dónde quedó el
danzón, los colorines mínimos apretando cuerpos restallantes, la provocativa
sensualidad de nutridas multitudes que viven en la calle, toman, alternan,
imaginan, inventan y no paran?
Me llama abajo la atención el monumento a Julio Antonio Mella,
líder estudiantil de los años veinte, mártir de las luchas contra la dictadura.
¿Contra cuál dictadura? ¿Quién en los años veinte pensaba con sus botas, pisaba
con sus botas, mandaba con sus botas de montar a los demás? Es lo mismo:
Gerardo Machado en este caso (el arzobispo de La Habana había pontificado:
“Dios en el cielo y Machado en Cuba”); pero da igual: antes lo hubiera hecho
Alfredo Zayas, Fulgencio Batista después, ¡cualquiera!, el dios de turno en La
Habana, el dios Saturno devorando a los guajiros, al mambí que avanza y planta
cara.
DE NUEVO EL
MALECÓN.
Hay que bajar de nuevo, con tiempo, al Malecón para atrapar los
brillos de la puesta. Para coger al sol en despedida, marcando la curva del
rompiente y el regreso abarrotado de las guaguas que reparten sudor, amores e
inquietudes por la red laberíntica de pueblos pegados, de barrios crecidos
alrededor del presentido cuerno de la abundancia que pueda ser La Habana. Y en
los ojos del niño que se acerca y te pide bolígrafos, libretas, un par de
caramelos, mirando limpiamente desde la sal marina de su cara, vigilado por la
multicolor cuadrilla de compañeros confundidos en cercanos soportales,
dispuestos a abordarte si esta empresa se salda con el éxito, verás ese tesón
por superarse y fugazmente dulcificar la amarga lucha de los débiles.
NOSTÁLGICO
¡HASTA LUEGO!
La magia del
zurcido e inmenso caserío te invita a involucrarte. Bajar, volver de nuevo.
Sentir los latidos de esta ciudad, serena y bullanguera. Triste como su mar de
despedidas; alegre como la música a gritos que sale de las casas, de las ajadas
casas que se caen a pedazos en pleno corazón urbano declarado “Patrimonio de
la Humanidad”. Volver, como un hijo perdido, como un súbdito eterno de esta
reina en harapos, la más bella, la más lujosa en medio de la ruina.
MOISÉS
CAYETANO ROSADO
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