lunes, 8 de julio de 2013

EXTREMEÑOS POR JORDANIA (II)

II.                    AL SUR DE LA CAPITAL JORDANA.
Fragmento de mosaico de Mádaba
Mádaba, el Mar Muerto y el Monte Nebo.
Pero quizás la “aventura” nos espera en el sur de los puntos anteriores. Así, a 32 kilómetros por debajo de Ammán está Mádaba, la “ciudad de los mosaicos”, que tiene en su Iglesia bizantina de San Jorge un mapa-mosaico de Palestina del siglo VI, tal vez el más antiguo de la Tierra Santa, con una riquísima información de la zona: ciudades, montes, ríos, Mar Muerto, y curiosidades adicionales, como es el caso de un pez representado en el río Jordán que, alegremente, va hacia el Mar Muerto y que también se le representa volviendo espantado ante la salinidad mortífera de este gran lago, situado a unos 420 metros bajo en nivel de los mares del mundo.
Flotando en el Mar Muerto
En el Mar Muerto -inmediatamente accesible desde Mádaba- podemos sentir la sensación de ingravidez, pues entrando en sus aguas -muy cálidas- es imposible sumergirse: siempre se flota como si estuviéramos en un espacio sin atmósfera; tal es su extraordinaria salinidad. ¡Como extraordinario es el calor que nos golpea en su entorno, y en invierno hace las delicias de jordanos y turistas! También “las delicias del turista” es observar a las mujeres musulmanas sumergiéndose en sus aguas con toda su parafernalia de ropajes negros que apenas dejan ver la cara, o las más jóvenes con bañador de “surfista”, cabeza incluida tapada: no por ello se molestan con los bikinis europeos, por mínimos que sean.
Moisés en el Monte Nebo
En lo alto, a la vista de este mar y teniendo a sus pies la tierra “prometida” de Israel, está el Monte Nebo, desde donde Moisés contempló el asentamiento de los suyos, tras cuarenta años de peregrinación por el desierto. Asentamiento del que no pudo disfrutar, pues su dios lo castigó con la simple contemplación por las debilidades de su fe en el poder divino. Lo cierto es que el paisaje que desde allí se ve no es muy atractivo para el asentamiento apacible: puro desierto de valles y montañas sin rastros de vegetación, más que algunas plantas xerófilas, escuálidas.

Petra, el “plato fuerte” de Jordania  
En la Pequeña Petra
Pero el “plato fuerte” de Jordania es la ciudad de Petra, a 230 kilómetros al sur de Ammán. Precedida por la “Pequeña Petra” -que es igualmente una magnífica ciudad a la que se accede por un estrecho cañón, digna de una visita detenida, con la ventaja de una menor masificación-, esta urbe de piedra rosa llegó a ser el centro del comercio de Arabia y el principal destino de las rutas caravaneras procedentes del Extremo Oriente.
Fundada hace más de 2.000 años, lo que hoy contemplamos es esencialmente una “ciudad de los muertos”, pues las excavaciones en la roca arenisca que son la admiración del mundo hoy día eran estancias para depositar los féretros de los difuntos, labrándose las fachadas de forma monumental, grandiosa e inigualable. La roca se trabajaba de arriba abajo, accediendo por escaleras laterales realizadas en la misma piedra; los canteros conseguían fachadas de inusitada armonía, siendo cada obra una lección de arte, con precisiones matemáticas, consiguiendo darle a los inmensos bloques de piedra un aire de levedad, desenvoltura, espacios libres, realmente increíbles.
Petra." El Tesoro del Faraón".
El derroche de columnas, capiteles nabateos (sus constructores), frontones, cornisas, hornacinas, templetes superiores de bulto redondo… adquieren la perfección en el llamado  Khazneh Firaoun (Tesoro del Faraón) -con 40 metros de altura y 28 de ancho-, al comienzo de la ciudad, tras pasar por el desfiladero que nos lleva a ella, también labrado con hornacinas, tumbas y templetes, así como con conducciones para agua que llevaban al interior, donde habitaban los nabateos.
Más adelante, las tumbas de la Urna, de la Seda, del Palacio (la fachada más grande, con 49 metros de ancho y 46 de alto), a la derecha, nos aparecen entre otras múltiples y abigarradas construcciones; a la izquierda presentan aportaciones romanas: teatro, templo y otras construcciones igualmente labrados en la roca.
Petra. Tumbas reales.
Arriba, tras subir más de ochocientos escalones, nos espera el Deir (Monasterio), de dimensiones parecidas al Palacio y estilo constructivo similar al Khaznech Firaoun, si bien  totalmente exento, en tanto el Tesoro va encuadrado en un gigantesco alfiz pétreo.
La ciudad de Petra es Patrimonio de la Humanidad desde 1985, siendo uno de los sitios arqueológicos más célebres del mundo, con una mezcla prodigiosa de las tradiciones constructivas del Antiguo Oriente y la arquitectura helenística.

Desierto de Wadi Rum.
Desierto de Wadi Rum
Más al sur, acercándonos ya al Mar Rojo, se nos ofrecen las 74.000 hectáreas de Wadi Rum, impresionante desierto de arena y montañas de piedra arenisca, que junto a Petra sería escenario fundamental de las correrías de Lawrence de Arabia.
Patrimonio de la Humanidad desde 2011, sus petroglifos, inscripciones y restos arqueológicos atestiguan 12.000 años de ocupación humana. 25.000 tallas en roca con 20.000 inscripciones nos revelan la evolución del ser humano y el primer desarrollo del alfabeto. La presencia de campamentos de beduinos, con sus camellos, cabras, ovejas, escasos enseres que ofrecen al turista, para mantener su vida libre y nómada, ponen un punto de vida en medio de la bellísima desolación de arena roja y rocas inmensas, más rojas todavía.
Solo los beduinos, en sus viejos coches 4x4, pueden conducirnos por estos arenales y gigantescos pedruscos sin temor a perdernos, al tiempo que nos ofrecen el reconfortante descanso de sus tiendas, su té verde con hierbabuena, los pinchos de cabrito, oveja y pollo, las verduras traídas a saber dios de dónde. Una aventura “controlada” para los que desde nuestra tierra de contrastes a lo más que llegamos en “desolación” es a la inmensa llanura cacereño-trujillana o los extensos pastizales de La Serena.

Y aquí deshacemos otra vez el tópico: no se molestan los beduinos por nuestros pantalones cortos o cortísimos, las camisetas de tirantas e incluso los increíbles tacones de alguna turista estrafalaria. Están muy ocupados con sus animales y escasas posesiones, y practican la hospitalidad ancestral de los pueblos envueltos en la inmensa soledad.
(Continuará)

1 comentario:

  1. Moises, haces honor a tu nombre, una sencilla y humana conducción del viaje por el "desierto jordano", que para algunos creo ha sido un autentico vergel de sensaciones y experiencias.
    Enhorabuena por tu trabajo y gracias
    Lorenzo

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