martes, 17 de junio de 2014

CAÑONES CALCÁREOS EN SEGOVIA Y SORIA
(El valor de lo menos conocido)
Moisés Cayetano Rosado

DEL DURATÓN A LA FUENTONA (I)

LA HOZ DEL DURATÓN.
Vas llegando a Sepúlveda -a 55 kilómetros al noreste de Segovia- y lo primero que destaca es el portentoso pliegue calcáreo en rodilla que la acompaña a su derecha, precipitándose en un pronunciado valle en “uve” al borde del caserío. Ahí mismo empieza ya la Hoz del río Duratón, que durante 27 kilómetros irá desplegando hacia el oeste un espectáculo kárstico sorprendente.
Desde arriba -páramo poblado de sabinas, enebros y pinos- contemplamos las paredes verticales calizas -de mínima vegetación rupícola y oquedades para refugio de las aves-, que alcanzan a veces los 100 metros de profundidad. El fondo del tajo encajona al río -responsable de la erosión junto a la disolución de la roca por la acción disolvente del agua-, con sus aguas verdes discurriendo por meandros pronunciados.
Estas calizas y dolomías cretácicas se formaron hace alrededor de 140 millones de años, sobre mantos paleozoicos de granito y gneis, aflorando tras desecarse el Mar de Tetis. Y se curvan casi en círculo en las cercanías del enclave de la Ermita de San Frutos, sencillo, hermoso templo románico del siglo XII, al que no le faltan sus leyendas. Una de las más conocidas es la de “La Cuchillada”,  la grieta que hay que salvar -ahora mediante un puente de piedra- para entrar al recinto.
Según la tradición, fue abierta por San Frutos con su bastón para detener a los sarracenos y proteger a los vecinos de Sepúlveda que pedían ayuda; así, la grieta define el terreno "sagrado" que los infieles no debían pisar. Al lugar llegamos a pie por un camino de tierra de 900 metros, tras dejar el vehículo en un aparcamiento ex profeso cerca de la población de Villaseca, mínima localidad del municipio de Sepúlveda, que cuenta con 24 habitantes en su censo de 2012.
Siempre nos acompañarán por el camino, en lo alto, formaciones de buitres leonados, que junto a las águilas, halcones, azores, alimoches y búhos reales forman su rica población de rapaces. Y desde la ermita, una vez más el paisaje causa impresión por su grandeza, el verdor de la arboleda, los precipicios encajados, lo enorme del roquedo vertical en estratos.
VALLE EN EL SABINAR DE CALATAÑAZOR.
Siguiendo hacia Soria, no van a faltarnos los sorprendentes efectos erosivos ocasionados en las calizas mesozoicas, especialmente en el noroeste de la provincia, si bien ya disfrutaremos de un magnífico regalo en la extraordinaria población -ejemplo histórico-artístico de urbanismo y caserío tradicional- de Calatañazor (Calata-Nossurt: nido de águilas, por su enclave elevado y como “colgado” en las alturas). Desde los restos de su castillo se nos muestra un amplio valle en “u”, con aprovechamiento hortofrutícola, y otra vez las paredes calcáreas verticales, con suaves derrubios de margas, cubiertas de verdor y encumbradas de sabinas albares, reliquia del Terciario.
El Sabinar de Calatañazor es un anticipo de lo que un poco más al noroeste nos espera, en el nacimiento del río Avión.
MONUMENTO NATURAL DE LA FUENTONA.
Me refiero al Monumento Natural de La Fuentona, al que accedemos por un camino de tierra y estructuras de madera, siempre al borde del río, donde crecen los álamos y algo más arriba las sabinas (con una de las densidades mayores del mundo). Al final de este hermoso cañón, se nos presenta  una surgencia de agua en forma de embudo, una especie de “lágrima gigantesca”, con 30 metros de diámetro, transparente, coronada de picachos calizos y misteriosas galerías en su fondo desconocido.
La Fuentona se prolonga en el interior de la tierra en una primera galería de 203 metros de longitud, que llega hasta los 54 metros de profundidad. Tras varias más horizontales y una ascendiendo hacia el páramo -con numerosos pozos verticales y fuertes torrentes de agua-, se accede a otra de la que se han podido recorrer 350 metros de longitud, llegando a 100 metros de profundidad: su peligrosidad no hace aconsejable proseguir el espeleobuceo para continuar la exploración.

Además de las rapaces, nos acompañarán en este llamado también “Ojo de Mar” el canto y la presencia de alondras, mirlos y terreras, junto al croar de las ranas que puebla el río, en medio de la tranquilidad de este privilegiado espacio natural.

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