Hace ya varios años, un compañero profesor de
enseñanza secundaria me pasó una novela de su autoría, recién escrita, para que
le diera mi parecer: El eclipse de Venus.
Un trabajo que ahora ve la luz, en Ediciones Publiberia, de Valencia, y que
lleva unas frases introductorias que le escribí en aquella ocasión.
Vuelvo a la lectura de la obra y a las breves
líneas que le escribí. Así, comenzaba diciendo que Como en todos los escritos de Luciano López, brillante juego de
palabras, encajadas y recortadas (o enlazadas) en doble y hasta triple sentido.
Y es que Luciano, en todo lo que escribe, e
incluso en buena parte de lo que habla, nos sorprende con ese lenguaje en que
las palabras adquieren vida por sí mismas y se dejan interpretar de la manera
que el autor desea, incluso invitando al lector a que efectúe su propio proceso
de transformación. Hasta utiliza con frecuencia el recurso de “notas a pie de
página” (del que a veces se abusa tanto para ofrecer una imagen de erudición en
los escritos, que vienen forzadas) para seguir con el juego, o para hacer un
chiste al margen del contexto, como parodia de ese “abuso de citas”.
Continuaba diciendo que Paradojas, hipérbaton, símiles… se suceden como la traca de una rueda
de fuego. Y es que la narración cobra vida al margen de lo narrado en una
especie de fuego de artificio que se desvía de la línea argumental para
recrearse en el juego del múltiple sentido e incluso del sinsentido,
desembocando en el surrealismo argumental.
Mi tercera consideración era que Buen conocedor de la temática y los sujetos
que trata, el enredo argumental me evoca ligeramente a “Pantaleón y las
visitadoras” de Mario Vargas Llosa. Y es así por el absurdo de las
situaciones que nos muestra, por lo ridículo de los personajes en algunos de
los pasajes y lo disparatado del sentido que van tomando los hechos, especialmente
en la segunda mitad de la narración. Porque el relato -dividido en 20 capítulos
y un Epílogo- viene a tener dos partes claramente diferenciadas, extendiéndose
cada una a mitad casi igual en sus 249 páginas.
Una primera refleja sarcásticamente la vida “en
un instituto de provincias” (como se dice en la contraportada), con las
dificultades del trabajo de los profesores en unos tiempos convulsos en cuanto
a la situación tanto académica como social, las rencillas entre ellos, sus
propios problemas y traumas personales, deseos y ensoñaciones, llegando a veces
a la representación paródica que deja en bastante mal lugar a algunos de ellos,
así como a alumnos y sus familias.
La segunda se nos ofrece como una especie de
novela policíaca, donde de nuevo policías y profesores quedan representados
podríamos decir que “en zapatillas”, en un “andar por casa” que constituye un
remedo del género negro, transcurriendo entre burlas nuevamente. Ha
desaparecido una profesora; se teme que ha sido asesinada, y el desfile de
sospechosos nos muestra otra vez profesores, personal no docente, padres,
alumnos y ahora policías en situaciones grotescas, como un variopinto ejército
de anti-héroes.
Decía, para finalizar entonces mi breve Introducción que estamos ante una novela
Divertida y aleccionadora. Desenfadada,
pero a la vez profunda reflexión de la vida y de los centros educativos, los
profesores y los adolescentes.
Ciertamente, no es un ensayo educativo, ni un
tratado sociológico. Es una obra subjetiva, donde el autor se implica en las
consideraciones sobre el modelo de educación que se imparte; se inmiscuye en la
narración con sus consideraciones; descubre “sus cartas”, su posición en cuanto
al discurrir del modelo educativo y sus posibles consecuencias sociales.
Incluso muestra un humor ácido en el retrato de personajes que pueden ser
identificables. Estimo que también
ridiculiza al subgénero policíaco, en cuanto que lo parodia descarnadamente.
En cierta forma, abusa del juego de palabras,
que en ocasiones fuerza. También se trasluce una obsesión crítica en cuanto al
sistema educativo que puede parecer obsesivo. Pero hay un caudal de recursos,
una facilidad en el manejo del lenguaje, de los diálogos y de las situaciones
que crean momentos extraordinarios. En
este aspecto, el primer capítulo es excepcional. Y como ya ha anunciado una
nueva obra (Lucianario), que en su
propio título nos sugiere una continuidad de forma, quedamos a la espera de una
nueva vuelta de tuerca en la definición de una marca de autor ciertamente
original.
Moisés
Cayetano Rosado
No hay comentarios:
Publicar un comentario