jueves, 23 de julio de 2015

EL ALENTEJO DE LA REFORMA AGRARIA Y EL DE AHORA

Moisés Cayetano Rosado 
Estoy visitando la inmensa planicie alentejana. Este desierto poblacional donde la emigración sigue siendo seña de identidad y de condena. Inmenso territorio que hace cuarenta años por ahora, en aquel verão quente do 75, despertó a la esperanza iniciando una Reforma Agraria que habría de acabar con el secular hambre de pan y tierras de las masas campesinas.
Todo páramo, todo desierto -salvo honrosas excepciones-, pese al gigantesco embalse de Alqueva, que se nos ofreció como remedio para tantos males jamás atendidos. Menos en aquellos tiempos de ocupación de tierras que inició el proyecto de comida,  salud, cultura y  trabajo para todos.
Un millón ciento treinta mil hectáreas de terreno fueron ocupadas en 1975 y repartidas en 550 Unidades Colectivas de Producción, donde encontraron trabajo setenta y dos mil personas. El proyecto era duplicar el número de tierras colectivizadas y multiplicar aún más el empleo campesino. Empleo que se iba diversificando no solo en las tareas agro-ganaderas sino también en sus derivados: industrialización y comercialización. Aparte de ello, obtención de puestos laborales indirectos creados con la reinversión de beneficios: escuelas, centros sanitarios, residencias de ancianos, complejos deportivos y de ocio, dinamización cultural y turística…
El hachazo que supuso la Ley socialista de 1977, de revisión de las ocupaciones y de la propia Reforma, con adecuación a las exigencias del Mercado Común Europeo, supuso una ofensiva que desangraría el proyecto año tras año. Ya en 1979 habían desaparecido 51 Unidades Colectivas de Producción (UCP´s) y 27.000 puestos de trabajo, con una disminución de 250.000 hectáreas colectivizadas.
La devolución a sus antiguos propietarios terratenientes (por la fuerza y con derramamiento de sangre en muchos casos, y hasta declaradas ilegales por los Tribunales de Justicia en diversas ocasiones), en gran parte absentistas, cuya propiedad para ellos era un recurso de recreo, cinegético, de secundario valor dentro de sus “valores” y posesiones, fue una de las causas principales del desmoronamiento. A ello se une el corte del crédito agrícola, las trabas al funcionamiento colectivista, a la comercialización, etc.
Unidad Colectiva e Producción en Campo Maior, abandonada
En 1985, diez años después de aquella explosión ilusionada tan rápidamente detenida, ya solo quedaban 320 Unidades, con 410.000 hectáreas en su poder y 18.850 trabajadores en ellas.
A finales de 1989, cuando se celebra la 12ª Conferência da Reforma Agrária en Évora, última de la serie, en que se iba dando cuenta de la producción, industrialización, comercialización, inversiones, ocupaciones, etc., así como el proceso de ofensiva oficial contra ella, apenas existían 225 UCP’s en 236.000 hectáreas, con 12.500 trabajadores.
Ahora, a cuarenta años del proceso, no hay tales UCP’s, sino alguna cooperativa “moderna”, recuerdo en sueños de lo que aquello fue, con unos pocos trabajadores que sobreviven en medio de dificultades inmensas. Lo demás todo es eso: páramo, erial, con algunas excepciones de emprendedores particulares que merecen todo el respeto y admiración, pues los gobiernos sucesivos apenas le prestaron ayuda y atención.

No es de extrañar que el Alentejo de 1975, con 600.000 habitantes (a pesar de la enorme sangría migratoria de los años sesenta, que se llevó a 400.000 hacia Centroeuropa y otros destinos ultramarinos), haya bajado en la actualidad a menos de 500.000, siendo además una población alarmantemente envejecida, pues (aparte de que la tasa bruta de natalidad bajó entre 1975 y 2014 de 18 a 7’5 por mil habitantes) la juventud ha de seguir procurándose el porvenir fuera de allí. ¡Hasta el propio Gobierno así lo recomienda!: buscar fuera lo que la tierra le niega, lo que la tierra pareció prometer en 1975 y ahora, cuarenta años después, vemos como un sueño que ni en una parte mínima pudo hacerse realidad.

2 comentarios:

  1. Eu fui um dos trbalhadores da Reforma Agrária.
    Tínhamos a utopia de através de um meio de produção até aí desprezado (a terra) aumentarmos a produção de bens essenciais, diminuirmos a dependência nacional, e, ao criarmos posto de trabalhos com direitos até aí inexistentes, fixar população nos seus locais de origem evitando a desertificação das nossas aldeias.
    Não era de somenos o aumento da auto-estima dos intervenientes, levando ao claro aumento de intervenção no meio social.
    Olhando para trás e confrontando com o presente, diria que era uma utopia... realizável!
    Apesar dos condicionalismos próprios e das condições adversas que nos foram impostas fomos capazes de produzir, de fixar poupulação, de contribuir para a vida das nossas aldeias!
    Hoje Portugal importa quase tudo o que consome, o Alentejo está desertificado, e porque não há pessoas.... as instituições vão morrendo.
    Foi, como disse o poeta, um sonho lindo que se acabou.
    Mas como ideal, não morreu porque estará sempre vivo no mais intimo de quem o viveu!
    E como todas as utopias, um dia voltará!!

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    1. Obrigado pela aportação, muito valiosa e emotiva.
      Que seja como dize. Que volte a utopia!
      Com meus melhores cumprimentos,
      Moisés Cayetano Rosado.

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