MUSEOS
DE LA MEMORIA, LA RESISTENCIA Y LA REPRESIÓN
Moisés Cayetano Rosado
Del convulso siglo XX nos queda una memoria
dolorosa, dolorida y de
vivos recuerdos en cuanto a guerras, resistencias populares al reiterado abuso
de los poderosos, e imágenes desgarradoras de la terrible represión, ejecutada
como venganza y advertencia de futuro.
¡Es tan
emocionante recorrer los escenarios y
estudiar los hechos luctuosos en los espacios habilitados para alzar un
homenaje a aquellos que sufrieron el terror y la tragedia! Lo he visto en
Francia, Alemania, Polonia, la República Checa…, donde la historia de la II
Guerra Mundial y sus efectos devastadores en territorios y personas se palpan
en lo que fueron campos de batalla y campos de exterminio, serena y crudamente
musealizados, para conocimiento y reflexión.
Y resulta llamativo que en España queramos
extender el manto de la amnesia, como mala conciencia, por lo que fuera territorio
de dolor, pasando de puntillas o invitando al olvido, que en ninguna otra parte
se practica, porque el olvido es ocultar la cabeza como avestruz, cuando hay
que afrontar nuestro pasado, para reconocerlo y aprender humanamente de sus
efectos y de sus consecuencias.
Una vez más debemos aprender del resto de
Europa y en especial -hago hincapié- de nuestra vecina Portugal, que tantas lecciones nos da en tantas cosas,
como atención a su Patrimonio Histórico-Monumental y respeto a la Memoria.
Interior Museu de Peniche |
He ido muchas
veces al Fuerte de Peniche, siniestra prisión salazarista, entre 1934 y
1974, convertido en 1984 en Museu Municipal de la
Resistencia Antifascista, además de contener interesantes colecciones de
Arqueología, Etnografía e Historia local. Quisieron habilitarlo hace unos años
para concesión hotelera, pero el contundente rechazo y movilización popular impidieron
la “explotación privada” de tan importante Monumento y Museo de la Memoria, la
Resistencia y la Represión.
Interior Museu GNR |
Hace tres
años, también fue abierto en Lisboa el Museu de la Guardia Nacional Republicana
(GNR), en el Quartel do Carmo, el famoso edificio donde se refugió el
Presidente de Gobierno Marcelo Caetano en la noche del Golpe Militar del 25 de
Abril de 1974, y donde el Capitão Salguero Maia lo cercó y prendió. Allí no
solo recorremos la historia de los 106 años de la GNR, sino sustancialmente el
emocionante proceso inicial de la Revolução dos Cravos, que acabó con la
dictadura e implantó en Portugal la democracia y libertad.
Y un año
después, se conformaría el Museu Municipal do Aljube-Resistência e
Libertade (ubicado al lado de la Sé-catedral, donde estuvo un centro de
tortura de la PIDE), dedicado “à memória do combate à ditadura e da resistência em
prol da liberdade e da democracia”, con Servicio Educativo, Centro de
Documentación, Exposiciones permanentes (fascismo, antifascismo y
clandestinidad; resistencia y represión; colonialismo, lucha anticolonial y 25
de Abril), así como temporales, y Tienda de Venta, con intensa actividad de
visitas guiadas, conferencias, coloquios, encuentros, exposiciones, etc.
¿Nos servirán
de lección? ¿Sabremos reconsiderar el tratamiento respetuoso de la Memoria, que
hasta ahora tanto se ha ignorado?
Penoso es recordar cómo un lugar tan
emblemático como la antigua Plaza de Toros de Badajoz -internacionalmente conocido por la masacre
perpetrada allí a mediados de agosto de 1936-, idóneo para hacer un Museo de la Memoria, fue arrasado y convertido en Palacio de
Congresos (donde no hay prácticamente más actividad que un concierto
mensual de la Orquesta de Extremadura), descontextualizado incluso de la
realidad urbanística de la ciudad, porque su ubicación en pleno borde interior del
Casco Histórico es el menos aconsejable para un destino necesitado de amplias
vías y espacios abiertos. Capricho de Presidente autonómico mesiánico (Juan
Carlos Rodríguez Ibarra), incontestablemente aplaudido por corte de aduladores,
con la “autoridad” -para mayor agravio- de ser dirigente socialista (http://www.eldiario.es/eldiarioex/sociedad/destruccion-plaza-toros-Badajoz_0_674732944.html).
Y así en otros
espacios de la geografía nacional, del que éste de Badajoz es un triste
“abanderado”. Pero aún se está a tiempo de revisar los errores y olvidos, y plantear serenamente unas actuaciones que
nos equiparen a lo que siempre “suspiramos” en lograr: parecernos a Europa. ¡Y
no digamos a Portugal!
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