LA RAYA IBÉRICA
Moisés Cayetano Rosado
La Raya Ibérica, desde el inicio
de su conformación a mediados del siglo XII, hasta ya entrado en siglo XIX, ha
sido un espacio de enfrentamientos fronterizos, de lo que es testimonio
presente un patrimonio fortificado de extraordinario valor, construido con el
sudor, el esfuerzo, el sacrificio, de los habitantes de un lado y otro de la
frontera. Una frontera que sufrió la sangría de los enfrentamientos y que, una
vez pacificada, verá esa otra sangría que fue la de la emigración, tan
espectacular en el siglo XX y curiosamente de recepción de extranjeros en el
despertar del siglo XXI, que se irá adormeciendo con la crisis iniciada en 2008
y mantenida largamente, como lo fue la de 1929 y 1973, impidiendo entonces la
prosecución de nuestra hemorragia migratoria de aquellos años.
Me llaman mucho la atención las
correrías de los inicios de la conformación de un singular guerrero portugués
por la Raia/Raya alentejano-extremeña -esa especie de Cid lusitano que fue Geraldo
Sem Pavor-, como me la llaman los levantamientos defensivos en la zona durante
la Baja Edad Media, proseguidos en el Renacimiento con nuevas técnicas
adaptadas a la irrupción de la artillería.
Y es extraordinario el desarrollo
de las fortificaciones abaluartadas que “cosen” la frontera, desde Galicia y
Minho, hasta Andalucía y el Algarve, pasando por Tras-Os-Montes, León, Beiras y
Extremadura. La Guerra de Restauração (1640-1668), la de Sucesión a la Corona
Española (1701-1714), la Fantástica (1761-1763), la de Las Naranjas (1801) y
las de Invasiones Napoleónicas (1807-1814), marcaron la vida y la muerte en la
Raia/Raya, devastándola, arruinándola, despoblándola y… dejando ese testimonio
artístico-monumental constituido por fortificaciones urbanas, fuertes,
fortines, obras complementarias, que están en la Lista Indicativa del
Patrimonio de la Humanidad a instancias de Portugal (antes estuvo en la Lista
española, sin el justo y suficiente empuje), bajo el impulso de cuatro de sus
elementos más emblemáticos: Valença do Minho, Almeida, Marvão y Elvas (cuyo
conjunto fortificado ya es Patrimonio Mundial desde 2012).
Y espectacular ha sido la “huida”
migratoria rayana -en busca de trabajo y mejores perspectivas de futuro, que
tanta huella ha dejado en la literatura y la canción de los artistas de la
zona- a lo largo del siglo XX, especialmente durante los años del
“desarrollismo europeo”, de 1960 a 1975, que vació demográficamente esos
espacios, ya “sangrados” por las contiendas bélicas y por el proceso migratorio
continuado desde mediados del siglo XIX. La media de pérdida poblacional en el
siglo XX ronda el 40% de sus habitantes, con la singularidad de ser la cohorte
poblacional en edad más activa, tanto desde el punto de vista
económico-productivo como de reemplazo vegetativo, por estar en idónea edad
reproductiva.
Los focos industriales de ambos
países (Lisboa y Porto; Madrid, Barcelona, Bilbao…) y Europa Occidental
(Francia, Alemania, Suiza,…) se nutren de habitantes rayanos que “vacían” sus
lugares de origen y dinamizan los de recepción, volviendo a sufrir estas
franjas rayanas un nuevo quiebro en su desarrollo que con la prosperidad
generalizada que surge en occidente al iniciarse el siglo XXI parece cambiar
positivamente de signo. Como quedó dicho, la fuerte crisis iniciada en 2008,
frustrará las expectativas, que ahora, diez años después, siguen en suspenso.
De todo esto trata el libro LA
RAYA IBÉRICA, DEL CAMPO DE BATALLA AL DE LA EMIGRACIÓN, Y OTRAS CUESTIONES
PENINSULARES, que ahora, en este mes de octubre, sale de imprenta, con el sello
editorial de la Fundación Caja Badajoz, y que he tenido el placer de escribir.
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