miércoles, 13 de octubre de 2021

 DEJAR TRANQUILOS A LOS MUERTOS Y ABRIR HERIDAS DEL PASADO

Moisés Cayetano Rosado

Doctor en Geografía e Historia 


Cuando hablamos de exhumar tumbas de la Guerra Civil y/o de la represión franquista, suele ocurrir que se oigan voces en contra argumentando, entre otras, estas razones coincidentes: “Hay que dejar ya tranquilos a los muertos” y “no debemos seguir abriendo heridas del pasado”.

Precisamente de eso se trata. Hay que dejar tranquilos a los muertos. Dignamente tranquilos, localizando el lugar donde fueron abandonados sin identificación: cunetas de carreteras, barrancos, orillas de caminos, fosas comunes de cementerios no registradas, de lo que no se tienen más que vagas nociones, testimonios que se desvanecen con el tiempo. Se trata de formalizar una búsqueda, conseguir una localización para que pueden ser depositados los restos que se encuentren allá donde sean tranquilamente visitados por los suyos, donde puedan ser objetos de homenaje familiar y social.

Y con ello, si se “abren heridas del pasado” es porque no estaban bien cicatrizadas, porque aún se encontraban mal cerradas, a pesar de tanto tiempo transcurrido. Y una herida mal cerrada no acaba de sanar; muy al contrario, se infecta, se gangrena. Resulta necesario revisar el mal producido para conseguir el efecto sanador del conocimiento, el reconocimiento y el descanso.

Buscar, analizar, excavar lugares donde se produjeron las tragedias, que continúan sumidos en la duda, en el silencio, en las sospechas y la indefinición, no pueden, no deben ser vistos como actos de enfrentamiento hostil, de “venganza” como incluso algunos disparatadamente aducen. Han de ser considerados como la justa búsqueda de la tranquilidad para todos, un acto de justicia social simbólicamente reparadora. Una manera de cerrar capítulos sangrantes, identificando a los que pagaron con su vida enfrentamientos extremos y deberíamos querer su simbólica vuelta entre todos nosotros: “con vida se los llevaron y, aún sin vida, los queremos”.

Badajoz, la ciudad de la mítica represión, tan documentada por unos como negada por otros, necesita que se realice -¡85 años después!- esa búsqueda para “dejar tranquilos a los muertos” que “penan” en el anonimato, la incertidumbre de cifras e incluso de realidades de acontecimientos puestos en cuestión. Para no seguir teniendo “abiertas las heridas” de la polémica y las discusiones, y dar paso a la certeza de unas exhumaciones que en lo posible reparen la brecha abierta en cuerpos, familia, sociedad.

La Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica de Extremadura, por fin, tiene los permisos necesarios, por parte del Ayuntamiento de Badajoz, para iniciar esa tarea que viene reivindicando desde hace tanto tiempo. Lo hace con la tranquilidad, la serenidad y la ilusión como en tantas tareas que ha emprendido por toda nuestra geografía. Guiados no por el rencor o “el afán de venganza” que aún hay quien le atribuye, sino para conseguir lo que paradógicamente le reprochan: dejar definitivamente tranquilos a los muertos y abrir “tumbas” cerrando heridas del pasado.

La misión requerirá de tiempo, pues el proceso de delimitaciones, excavaciones, análisis e identificaciones siempre es muy laborioso. En el caso de Badajoz, los plazos de permisos son muy ajustados y se necesitará de buena voluntad por todas las partes para llegar a resultados fidedignos. Y de mejor voluntad aún para no mezclar pasiones y desencuentros nunca resueltos con la ecuanimidad que exige esta labor tan digna como necesaria que emprende la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica de Extremadura.

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