DEJAR TRANQUILOS A LOS MUERTOS Y ABRIR HERIDAS DEL PASADO
Moisés Cayetano Rosado
Doctor en Geografía e Historia
Cuando hablamos de exhumar tumbas de la Guerra Civil y/o de la represión franquista, suele ocurrir que se oigan voces en contra argumentando, entre otras, estas razones coincidentes: “Hay que dejar ya tranquilos a los muertos” y “no debemos seguir abriendo heridas del pasado”.
Precisamente de eso se trata. Hay que dejar
tranquilos a los muertos. Dignamente tranquilos, localizando el lugar donde
fueron abandonados sin identificación: cunetas de carreteras, barrancos,
orillas de caminos, fosas comunes de cementerios no registradas, de lo que no
se tienen más que vagas nociones, testimonios que se desvanecen con el tiempo.
Se trata de formalizar una búsqueda, conseguir una localización para que pueden
ser depositados los restos que se encuentren allá donde sean tranquilamente
visitados por los suyos, donde puedan ser objetos de homenaje familiar y
social.
Y con ello, si se “abren heridas del pasado”
es porque no estaban bien cicatrizadas, porque aún se encontraban mal cerradas,
a pesar de tanto tiempo transcurrido. Y una herida mal cerrada no acaba de
sanar; muy al contrario, se infecta, se gangrena. Resulta necesario revisar el
mal producido para conseguir el efecto sanador del conocimiento, el
reconocimiento y el descanso.
Buscar, analizar, excavar lugares donde se
produjeron las tragedias, que continúan sumidos en la duda, en el silencio, en
las sospechas y la indefinición, no pueden, no deben ser vistos como actos de
enfrentamiento hostil, de “venganza” como incluso algunos disparatadamente
aducen. Han de ser considerados como la justa búsqueda de la tranquilidad para
todos, un acto de justicia social simbólicamente reparadora. Una manera de
cerrar capítulos sangrantes, identificando a los que pagaron con su vida
enfrentamientos extremos y deberíamos querer su simbólica vuelta entre todos
nosotros: “con vida se los llevaron y, aún sin vida, los queremos”.
Badajoz, la ciudad de la mítica represión, tan
documentada por unos como negada por otros, necesita que se realice -¡85 años
después!- esa búsqueda para “dejar tranquilos a los muertos” que “penan” en el
anonimato, la incertidumbre de cifras e incluso de realidades de
acontecimientos puestos en cuestión. Para no seguir teniendo “abiertas las
heridas” de la polémica y las discusiones, y dar paso a la certeza de unas
exhumaciones que en lo posible reparen la brecha abierta en cuerpos, familia,
sociedad.
La Asociación para la Recuperación de la
Memoria Histórica de Extremadura, por fin, tiene los permisos necesarios, por
parte del Ayuntamiento de Badajoz, para iniciar esa tarea que viene
reivindicando desde hace tanto tiempo. Lo hace con la tranquilidad, la
serenidad y la ilusión como en tantas tareas que ha emprendido por toda nuestra
geografía. Guiados no por el rencor o “el afán de venganza” que aún hay quien
le atribuye, sino para conseguir lo que paradógicamente le reprochan: dejar
definitivamente tranquilos a los muertos y abrir “tumbas” cerrando heridas del
pasado.
La misión requerirá de tiempo, pues el
proceso de delimitaciones, excavaciones, análisis e identificaciones siempre es
muy laborioso. En el caso de Badajoz, los plazos de permisos son muy ajustados
y se necesitará de buena voluntad por todas las partes para llegar a resultados
fidedignos. Y de mejor voluntad aún para no mezclar pasiones y desencuentros
nunca resueltos con la ecuanimidad que exige esta labor tan digna como
necesaria que emprende la Asociación para la Recuperación de la Memoria
Histórica de Extremadura.
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