LA CASA ENCENDIDA DE MANUEL PACHECO
Siento no estar presente hoy (19 de diciembre de 2021) en el homenaje a Manuel Pacheco, cuando él cumple 101 años y yo acabo de hacer 70. Esta coincidencia me “ata” -en el mejor sentido de la palabra- a compromisos familiares, pero no me desliga de la alegría de ver que se le sigue queriendo, recordando, homenajeando.
Pacheco
nos acoge hoy en su primera casa, como nos acogió siempre allá donde vivía. Su
casa era siempre una “casa encendida”, como en el poemario imprescindible de
Luis Rosales: “Gracias, Señor, la casa está encendida”, escribía el poeta
granadino. Sí, también la casa de Pacheco resplandecía, acogiéndonos a todos
aquellos jóvenes de entonces que acudíamos a charlar, oír su voz, su risa
bronca, su verso refrescante.
Cuando
los viajeros y turistas vayan en adelante a Olivenza -como me dice su “albacea
espiritual”, Antonio Viudas Camarasa- habrán de incluir en su itinerario la “ruta
pachequiana” y admirarán la nueva y hermosa placa colocada en el lugar de su
nacimiento, fruto del empeño decidido de un grupo de incondicionales amigos y
admiradores, que no han reparado en esfuerzos para conseguirlo.
El
luminoso retrato de Vaquero Poblador que “azulea” la cerámica es como un guiño
a la transfronteriza población de Olivenza, tan rica en azulejería en sus
diversos monumentos religiosos. Y el azul enciende la casa, ilumina el camino
que nos lleva siempre hacia Pacheco.
MOISÉS CAYETANO ROSADO
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