Ensuciar la Naturaleza
digitalextremadura.com Jueves, 22 marzo 2012.
Moisés Cayetano Rosado
Comentaba la semana pasada la incomprensible tendencia de algunos “ciudadanos” a ensuciar la calle, arrojar todo tipo de desperdicios a la misma, a pesar de considerar ese espacio común como propio. Por esto último, nos escandalizamos al recordar aquella frase de Manuel Fraga Iribarne: “la calle es mía”. ¡No!, de todos, como la tierra en la canción de Víctor Jara: “Que la tierra es mía, es tuya, de aquél, de Juan y María, de Pedro y José”. ¿Pero entonces, por qué la tratamos como a un estercolero incontrolado? ¿Hacemos lo mismo en “nuestra” casa? No ha servido para mucho el artículo, porque sigo viendo lo mismo en los mismos lugares. ¡No vean el ejemplo de padres arrojando escupitajos, cáscaras de pipas, colillas de cigarro, papeles, bolsas, envoltorios en parques infantiles y puertas de colegios, criticando al mismo tiempo a los profesores delante de sus hijos! ¡Qué podemos esperar, después, de los retoños!
Moisés Cayetano Rosado
Ripios y muebles arrojados en zona periurbana de Badajoz |
Comentaba la semana pasada la incomprensible tendencia de algunos “ciudadanos” a ensuciar la calle, arrojar todo tipo de desperdicios a la misma, a pesar de considerar ese espacio común como propio. Por esto último, nos escandalizamos al recordar aquella frase de Manuel Fraga Iribarne: “la calle es mía”. ¡No!, de todos, como la tierra en la canción de Víctor Jara: “Que la tierra es mía, es tuya, de aquél, de Juan y María, de Pedro y José”. ¿Pero entonces, por qué la tratamos como a un estercolero incontrolado? ¿Hacemos lo mismo en “nuestra” casa? No ha servido para mucho el artículo, porque sigo viendo lo mismo en los mismos lugares. ¡No vean el ejemplo de padres arrojando escupitajos, cáscaras de pipas, colillas de cigarro, papeles, bolsas, envoltorios en parques infantiles y puertas de colegios, criticando al mismo tiempo a los profesores delante de sus hijos! ¡Qué podemos esperar, después, de los retoños!
Pero ahora quería detenerme en una consideración más con respecto a esta tendencia que muchos tienen a ensuciarlo todo. Es el caso de los espacios naturales. De los campos donde solemos ir en los días de asueto, con toda la familia, los amigos, para hacer la barbacoa, tomarnos las cervezas y demás vituallas.
En las hermosas dehesas comunales de los pueblos, en las orillas de los ríos y bordes de pantanos, en las colinas y faldas de los cerros, en los bosquecillos periurbanos, sentamos nuestros reales, con la pelota, el transistor tronante y nuestro acostumbrado vocerío, compitiendo con aves inquietas, pacíficas cabras, asombradas ovejas, chotos berreadores, observadoras vacas, dejando el recuerdo de nuestra arrolladora presencia: restos orgánicos y basura no degradable que dan testimonio de las costumbres culinarias y vicios variados. Pero lo más lacerante es que muchas veces, los plásticos grasientos, el cartonaje de leche y de refrescos, las botellas de vidrio enteras y partidas… quedan desparramados al lado mismo de contenedores de basura que los consistorios ponen para que no tengamos que molestarnos más que en alzar un poco el brazo y dejar caer las bolsas de desperdicios en su interior. ¡Y ni por ello!
Además, en muchos de estos lugares depositan incluso mobiliario mayor: frigoríficos, televisores de los de antes, butacones, sillones, muebles de cocina… que cualquier ayuntamiento recoge sin costo a los vecinos, nada más avisarles: ¡qué estéril trabajo y cuanto empeño en hacer las cosas cuanto peor mejor! Eso sí, que a nadie se le ocurra sugerir a los inconsecuentes infractores lo censurable de su actuación, la obligación de no ensuciar el campo, el patrimonio natural comunitario. Podemos encontrar cualquier respuesta, menos un reconocimiento de su mala actuación. “¡Para algo están los barrenderos y los recogedores de basura!”, nos dirán en el mejor de los casos.
Sí, para eso, y para ir después tras ellos a sus casas, porque allí seguramente harán lo mismo, se supone, ya que somos tan partidarios de considerar como propio lo comunitario. Y lo menos comunitario también, pues muchos campos donde nos aposentamos tienen propietario ajeno, que aún no ha puesto puertas y vallado a su propiedad, por lo que deberíamos estar agradecidos y ser más respetuosos todavía. Vayan un lunes o día después de festivo a estos lugares mencionados: verán los efectos del jolgorio. Y si no hay brigadas de limpieza municipal, vayan cualquier día: la basura crece a medida que los animales no pueden servirse de muchos de nuestros desperdicios para su propio uso, quedando allí como testigos de nuestro salvajismo.
MOISÉS CAYETANO ROSADO
moisescayetanorosado.blogspot.com
Desperdicios en el Barragem do Caia. Campo Maior |
En las hermosas dehesas comunales de los pueblos, en las orillas de los ríos y bordes de pantanos, en las colinas y faldas de los cerros, en los bosquecillos periurbanos, sentamos nuestros reales, con la pelota, el transistor tronante y nuestro acostumbrado vocerío, compitiendo con aves inquietas, pacíficas cabras, asombradas ovejas, chotos berreadores, observadoras vacas, dejando el recuerdo de nuestra arrolladora presencia: restos orgánicos y basura no degradable que dan testimonio de las costumbres culinarias y vicios variados. Pero lo más lacerante es que muchas veces, los plásticos grasientos, el cartonaje de leche y de refrescos, las botellas de vidrio enteras y partidas… quedan desparramados al lado mismo de contenedores de basura que los consistorios ponen para que no tengamos que molestarnos más que en alzar un poco el brazo y dejar caer las bolsas de desperdicios en su interior. ¡Y ni por ello!
Además, en muchos de estos lugares depositan incluso mobiliario mayor: frigoríficos, televisores de los de antes, butacones, sillones, muebles de cocina… que cualquier ayuntamiento recoge sin costo a los vecinos, nada más avisarles: ¡qué estéril trabajo y cuanto empeño en hacer las cosas cuanto peor mejor! Eso sí, que a nadie se le ocurra sugerir a los inconsecuentes infractores lo censurable de su actuación, la obligación de no ensuciar el campo, el patrimonio natural comunitario. Podemos encontrar cualquier respuesta, menos un reconocimiento de su mala actuación. “¡Para algo están los barrenderos y los recogedores de basura!”, nos dirán en el mejor de los casos.
Sí, para eso, y para ir después tras ellos a sus casas, porque allí seguramente harán lo mismo, se supone, ya que somos tan partidarios de considerar como propio lo comunitario. Y lo menos comunitario también, pues muchos campos donde nos aposentamos tienen propietario ajeno, que aún no ha puesto puertas y vallado a su propiedad, por lo que deberíamos estar agradecidos y ser más respetuosos todavía. Vayan un lunes o día después de festivo a estos lugares mencionados: verán los efectos del jolgorio. Y si no hay brigadas de limpieza municipal, vayan cualquier día: la basura crece a medida que los animales no pueden servirse de muchos de nuestros desperdicios para su propio uso, quedando allí como testigos de nuestro salvajismo.
MOISÉS CAYETANO ROSADO
moisescayetanorosado.blogspot.com
Saludos cordiales, mi estimado amigo y paisano Moisés, al leer tu bello,certero y didáctico texto-denuncia sobre "Ensuciar la naturaleza", que me ha gustado y con el que estoy totalmente de acuerdo contigo porque yo también he luchado tanto en las aulas como en la calle...y, más de una vez, me ha costado algún disgusto al reprender este acto incívico de arrojar basura donde sea..., al leerlo (repito) me ha llegado a la memoria un humilde "sonetillo" que escribí sobre este "porcino asunto", sonetillo que titulo "PANDEMIA PORCINA" y que te transcribo aquí, no sin antes felicitarte por tu artículo. Un abrazo extremeñamente fraterno de tu amigo y paisano
ResponderEliminarWenceslao Mohedas Ramos
Jaraicejo (Cáceres) / Barcelona
PANDEMIA PORCINA
Existe un tipo de gente
que, al suelo, arroja basura
y así se pone a su altura,
ensuciando el medio ambiente.
Gente tan corta de mente
que, por su escasa cultura
o su antisocial postura,
de mala hierba es simiente.
Con su conducta porcina,
por falta de algunas tuercas,
el planeta contamina.
Por sus costumbres tan puercas,
ya esta gente es convecina
de los hombres de Atapuercas.
Wenceslao Mohedas Ramos.