EL NIÑO DE LA BICICLETA.
Acabo de
ver una película dura. Una película de desamor, donde la mano tendida del
cariño mezclado con la compasión es rechazada desde la rebeldía de sentirse
solo y despreciado. Es "El niño de la bicicleta", un film de
Jean-Pierre Dardenne y Luc Dardenne (dirección y guión), coproducción
franco-belga-italiana, de 2011, ganadora del Gran Premio del Jurado en Cannes.
Rodada en exteriores urbanos y planos medios, fundamentalmente, nos cuenta la lucha de un niño al que su padre ha abandonado en un centro de acogida, con el engaño de recogerlo en un mes. Pasa el tiempo; no se cumple la promesa y el niño se escapa reiteradamente buscando al padre, encontrándolo con la ayuda de una joven peluquera, decidida a acogerlo los fines de semana. El encuentro con un padre frío que lo rechaza le hace indisponerse con todo lo que le rodea y aferrarse a su bicicleta, único vínculo con el pasado: bicicleta que el padre había vendido y su protectora rescata, recomprándola.
Nuevas
insistencias en el encuentro con el padre. Más rebelión en el centro de acogida
y con su "madre adoptiva", la cual finalmente lo lleva a vivir a
tiempo completo con ella, habiendo de renunciar a su pareja, ante las
desavenencias del chico con su novio. Pandillas callejeras que lo captan.
Delito de robo con agresión. Situación al borde del abismo, finalmente resuelto
por la enorme entrega de la nueva madre sin que el final nos deje la
tranquilidad de una integración social consumada. Pocas sonrisas, muchas
miradas encendidas del joven angustiado, autolesiones, violencia con los que le
rodean, explosión de ira ante una vida resquebrajada: únicamente la nueva madre
la intentará recomponer.
Cine, como casi todo lo que nos viene filmado de Francia, pausado, distendido a pesar del drama, armonioso pese a la violencia y los traumas, aleccionar por lo que supone de rescatar a un niño encaminado hacia la perdición a la velocidad de su bicicleta disparada por las calles.
Magnífica
interpretación del muchacho transmitiéndonos sus angustias de forma descarnada
en los gestos, la mirada sin concesiones, su búsqueda del poco de felicidad
nunca hallada, aunque al final se atisba el rayo de esperanza.
(Publicado inicialmente en el blog laestanqueradeamarcord.blogspot.com)
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