OTRA GENTE EN LISBOA
Rua Augusta. Lisboa. |
Es una felicidad recorrer las calles de la Lisboa antiga e senhorial sobre todo en
domingo, cuando el sosiego del descanso abraza a una población que a lo largo
de la semana lucha contra el tiempo, las prisas, sus múltiples urgencias. Los
turistas venidos de tudo o mundo inteiro les
sustituyen, remansados, admirativos, solicitados por los trabajadores de los
múltiples restaurantes de la zona.
Es el momento de recrearse en esos edificios
robustos, tan bien conjugados de la Avenida da Liberdade y de la Baixa, de
urbanismo y plazas monumentales, que desembocan en la “sin par” Praça do
Comerço (El Terreiro do Paço, como le gusta a los lisboetas designarlo), con su
sobrecogedora estatua ecuestre del Rey Don José -¡cuántas estatuas magníficas
en Lisboa!-; el señorío del Chiado, con las ruinas imponentes del Convento
gótico do Carmo y el Mirador modernista de Santa Justa; el Bairro Alto, tan
fadista; Estrela, con su Basílica barroca; Madragoa, desde donde bajando al río
disfrutaremos del magnífico Museu de Arte Antiga…; el laberíntico callejero de
Alfama y Mouraria, llenas de becos, miradores, pequeños restaurantes con
sonidos de fado vadio…
Recorrer a pie sus cuestas y bajadas; montar en
el “eléctrico” desde Belém (tras visitar el incomparable Mosteiro dos Jerónimos
y la Torre de Belém -esplendor manuelino-, Patrimonios de la Humanidad), hasta
Graça, bajando para admirar la barroca Iglesia de Santa Engracia, el Castelo
medieval de São Jorge, el portentoso Panteão Nacional, el monasterio -entre
manierista y renacentista- de San Vicente de Fora , y un poco más abajo la
románica Sé, en cuyo claustro se atesoran restos arqueológicos desde el
comienzo de nuestra Era, sobresaliendo los romanos e islámicos.
Baixa lisboeta. |
Pero este grato recorrido se ve perturbado al
mismo tiempo con esa “otra gente de Lisboa” que no son los turistas tan
frecuentes los fines de semana o los lisboetas con prisas de la lucha diaria.
Que son de aquí o de allá pero que toman posesión de un reducido espacio y
llaman (con su música, su canto, su susurro) silenciosa o levemente la
atención.
Puerta principal de la Sé de Lisboa. |
Así, la eterna fadista de la Rua Augusta,
con humilde triángulo musical y voz
profunda, la mirada perdida, cuerpo hidrópico, sentada delante de las tiendas
lujosas, que no pide pero agradece cualquier aportación. La acordeonista
(tantos acordeonistas que nos están llegando de los países castigados de la
Europa del Este…) arrodillada entre el juego hermoso del adoquinado de las
calles de la Baixa. Esa mendiga expectante en la puerta románica, ennegrecida,
de la Sé. El mendigo -¡tantos mendigos!-, mudo, en el Chiado, muy cerca de
donde aún Pessoa aguarda sentado a los turistas, para la foto de recuerdo. El
indigente, apenas entrevisto de un beco de la Alfama, confundido con la basura
acumulada, embolsada y dispersa del fin de semana…
Rua Garrett. Chiado lisboeta. |
También, claro, los “hombres y mujeres
estatuas”; los vendedores clandestinos de droga y joyas, que enseñan con
disimulo seleccionando al posible comprador; los limpiabotas cercanos a la
Estação do Rossio…
Tantos más de los que éstos son una muestra
solamente. Sí, es la otra cara de Lisboa, de esta Lisboa hermosa, que extiende
su atractivo a los múltiples barrios que rodean y se abren desde el núcleo que
hemos recorrido.
Víctimas y testigos de la injusticia humana que
podemos encontrar en cualquier parte, desde luego, en cualquier gran ciudad
sobre todo, en cualquier hermosa joya urbana del mundo en donde vayamos a
admirar tanta belleza, pero donde también veremos esta denuncia, mínima y
silente, de la desigualdad.
Beco en la Alfama de Lisboa. |
MOISÉS CAYETANO ROSADO
moisescayetanorosado.blogspot.com
aviagemdosargonautas.com
digitalextremadura.com
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