INCULCAR EL MACHISMO
Recuerdo aquellos textos
infumables de mi infancia donde los niños aprendíamos a leer, y donde estaba
claro el papel que el futuro nos reservaba a los chicos y chicas de la escuela.
El rudo trabajo campesino a los muchachos y “las cosas de la casa” para ellas:
fregar, barrer, coser, planchar, lavar, cocinar… y ser dócil y amable con los
mayores y los hombres de la casa que le irían tocando a lo largo de la vida:
padres, hermanos, maridos y, si se tercia, hijos a los que ya mayores se les ha
de obedecer.
¡Aquella canción del
folklore extremeño!: “Eres más chica que un huevo/ y ya te quieres casar/ ¡Anda
ve y dile a tu madre/ que te enseñe a remendar!/”. Sí, la “profesión” secular de las mujeres en
los países profundos del subdesarrollo: casarse. Pero antes, claro, saber bien
los oficios propios “de su sexo”.
En años más tardíos, como
son los setenta del siglo XX, un grupo de payasos de mucho éxito televisivo,
mediático, de masas, formado por Gaby, Fofó, Miliki y Fofito (familiares
ellos), triunfaba con la siguiente letra con la que pretendían enseñar a los
pequeños los días de la semana:
Lunes antes de almorzar,
una niña fue a jugar
pero no pudo jugar
porque tenía que planchar.
una niña fue a jugar
pero no pudo jugar
porque tenía que planchar.
Así planchaba así, así,
así planchaba así, así,
así planchaba así, así,
así planchaba que yo la vi.
así planchaba así, así,
así planchaba así, así,
así planchaba que yo la vi.
Martes antes de almorzar,
una niña fue a jugar
pero no pudo jugar
porque tenía que coser.
una niña fue a jugar
pero no pudo jugar
porque tenía que coser.
Así cosía así, así,
así cosía así, así,
así cosía así, así,
así cosía que yo la vi.
así cosía así, así,
así cosía así, así,
así cosía que yo la vi.
Así barría así, así,
así barría así, así,
así barría así, así,
así barría que yo la vi.
así barría así, así,
así barría así, así,
así barría que yo la vi.
Jueves antes de almorzar,
una niña fue a jugar
pero no pudo jugar
porque tenía que cocinar.
una niña fue a jugar
pero no pudo jugar
porque tenía que cocinar.
Así cocinaba así, así,
así cocinaba así, así,
así cocinaba así, así,
así cocinaba que yo la vi.
así cocinaba así, así,
así cocinaba así, así,
así cocinaba que yo la vi.
Viernes antes de almorzar,
una niña fue a jugar
pero no pudo jugar
porque tenía que lavar.
una niña fue a jugar
pero no pudo jugar
porque tenía que lavar.
Así lavaba así, así,
así lavaba así, así,
así lavaba así, así,
así lavaba que yo la vi.
así lavaba así, así,
así lavaba así, así,
así lavaba que yo la vi.
Sábado antes de almorzar,
una niña fue a jugar
pero no pudo jugar
porque tenía que tender.
una niña fue a jugar
pero no pudo jugar
porque tenía que tender.
Así tendía así, así,
así tendía así, así,
así tendía así, así,
así tendía que yo la vi
así tendía así, así,
así tendía así, así,
así tendía que yo la vi
Domingo antes de almorzar,
una niña fue a jugar
pero no pudo jugar
porque tenía que rezar.
una niña fue a jugar
pero no pudo jugar
porque tenía que rezar.
Así rezaba así, así,
así rezaba así, así,
así rezaba así, así,
así rezaba que yo la vi.
así rezaba así, así,
así rezaba así, así,
así rezaba que yo la vi.
Merece la pena la larga
transcripción, que a algunos le puede parecer increíble. Incluso Miliki, cuando
alboreaba el siglo XXI, presentó una “réplica” en la que todo quedaba casi
igual, pero sustituyendo “una niña” por “un marido”. Ridícula rectificación a
la que se le veía el plumero del oportunismo, ante el despertar imparable del
feminismo crítico.
El daño estaba hecho. Por
ellos y por todos. Por esos textos horribles de nuestra “deseducación
obligatoria” de la postguerra mundial y las dictaduras ibéricas; por la infame
publicidad de la televisión de aquella misma época y posterior (¿y acaso no
sigue siendo igual todavía?); por las canciones de los payasos y de los no
payasos…
Hace pocos años, un nieto
mío se inscribió en “gimnasia rítmica”. Algo que en el colegio público donde va
parece que era visto como… de chicas. Y recuerdo una pequeña de su edad -sus
años se podían contar con las dos manos y sobraban dedos- le dijo un día “con
retintín” a la salida de clase: “¡Ay, el niño de la gimnasia rítmica!”.
¿Imaginan el lavado cerebral de la pequeña y de tantas pequeñas que piensan así
y que implícitamente asumen el papel encorsetado que he ido mostrando más
atrás? ¡Ah!, cuando cambió a “gimnasia atlética”, la misma chica abría los ojos
con admiración.
¿Seguiremos asumiendo lo de
“anda ve y dile a tu madre/ que te enseñe a remendar” por mucho tiempo más? Por
lo que veo en el modelo publicitario (el más “sabio” en cuestiones
sociológicas), creo que tenemos machismo para rato.
Cada vez que releo la canción de los Payasos de la tele (así eran conocidos), no puedo evitar ver una oculta reivindicación. Es curioso, como mínimo, que impida a la anónima niña, de lunes a sábado, su intención (¿derecho?) de jugar y remate el despropósito con un domingo donde tiene que rezar (muy propio de aquellos piadosos tiempos). Es cierto que la canción era para el deleite de los niños de entonces, pero acaso el popular Fofó se las compuso para denunciar una desigualdad que por aquel entonces estaba a la orden del día. No lo sé, tal vez son mis ojos de hoy los que quieren ver reivindicaciones donde nos la hubo. Una canción protesta inexistente.
ResponderEliminarEn cualquier caso, quisiera dar una opinión optimista sobre el tema que tratas. Es cierto todo cuanto dices, pero creo, modestamente, que hemos evolucionado al respecto (me refiero a Occidente). Las mujeres ocupan puestos de responsabilidad, gozan de independencia económica, tienen acceso a toda la formación académica existente, etc. Creo que hemos avanzado decididamente hacia una igualdad de facto entre mujeres y hombres.
También es cierto que los ecos machistas se conservan en nuestra sociedad, pues aún existen generaciones –la tuya y la mía- donde la formación fue marcadamente machista. Entiendo que superados estos condicionantes heredados por los que nos sucederán, la sociedad asumirá de forma natural lo que ahora se ha tenido que gestionar desde las reivindicaciones, las leyes y la educación. Espero.
Un abrazo y felicidades por tu blog.
Jaume Martínez Anglí, un ex cervantino de 68.