UN PASEO POR EL
DESFILADERO DEL CARES
Moisés Cayetano
Rosado
Subimos
por Riaño hasta la corona montañosa que delimita el norte de León y sur de
Asturias: los Picos de Europa. El paisaje ya es hermoso,
diferente, sobrecogedor en sus levantamientos calizos que rodean el embalse de Riaño.
Es curioso este mar interior en que confluyen los ríos Elsa, Yuso y Orza, que en
1987 surgió -tras algunos intentos anteriores- por decisión del Gobierno de
Felipe González, a pesar de las movilizaciones populares lugareñas, tan
duramente reprimidas por las Fuerzas de Orden, anegando ocho pueblos
previamente demolidos.
Con la inmediata normativa medioambiental
europea, este pantano en que ahora se reflejan los enormes picachos levantados
en la Era Terciaria, no hubiera podido construirse. No se han efectuado los
regadíos prometidos, aunque sí el provecho para las empresas hidroeléctricas, y
ahí queda su silenciosa artificialidad,
que contemplamos de paso, buscando el desfiladero del Cares.
Parando más al norte, en el caserío de Cordiñanes, estamos en su
inicio. Envueltos en la magia de un
paisaje sobrecogedor, donde abundan las casas rurales en las que recibir el
regalo de un despertar entre praderas, hórreos, escarpaduras increíbles.
A veces nos parece que el cielo baja por las
laderas y se coloca a medio camino de los elevados
triángulos de piedras. Todo es caliza gris, dispuesta en bandas fuertemente
erosionadas y plegadas con pronunciado buzamiento, como si fuesen inmensas páginas de libro que forzamos a
pasar en la lectura.
Enseguida estaremos en el Mirador del Tombo, a pocos kilómetros de la población de Caín,
donde se inicia la Garganta del Cares. Desde este otero, con hermosa cruz de hierro y escultura de rebeco
-emblema de la fauna de los Picos de Europa-, se inicia una senda que invita al
recorrido a pie hasta Caín. Camino bastante accesible y cuidado, restallante de
vegetación y con hermosas vistas de los alrededores, abruptos, llenos de
contrastes en cuanto a picos y valles, donde frecuentemente veremos grupos de cabras pastando en las pendientes,
como haciendo un espectáculo de equilibrios.
Ya en
Caín, se inicia la Ruta del Cares. Extraordinario desfiladero en que se
abrió una cómoda senda para el mantenimiento del canal de alimentación de la
central hidroeléctrica de Carmameña-Pocebos, inicialmente construido entre 1916
y 1921, ampliado entre 1945 y 1950.
A
lo largo de 11 kilómetros, podemos disfrutar de un paisaje indescriptible,
que al fotografiarlo nos frustra un poco, pues es imposible plasmar con la
cámara tanta belleza. Las grutas,
puentes colgados, senderos esculpidos en la roca…, el propio canal que unas
veces nos acompaña, otras vemos más arriba o debajo de nosotros…, constituyen
un recreo visual de los mejores que nos sean dados contemplar en la naturaleza.
El
río, abajo, corre impetuoso. Cuando por los puentes pasamos de
un lado a otro del desfiladero, queda a nuestros pies, rugiente, espumante,
moldeando enormes bloques de piedra depositadas en su lecho.
El canal
da de lejos la sensación de que discurre manso, sin apenas movimiento. De cerca
es una masa de agua lanzada a notable
velocidad, que a veces rebasa sus paredes y moja la senda por donde
caminamos; senda pétrea, troglodítica, abismal.
En cualquier caso, el trazado es tan cómodo, tan accesible, que cualquiera puede hacer la
Ruta, sin especial preparación. Solo bota y ropa cómodas se nos hacen
necesarias. Y un paraguas por la lluvia que en cualquier momento nos pueda
caer, en esta ruta húmeda del increíble norte de León, desembocando en una
Asturias verde, hermosa, que invita a nuevas aventuras.
Eres terrible, me sorprende que seas capaz de meterte por esos parajes tan hermosos, pero para zagales,nosotros ya somos veteranos.
ResponderEliminarMe encanto este viaje que me relatas.Un abrazo
Había gente haciéndolo... casi en silla de ruedas. Jajajajaja...
EliminarTu nombre y apellidos son eternos ni con el alzheimer se olvida. Tus entradas son muy originales tanto aquí como en facebook.
ResponderEliminarMuchas gracias.
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