INMIGRACIÓN EN
ESPAÑA Y PORTUGAL EN EL CAMBIO DE SIGLO (y II).
MASIVO
MOVIMIENTO DEMOGRÁFICO.
MOISÉS CAYETANO ROSADO
Doctor en
Geografía e Historia
LA
INMIGRACIÓN EN PORTUGAL.
La llegada de inmigrantes extranjeros a
Portugal se inicia imperceptiblemente en 1981, en que la población foránea es
de alrededor de 50.000 personas, duplicándose en 1989. No dejará de subir en la
siguiente década, llegando a 200.000 diez años después, e inaugurando el nuevo
siglo con aportes poblacionales continuados, que se aceleran a partir de 2005
en que se alcanzan más de 250.000 extranjeros. La subida en los siguientes
cuatro años va a ser significativa: 450.000 residentes venidos de fuera en
2009, el 4’3% del total poblacional.
Pero a partir de ese año se inicia el declive,
pues ya los efectos de la crisis de la “burbuja inmobiliaria y bancaria”
comienzo a causar sus efectos: se produce un parón en las entradas y cierto
flujo de retorno por parte de los inmigrantes afectados por la falta de
trabajo, si bien los movimientos de salida no serán muy significativos, pues
tampoco la situación de sus países de origen dan para un retorno esperanzador.
En cualquier caso, este nuevo ciclo migratorio
(inédito por pasar a ser Portugal zona de recepción, cuando tradicionalmente lo
fue siempre de emigración) se cierra, como se cerró el de salidas en los años
del desarrollismo europeo. Éste supuso quince años de sangría para Portugal, y
el reciente casi otros quince de recepción de “savia nueva” para su envejecida
pirámide poblacional, ya que los emigrantes siempre son abrumadoramente
personas en edad útil laboral.
La procedencia de los inmigrantes en Portugal,
antes de iniciarse el “grueso” del proceso, había sido la tradicional: sus
antiguas colonias africanas (Cabo Verde, Angola y Guinea) y Brasil, que entre
las cuatro suponían el 60% del total. Al final del mismo, se mantiene su
importancia, aunque desciende al 40%, irrumpiendo con fuerza la presencia de
ucranianos (11% del total) y rumanos (9%), que se sitúan en importancia
numérica tras los brasileños (si bien éstos suponen casi el 30% de todos los
inmigrantes, cuando diez años antes no llegaban al 10%).
LA
INMIGRACIÓN EN ESPAÑA.
También al comienzo de la década de los años
ochenta se inicia lentamente la afluencia de emigrantes extranjeros a España,
que en 1991 alcanza la cifra de 360.000. Pero será a partir del inicio del
siglo XXI cuando se masifiquen las llegadas, que en el año 2001 ya suponen
1.370.000 residentes extranjeros.
Ningún país europeo alcanzará la masificación
migratoria que experimenta España en los diez primeros años del siglo XX,
alcanzándose casi los seis millones de residentes extranjeros, para una
población de cuarenta y seis millones de habitantes. Esto supone un 13% del
total poblacional, tres veces más porcentualmente que los recibidos por
Portugal y casi el triple de los emigrantes españoles de la etapa del
desarrollismo (1961-1975). Algo inédito para España en toda su historia, y que
supera la emigración recibida por el resto de los países europeos.
A partir de 2010 la emigración se ralentiza, a
causa de la citada crisis de 2008, y ya no volverá a remontar. Al contrario, en
los cinco años siguientes se perderán un millón de extranjeros, la mayoría por
retorno a sus países de origen, si bien no hay que descartar los que se
nacionalizan como ciudadanos españoles, al cumplir los requisitos legales. En
cualquier caso, la etapa inmigratoria se cerró, como en el caso general de
nuestros vecinos, y en particular de Portugal.
La procedencia de los inmigrantes en España es
esencialmente de cuatro países, que en el momento álgido de su presencia
(2011), cuando se alcanza los 5.730.667 extranjeros, es: rumanos, 15’6%;
marroquíes, 13’7%; de Reino Unido, 6’95%, y de Ecuador, 5’4%. Todos ellos
emigración esencialmente laboral, menos en el caso de Reino Unido, que se trata
mayoritariamente de residentes de tercera edad.
Es de destacar que tanto en el caso español
como en el portugués todas las nacionalidades presentes en su territorio bajan
su presencia entre los años de afluencia masiva (2000-20010) y la actualidad…
menos la comunidad china, que aumenta espectacularmente en estos cinco últimos
años, triplicándose en el caso portugués y duplicándose en el español. Y a
diferencia del resto de los emigrantes que se emplean mayoritariamente en el
peonaje agrícola, de servicios y construcción civil, los chinos lo harán como
autónomos en la restauración y el comercio.
¿Y EL
FUTURO?
En los momentos actuales, cuando aún estamos
inmersos en la terrible crisis económica desatada alrededor de 2008, es
impredecible el futuro. Por lo pronto, el retorno de los que eligieron nuestros
dos países en los años de bonanza, no es fácil, dado que la situación en sus
lugares de procedencia sigue siendo pésima; en cuanto a la población de origen
español y portugués, especialmente la juventud, vuelve a cifrar sus esperanzas
en la Europa Central y Norteamérica: no se trata ahora de peonaje sin
cualificar, como en los años sesenta del siglo pasado, sino de jóvenes preparados,
bien formados en gran parte de los casos, con dominio de idiomas, que en la
Península ibérica no encuentran salida laboral y prueban suerte, como
generaciones anteriores, en la Europa más de desarrollada, en Canadá y EE.UU.
Los movimientos migratorios actuales están
ralentizados, pero no cesan, asistiéndose de nuevo a una pérdida de capital
humano como era tradicional, exceptuado ese paréntesis de finales del siglo XX
y principios del siglo XXI, donde por una vez en la historia contemporánea nos
convertimos en la “tierra prometida”.
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