CÁLIDO Y
CLARIFICADO “NOVIEMBRE”, DE JORGE GALÁN
Moisés Cayetano
Rosado
Acabo de leer un libro especial, al que la Real Academia Española le concedió hace
poco menos de tres meses su premio anual. Publicado inicialmente por
Planeta, en México, el año pasado, y este año por Tusquets en España, estamos
ante un fenómeno literario complejo y emotivo.
El poeta
y narrador salvadoreño Jorge Galán nos ofrece una obra que en sus 275
páginas narra la conmovedora historia del asesinato de los jesuitas españoles Ignacio Ellacuría, Ignacio Martín-Baró, Segundo Montes, Juan
Ramón Moreno y Amando López, el sacerdote salvadoreño Joaquín López y López y
la colaboradora Elba Ramos e hija Celina, hace 27 años.
Es una emocionante narración que el
propio autor llama “novela”, pero
que es al mismo tiempo una especie de reportaje
periodístico y de sublime obra
poética en muchos de sus pasajes, además de un “acta notarial” de la barbarie.
Tantos años después, y con apenas
condenados -y amnistiados-, queda por proclamar la razón de la sinrazón: ¿Por qué fueron asesinados aquellos que
estaban precisamente trabajando por la paz en El Salvador, especialmente
Ellacuría, al tiempo que se eliminaba a los demás para que no quedara testigo
alguno del crimen?
“Noviembre” es una obra sobrecogedora, cálida, clarificadora, llena de
belleza formal y de compromiso argumental. Propia de un poeta, de un
periodista, de un narrador experimentado, al mismo tiempo. Una historia coral y
circular, con múltiples protagonistas y recurrentes vueltas atrás y hacia
adelante para ofrecer visiones desde todos los ángulos, desde todos los
involucrados en los acontecimientos: desde los jesuitas masacrados y otros
sacerdotes hasta los militares y guerrilleros implicados, pasando por el propio
Presidente de la República, Sr. Cristiani, retrocediendo incluso a otros
protagonistas claves del convulso proceso salvadoreño, como fue el arzobispo
también asesinado anteriormente, Monseñor Romero.
Por su denuncia y porque apunta al
corazón de la conjura, Jorge Galán se ha visto amenazado y ha tenido que salir
del país, donde su seguridad resulta más que frágil. Hay en la obra frases
contundentes que no se le perdonan. Uno de los protagonistas declara: “Que Ellacuría era un objetivo para los
militares no porque fuera cercano a la izquierda, sino porque ayudaba en el
proceso de paz. A mí eso me quedó claro por dos cosas. Una es porque los
militares se estaban haciendo ricos con la guerra y no querían que acabara.
Recibían un millón de dólares al día sólo de los Estados Unidos. Y eso es mucho
dinero”.
Las guerras y su negocio armamentístico,
el control neocolonialista de zonas y países para su explotación económica y
neutralización de “experimentos políticos no afines”, los poderes fácticos que
escapan a la legalidad sirviéndose de la propia legalidad, tienen en esta obra
hermosamente relatada un ejemplo
contundente y de desgarradora actualidad extrapolable.
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