HIJOS DE LA
DEHESA, NIETOS DE LA PAMPA
Autores: Varios.
Coordinadores, Francisco Antonio Perna Paniagua y Máximo Durán Abad.
Edita: Editora
Regional de Extremadura. Mérida, 2014. 159 páginas.
Argentina
fue una “tierra de promisión” para gran número de italianos, españoles… que
entre mediados del siglo XIX y primeros años del siglo XX accedieron a ella de
forma masiva, con la esperanza de un futuro mejor que el que les aguardaba en
una Europa sumida en la miseria. La industrialización y el maquinismo habían
llevado en Occidente a un ahorro de mano de obra no solo en el sector
secundario sino también en el primario, al tiempo que el despertar productivo
de los países emergentes del Cono Sur americano necesitaba “nueva sabia” para
poblar y brazos jóvenes para trabajar.
En un
ensayo presentado en el IX Congreso Internacional de Historia de América -celebrado
en Badajoz, en 2001-, mi hijo Moisés Cayetano Rodríguez estudió esa emigración,
que entre 1857 y 1915 ascendía a más de 1.500.000 españoles, algo que
únicamente el estallido de la I Guerra Mundial y las crisis consecuentes
consiguen mitigar (ver estudio completo en el Documento 39 del siguiente
enlace: http://moisescayetanorosado.blogspot.com.es/p/paginaprueba.html).
De las causas y avatares de este
fenómeno migratorio hay abundante documentación bibliográfica, hemerográfica y
literaria, siendo el novelista extremeño Felipe Trigo quien lo ha tratado con
profusión y maestría en diversas obras, especialmente en la más conocida de
ellas: “Jarrapellejos” (véase también en el Documento 25 del enlace anterior mi
estudio sobre “La emigración en la obra de Felipe Trigo”).
Como nieto de emigrantes a Argentina e hijo de nacido
allá y vuelto con sus padres a Extremadura (quedando gran parte de su familia
en la Pampa), resulta para mí un tema especialmente emotivo (ver http://moisescayetanorosado.blogspot.com.es/2012/03/retorno-desde-la-emigraciontransoceanic.html).
Lo es todo lo que a la emigración en general se refiere para cualquier
extremeño, pues en el pasado siglo perdimos por esa vía más del 40% de nuestra
población regional, lo que hace raro que alguien no tenga diversos amigos,
familiares, conocidos, en diversos lugares de recepción migratoria.
Por eso, encontrarnos con el libro
“Hijos de la Dehesa, nietos de la Pampa. Relatos de la emigración
extremeño-argentina”, nos ofrece el valor añadido de lo emotivo, lo cercano, al
tiempo que el testimonio histórico de primera mano que suponen las “historias
de vida”, que contiene.
Francisco Antonio Perna Paniagua -nacido
en Rosario (Argentina), de madres y abuelos maternos extremeños, socio fundador
y primer presidente del Centro Extremeño de Rosario- y Máximo Durán Abad -hijo
de extremeño y gallega, de abuelo materno nacido en Argentina, periodista que
trabaja en el Gabinete de Prensa de la Junta de Extremadura-, han sido los
encargados de la coordinación de esta edición de la Editora Regional, en que se
nos muestran veintiocho relatos mayoritariamente autobiográficos, donde los protagonistas
de la emigración y sus descendientes documentan desde la sencillez, el rigor y
la nostalgia aquello que fue nuestra odisea de principios de siglo XX y también
el rescoldo de otra posterior, tras la Guerra Civil española, antes de que se
abriera el torrente migratorio hacia Europa Occidental en los años sesenta.
En las narraciones de sus protagonistas
está lo esencial de lo que supuso aquel éxodo difícil, doloroso, desgarrador e
inevitable para unas gentes sin perspectivas de futuro en origen, que buscaban
para ellos y especialmente para sus hijos un porvenir menos oscuro que aquel
que entreveían en su tierra.
Desde la consecución de los permisos
oficiales para realizar el viaje y la acomodación en Argentina hasta la
situación actual, van pasando por nuestros ojos, a través de las páginas del
libro, todo el latir humano que llevó consigo: el efecto “llamada” de parientes,
amigos, conocidos ya instalados; la venta de sus humildes posesiones o el
endeudamiento para reunir la suma del pasaje; la difícil, convulsa travesía de
alrededor de un mes en incómodos barcos, muchas veces inseguros; el trabajo
durísimo en el campo argentino -principal destino de los emigrantes- o en
servicios urbanos, mal remunerados, inestables, temporales, de mucha menos
rentabilidad que la soñada; la nostalgia de la familia, los amigos, que quedaron
en sus pueblos; la tierra de nacimiento que se lleva siempre en el recuerdo…
Con todo,
va surgiendo el consuelo de las asociaciones que se hicieron para combatir la
nostalgia y facilitar la ayuda mutua (en este aspecto los gallegos fundaron
algunas potentísimas y de enorme influencia política y social). En los dos
últimos capítulos nos ofrecen el ejemplo de las creadas formalmente en estos
últimos años, específicamente regionales: Centros Extremeños de Rosario y Santa
Fe.
El libro
va enriquecido con fotos de Extremadura y Argentina, así como los protagonistas
de las historias narradas, junto a algunos documentos personales, recorriendo
las diversas etapas del proceso: despedidas, embarques, pueblos y personajes en
puntos de origen y de recepción a lo largo de todo el siglo XX.
Una joya,
en fin, para conocer el latido humano de lo que aquella emigración supuso para
los que se vieron envueltos en la misma. Un testimonio de primera mano contado
con realismo, sin ocultar lo que el movimiento migratorio ultramarino tuvo de
dificultoso, y en el que algunos, sí, triunfaron e incluso lograron un
desenvolvimiento económico fantástico, pero en el que una gran mayoría logró
apenas algo más que sobrevivir, con tantas e incluso más dificultades que en la
tierra que les vio marchar. Porque la emigración, especialmente la ultramarina,
está llena de sueños, mas también de desencantos; de latir humano y de
sobrevivencia; de desgarros, aunque igualmente de recomposiciones, y al final
-como se dice con frecuencia en estos testimonios-, los emigrantes y sus
directos descendientes han ido viendo crecer dos patrias en el interior de sus
corazones, a las que quieren vivamente: España y Argentina.
Hoy
tienen el alivio de la facilidad de las comunicaciones: tanto directas -unas
horas de avión y no un mes de penalidades en el barco-, como indirectas -las
facilidades de las videoconferencias, los móviles, internet, etc.- y no
aquellas cartas que entre el ir y volver llevaban dos meses de espera, o las
carísimas y demoradas conferencias telefónicas; también la acción institucional
de Extremadura, que recuperó la conexión y colaboración a través del Consejo de
Comunidades Extremeñas. A los “hijos de la dehesa” les queda ese consuelo en
los últimos años de su vida, y a los “nietos de la Pampa”, este lazo de unión
que siguen cultivando y ojalá se lo transmitan a sus descendientes, para que no
perdamos el hermanamiento que a todos enriquece y engrandece.
MOISÉS CAYETANO ROSADO
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