PRESENCIA “HUMANA”
EN GRUTAS CALCÁREAS
Cueva del Tesoro. Rincón de la Victoria |
Moisés Cayetano
Rosado
He visto grutas calcáreas por diversas partes
del mundo. La mayoría con formaciones extraordinariamente caprichosas de
estalactitas y estalagmitas, así como columnas hercúleas que parecen enormes
velones por los que resbalan lagrimones calizos que brillan a la mínima luz.
Muchas de ellas han sido habitadas desde la
noche de los tiempos y conservan en sus paredes el testimonio de sus antiguos
inquilinos en forma de pinturas y grabados, que se remontan al Paleolítico y
Neolítico: arte figurativo y esquemático que nos maravilla por su precisión y
simbolismo, como nos maravillan las oquedades sinuosas y su grandiosidad.
Huella "deshumana" en grutade Portinho |
Algunas, sin que estén explotadas para visitas
de turistas, sufren el vandalismo de los que quieren dejar huella de su
presencia en el lugar o llevarse alguna punta de piedra caliza con su gota de
agua que enseguida desaparecerá. Es lo que ocurre con una hermosa gruta que da
directamente al mar en Portinho da Arrábida, cerca de Setúbal, que no está
señalizada, pero muchos conocemos y sabemos acceder a través de un sendero que
baja hasta ella entre la maleza del Parque Natural.
¡Lástima de cueva labrada
por los siglos, los milenios, en la que, curiosamente, se practican reuniones
religiosas de sincretismo cristiano-santero-animista, con un altar lleno de santos
y de flores, pero donde también graban su nombre, fechas y mensajes los
desaprensivos e insensibles!
No es de extrañar que en algunas se tomen
medidas rigurosas y el guía que te conduce en todo momento no deje ni siquiera
fotografiar el interior. La medida es algo desproporcionada, y nada frecuente,
pues en la inmensa mayoría los turistas pueden dejar constancia en máquinas
fotográficas y móviles de su presencia y gozo ante tanta belleza natural. Este
caso radical se da no muy lejos del abandono de la anterior: en la Gruta de
Escoural, del municipio de Montemor-o-Novo; pequeña, pero deliciosa cavidad
multiforme, con algunos grabados figurativos de animales y otros esquemáticos
de pequeño tamaño, aunque bastante llamativos.
Pero, ¡ay!, esa tendencia a mostrar la propia
burricie de quien lo hace, esa obsesión por dejar estúpidamente su testimonio
absurdo en cuanto no haya vigilancia que lo impida, acecha inmisericorde.
Desierto de Wady Rum, Jordania |
Por eso me asombró que en los enormes
pedruscones de arenisca del Desierto de Wady Rum, en Jordania, se mantuvieran
los grabados de sus abundantes paredones sin el trazo contemporáneo de turistas
ávidos por dejar testimonio de su presencia. Tal vez los camelleros del
desierto, tan presentes, fueran advertencia suficiente…
Postojna. Eslovenia |
O me llama la atención que en las inmensas
cuevas de Postjona, en Eslovaquia, de las más grandes del mundo (con más de 20
kilómetros), y donde has de internarte primero en tren subterráneo con un
recorrido de 5 kilómetros, rodeado de cientos y cientos de curiosos, y bajo discreta
y mínima guía-vigilancia, no descubriera ni un rasguño ocasionado por manos
“tentadoras”.
Sin embargo, dentro de la abundancia de este
tipo de cavidades que tenemos en España, he visitado recientemente la “Cueva
del Tesoro” del Rincón de la Victoria, en Málaga, y otra vez el triste
testimonio de la barbarie me ha vuelto a sobresaltar. Sobresaltar porque en
estas magníficas cavidades de 1.500 metros de longitud, de origen marino,
modelados por las olas sus componentes calizos, arcillosos y cuarcíticos, con
restos de pinturas rupestres paleolíticas y neolíticas, se visitan sin guía que
te acompañe. No es que hagan mucha falta como tales, pues el recorrido es fácil
y de limitada dificultad, pero dejar al personal por libre, sin vigilancia
personal ni electrónica resulta desastroso: la constancia de nombres y de
fechas se superponen a restos de pinturas prehistóricas, las arrasan, como
también arrancan puntas de disoluciones carbonatadas o pisotean corrientes
discretas de agua que discurren entre los huecos de las rocas.
Preguntando en la entrada por la razón de esta
falta de personal de acompañamiento, la respuesta es la de tantas en otros
tantos lugares (me ocurrió recientemente en la antigua y celebérrima ciudad
romana de Herculano -Patrimonio de la Humanidad-, con salas cerradas al
público): falta de personal contratado para esos menesteres.
¡Así nos luce el pelo! La ignorancia campando y
devorando a sus anchas, y el patrimonio de milenios ultrajado por los que bien
harían con quedarse tomando vinazo en la taberna.
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