Un siglo de la historia de la Guardia Civil en
Extremadura. Desde su fundación a la lucha contra el Maquis (1844-1944)
Autor: Francisco Javier García Carrero.
Edita: Diputación de Badajoz, 2017. 518
páginas.
Cuando conocí en Barcelona, en 1972, al novelista
Tomás Salvador, me recomendó su novela “Cuerda de presos”, a la que tenía
especial cariño. La acción discurre a finales del siglo XIX y relata la
conducción por dos guardias civiles de un asesino en serie y violador desde
León a Vitoria durante once días, primero a pie y luego en tren, mostrándonos
las penalidades cotidianas del servicio de estos agentes del orden en la España
decimonónica.
La novela había sido escrita en 1953, el mismo
año en que el también novelista Ignacio
Aldecoa terminó su obra “El fulgor y la sangre”, ambientada en las duras
tierras de Castilla, con el asesinato de un cabo de la Guardia Civil, en una
feria de pueblo, en tanto los familiares de los guardias envueltos en el
servicio aguardan la llegada sin saber cuál es el desafortunado. El autor se
vale del recuerdo de las mujeres de los guardias para mostrar la dureza de sus
vidas cuartelarías y del discurrir de todos ellos desde los años difíciles, trágicos
de la II República y la Guerra Civil.
Y como siempre he ido alternando la literatura
que recrea la historia con el estudio documentado de la misma, me han servido
estos dos amplios relatos para ponerle “acción” a la investigación profunda que
el profesor, doctor en Historia, Francisco Javier García Carrero ha publicado
bajo el título de Un siglo de la historia
de la Guardia Civil en Extremadura. Desde su fundación a la lucha contra el
Maquis (1844-1944), ganadora del Premio Arturo Barea-2016, de la Diputación
de Badajoz.
Esa función de persecución y conducción de
transgresores de la ley está muy presente en la obra del investigador, que nos
ofrece detalladas estadísticas de los servicios efectuados, por períodos y
modalidades: con delincuentes, ladrones, reos-prófugos, desertores, de faltas
leves y contrabando. Y es que, como dice García Carrero en la “Justificación”
inicial: “la Guardia Civil es uno de los pilares fundamentales de la seguridad
española desde hace más de ciento cincuenta años” (pág. 21).
Y la vida sacrificada -acuartelados, aislados
diríamos que “disciplinariamente” del entorno en que actúan, sometidos ellos y
sus familiares a la tensión de un trabajo muchas veces arriesgado y malamente
aceptado por las clases populares, en el período analizado en esta
investigación e incluso durante la mayor parte de la etapa franquista- queda de
manifiesto en esta obra. Dice en la Introducción (“Cien años en la historia del
mundo rural extremeño”) el profesor Fernando Sánchez Marroyo: “Agrupados en la
Casa Cuartel, los miembros de la Guardia Civil mantenían una prudente distancia
con respecto a sus convecinos” (pág. 13), siendo “percibida por algunos como
instrumento protector de los terratenientes y patronos y, por el contrario,
perseguidor de los campesinos pobres y jornaleros” (pág. 14).
García Carrero divide su trabajo en 11 capítulos,
más una breve Conclusión de seis páginas, que resume todo el abultado estudio;
Anexo de los Jefes del Tercio en Extremadura durante los cien años estudiados,
biografías de los principales oficiales y mandos que aparecen en la obra;
ilustraciones fotográficas; fuentes y una amplísima bibliografía.
El primer capítulo lo dedica a “La seguridad
interior antes de la fundación de la Guardia Civil”, detallando la historia de
Hermandades, Apellido, Somatén, Guardas del General, Ballesteros del Centenar,
Guardas de la Costa del Reino de Granada, Migueletes, Mozos de Escuadra y otros
cuerpos regionales, señalados como remotos precedentes.
Un segundo capítulo, “Entre el absolutismo y el
liberalismo: influencia francesa”, sigue repasando la evolución histórica de
los cuerpos de seguridad, incardinados en la propia evolución de la historia
nacional, impregnada en todo el siglo XIX por el condicionamiento de
absolutistas y liberales. El tercero nos narra los “Últimos ensayos policiales
previos a la creación de la Guardia Civil”, con diversos y “nuevos intentos por
establecer ese cuerpo armado permanente” (pág. 69).
Ya el cuarto se entra en la “Creación de la
Guardia Civil (1844)”, clarificando su misión principal de seguridad pública:
“Cuerpo policial que tendría que especializarse en combatir la criminalidad, el
bandidaje y los conflictos de orden público de media intensidad” (pág. 85), bajo
un estricto código de honor, servicio y entrega a la sociedad.
En el siguiente capítulo, el quinto:
“Estructura inicial de la Guardia Civil en Extremadura”, estudia la
conformación del Cuerpo desde 1844 a 1861, detallando por bienios o trienios
los servicios efectuados, y dando cuenta de la situación y evolución de las
Fuerzas del Tercio a que se adscribe Extremadura.
Esta metodología estará presente en los
siguientes capítulos, en los que la situación y evolución de las fuerzas
gobernantes del país irán condicionando la actuación del Cuerpo. De esta forma,
en el capítulo 6: “El Tercio IX y su ampliación: la Comandancia onubense”, nos
indica que “La presencia progresista en el Gobierno, la aprobación de una
Constitución democrática y el aumento de las libertades públicas generó en el
campo extremeño numerosos conflictos de orden público en el campesinado que
comienza a movilizarse. A destacar la invasión de fincas con la finalidad
exclusiva en aquellos años de obtener los frutos para poder comer, sin
cuestionarse entonces, el concepto de propiedad de la tierra” (pág. 161): algo
que volverá a reproducirse, pero con una mayor intensidad y gravedad de
enfrentamientos en la II República, como veremos, y además con un
cuestionamiento ya manifiesto en cuanto al sistema de propiedad latifundista,
enfrentada a la Reforma Agraria.
“La Guardia Civil extremeña en las postrimerías
del siglo XIX” es el título del capítulo 7, en que pone de manifiesto “cómo las
corporaciones locales, y los caciques de los pueblos, presionaban ante los
mandos provinciales del Instituto o en la Dirección General del Cuerpo para que
creasen un Puesto en determinada localidad” (pág. 201), como medio de control y
represión del campesinado sin tierras por parte de los grandes propietarios.
Algo que, dice García Carrero, “no fue del agrado de algunos mandos de la
Guardia Civil” (pág. 201), pero que lógicamente han de acatar, por su
supeditación reglamentaria al poder civil.
El siglo XX se inicia, y discurrirá en casi su
primer tercio, con el reinado de Alfonso XIII. A ello se dedica el capítulo
octavo: “La Benemérita en el reinado de Alfonso XIII (1902-1930)”. Época
plagada de conflictos por motivos “económicos”, “escasez de trabajo”,
“descontentos contra el resultado electoral” tan viciado por el caciquismo, o
“anti-militares” (pág. 236). Los enfrentamientos campesinos-Guardia Civil son
violentos de palabra y hechos, consiguiéndose el “deterioro definitivo de la
imagen del Cuerpo ante las capas populares” (pág. 237). Ante ello, el autor de
este trabajo subraya expresamente: “la culpa de esta situación no es tanto del
Instituto armado como de la instrumentalización que se hizo del mismo” (pág.
237), en el mismo sentido que ya manifestó para la etapa anterior y, en el
fondo, para todo el recorrido histórico de la Institución.
A continuación viene el capítulo más detallado
en cuanto a conflictos, por ser el tiempo de mayores enfrentamientos, de un
cariz trágico en gran parte de ellos, el noveno: “Guardia Civil y Segunda
República (1931-1936)”. Expectación y esperanza; aguardo y frustración: “La
llegada de la Segunda República -explica- abrió una etapa de intensa
conflictividad social en el mundo rural extremeño como hasta entonces nunca se
había conocido” (pág. 312). Y es que “Campesinos y obreros se sintieron
engañados por un Gobierno al que acusaban de burgués” (pág. 312). El hambre se
agudizaba en el campo extremeño, producto en buena parte de la crisis mundial
de 1929 y del boicot a la República por los grandes propietarios absentistas,
sin que el Gobierno hiciera las reformas exigidas por el movimiento obrero, los
sindicatos y los partidos de izquierda.
Los enfrentamientos en multitud de pueblos son
enumerados por Francisco Javier García Carrero con minuciosidad, describiendo
la tragedia en algunos de ellos con especial atención, cual son los casos de
Castilblanco, de Montemolín, de Santiago del Campo o Almoharín. Por todo ello,
“la actuación de la Benemérita es que no sólo causó numerosas víctimas, con ser
muy grave este dato, sino que generó un notable resentimiento hacia la Guardia
Civil entre los campesinos más modestos que tardó muchos años en superarse”
(págs. 337-338).
El penúltimo capítulo, el 10, trata de
“Conspiración, Golpe y Guerra Civil: implicación de la Guardia Civil”, de
entrega a la causa golpista manifiestamente en Cáceres y de muy escasa
repercusión en Badajoz, pormenorizando por comandancias y puestos las actitudes
y actuaciones de mandos y números.
Finaliza la obra -capítulo 11- con “Primer
franquismo y Guardia Civil en Extremadura (1939-1944), analizando “la Ley de 15
de marzo de 1940 la que configuró la llamada Guardia Civil ‘nueva’” (pág. 417).
Una Guardia Civil que “se tuvo que emplear a fondo en la lucha contra los
guerrilleros antifranquistas” (pág. 426), lo que constituirá “su principal
misión durante esta primera década” (pág. 431).
Así, en el último párrafo -en la Conclusión- de
su profundo, detallado, documentado y ágilmente relatado libro, García Carrero
afirma: “La Guardia Civil ‘nueva’ /…/ no al servicio del pueblo, sino al
servicio del Estado que había ganado la cruenta Guerra Civil. Se convirtieron,
por consiguiente, en los ‘guardias para una dictadura’” (pág. 454).
Unos “guardias” que atravesarán por diversas
vicisitudes desde ese momento -1944- hasta la actualidad, lo que merecen otro
estudio descriptivo, tan minucioso como el que ahora tenemos la oportunidad de
leer. La interpretación crítica de vivencias está en la Memoria colectiva aún
viva, novelada, cinematografiada, testimoniada, como en buena parte el periodo
que en este libro se describe, y que en las dos novelas que al principio
indiqué suponen un arranque y un final interpretativo, subjetivo, de amplio
valor complementario para tan rico y documentado repaso histórico logrado por Francisco
Javier García Carrero.
MOISÉS
CAYETANO ROSADO
donoso cuerpo, esplente alma, como el real mandril o la moncloa, cuando no la expo92 u otras ocurrensias de la mollera españolista, mu lista..., ¡¡cómo pa no ser republicano esencial pero en verdad y tirar to eso a la basura como la eppañia de merde, eso sí, clamorosamente y cuerpo mayoritaria, como las moscas matanceras, oye!!... ... ... ¿y a estas averiguaciones carcamales y directamente histéricas se dedican los dineritos públicos que nos roba la diputación pacense, muy caros todos sus impuestos y canallas en algunos casos...? Cuando a mí y a muchos niegan ayudas mínimas para asuntos de desarrollo mental y crecimiento intelectual de tanto agilipollado empecinado en la PPuta Historia de Mierda, ese jollo que hunde todo... Y perdonen los denuestos, es como poco...
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