ABRIL
PARA LLORAR, ABRIL PARA SOÑAR
Moisés Cayetano Rosado
Doctor
el Geografía e Historia
El Capitão de Elvas, António Bras, en el cautiverio. |
El 9 de
abril de 1918 (conmemoramos ahora el centenario) se dio la Batalla de
la Lys, en la frontera franco-belga, constituyendo de los mayores desastres
militares portugueses (que participaba con los aliados en la 1ª Guerra Mundial)
después de la Batalla de Alcácer-Quibir de 1578, con casi medio millar de
muertos y 6.000 prisioneros. A lo largo de aquella 1ª Guerra Mundial -en la que
Portugal se involucró por el miedo a perder sus colonias africanas a manos de
los alemanes, y por mantener un “prestigio” de potencia aliada, del que apenas
era una sombra-, este país con 6.000.000 de habitantes involucró a cien mil
soldados, de los que murieron seis mil, con otros tantos desaparecidos y otro
número similar de heridos graves y casi 7.000 prisioneros de guerra.
Las víctimas
reclutadas pertenecían al grupo social “mais desprotegido” pues los
pertenecientes a familias pudientes “en troca de pagamento de uma quantia em
dinheiro, livravam-se do cumprimento de servir a Pátria”, según denunciaba el
capitão de Elvas António Braz, prisionero en el enfrentamiento, cuyas memorias
bajo el título “Como os prisioneiros portugueses foram tratados na Alemanha”,
publicadas en su Elvas natal, son una firme denuncia del maltrato alemán y del
olvido en que los tuvo Portugal durante su lacerante cautiverio.
Lo mismo había
ocurrido en las intervenciones españolas de Cuba, Puerto Rico y Filipinas, que
condujeron al “Desastre del 98”, siendo crucial la declaración de guerra de
EE.UU. tras el hundimiento de su acorazado Maine en la Bahía de La Habana el 25 de
abril de 1898 (hace ahora precisamente 120 años). En Cuba “dejaríamos”
50.000 soldados españoles muertos por enfermedades, hambre y miseria, 10.000
más fallecidos en combate y 13.000 heridos o gravemente enfermos; en Filipinas
subirían de 3.000 los muertos y de 7.000 los prisioneros. Se aproximaron a
350.000 los soldados movilizados, de una población de 18.600.000 habitantes:
similar proporción a la portuguesa.
Desastre de Annual |
Nueva masacre
pasaría en la “Guerra del Rif” (1911-1927), donde una vez más los que no podían
“pagar su redención y libranza” se vieron obligados a servir en lo que se
convirtió en un auténtico “matadero”: el Desastre de Annual se llevó la vida de
más de 10.000 españoles el 22 de julio de 1921, comparable a la tragedia de la
Batalla de las Linhas de Elvas, de 14 de enero de 1659. Emotivamente lo retrata
el escritor badajocense Arturo Barea en “La ruta”, de la trilogía “La forja de
un rebelde”, como otros muchos autores en extensa bibliografía ensayística y
novelada, de la que no me resisto a citar “Imán” de Ramón J. Sender y “El desastre de Annual”, de Ricardo Fernández
de la Reguera y Susana March, de extrema crudeza en el relato de las
atrocidades.
Tras estos reveses
vendrían en España la esperanza de una II República (14 de abril de 1931, ¡87
años ya!), con su Reforma Agraria, llevando a las míticas ocupaciones de
tierras en Extremadura del 25 de marzo de 1936 (82 años han
pasado de aquella “epopeya”: 80.000 campesinos ocupando 3.000 fincas), a
colectivizaciones… truncadas por la inmediata Guerra Civil, que nos deparó
medio millón de muertos y otros tantos exiliados. 79 años ya del 1 de abril de 1939, en que el general
Franco emitió su último parte de guerra, que acabó definitivamente con ese
segundo intento republicano.
Nuevamente, la
represión, cuya sombra alargada se extendió junto al hambre, el paro obrero,
hasta llevar a una auténtica “estampida migratoria” que desde mediados de los
años cincuenta a mediados de los setenta expulsó de Extremadura (como de gran parte de Andalucía y
las dos Castillas) a más del 40% de su población. No menos oscuro sería el
transcurrir alentejano, ribatejano y de las Beiras, con un porcentaje similar
de emigración: siempre los jóvenes, siempre la fuerza productiva y
reproductiva, quedando en los pueblos de origen una población envejecida.
Y así se
llegaría a… ¡otra nueva esperanza!: la Revolução dos Cravos en Portugal, del 25 de
abril de 1974 (¡44 años ya!), poniendo fin a la dictadura y las
traumáticas guerras coloniales, que desde 1961 a 1974 supusieron una de las
mayores tragedias de Portugal y los territorios sojuzgados. Aparejado a ella se
vivió un ilusionado proceso -¡tan efímero!- de Reforma Agraria en Alentejo,
Ribatejo y Setúbal, con ocupación de más de 1.100.000 hectáreas de latifundios
por más de 65.000 campesinos sin tierra.
Y en España
llegábamos a las reivindicaciones democráticas a partir de 1975, muerto Franco,
con la implantación de las libertades y de las autonomías regionales, débil
asidero para las regiones secularmente desfavorecidas, como Extremadura, cuyo
Estatuto de Autonomía se aprobó el 25 de febrero de 1983.
Después, un
periodo convulso y… una “reconducción” en los años ochenta, con sus luces y
sombras; luego, el alborear de finales de siglo y comienzos del XXI, en que
hasta fuimos por primera vez en nuestra historia receptores de emigrantes
extranjeros: medio millón en Portugal y más de seis millones en España (de los
que una pequeña cantidad, 50.000, se asentarían en Extremadura). Hasta que el
zarpazo de la crisis de 2008 nos despertó del sueño efímero. Pero… ¡otra vez un
24
de abril -de 2014-, el informe del Banco de España se muestra
optimista!: crecimiento esperanzado del PIB en el primer trimestre, la mayor
subida de los últimos seis años. Y ahí estamos, en el abril del llanto y de los
sueños: Abril para sentir, abril para soñar /Abril la
primavera amaneció,
que cantaba el inolvidable Carlos Cano.
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