martes, 26 de junio de 2018


DE TOMELLOSO A ALBACETE, ALREDEDORES DEL RÍO MUNDO Y LAS LAGUNAS DE RUIDERA (II)
Llegando a Alcalá del Júcar
Moisés Cayetano Rosado
Parque Natural de los Calares del Mundo. Alcaraz y Alcalá del Júcar.

Si de Albacete vamos al Parque Natural de los Calares del Río Mundo y la Sima, es conveniente hacer un parada previa el Alcaraz, al norte del Parque, y donde nos espera la grata estampa de su antiguo y noble caserío, que en la plaza adquiere una extraordinaria belleza, reforzada en nuestro caso por el brillo que a suelo y paredes dan la llovizna que nos acompañaba.
Cuna del genial arquitecto renacentista Andrés de Vandelvira, posee una iglesia gótico-renacentista (de la Santísima Trinidad y Santa María) cuya torre forma un conjunto inigualable con la Torre del Tardón (o del Reloj, o del Concejo), de 1555/68, pareciendo que ambas encajan en altura como dos piezas de puzzle.
 Aún persiste en Alcaraz la artesanía de las alfombras de nudos, con motivos gótico-mudéjares, totalmente manual, aunque con pocos que cultiven este hermoso arte hispanoárabe. En un anexo a la Oficina Municipal de Turismo, vemos obrar a Trini García, la última Maestra Artesana de Alfombras de Alcaraz, ya sin alumnas jóvenes que la reemplacen un día, en esta profesión que como tantas artesanías de antaño se nos pierde.
También es conocido Alcaraz como el municipio donde murió a manos de la Guardia Civil el famoso bandolero “El Pernales” y su compañero “El Niño de Arahal”, cuando huían hacia Valencia, en 1907. Típico bandolero de leyenda “que roba a los ricos para dárselo a los pobres”, sin que sobre ello haya constancia contrastada.
Y luego, sí, profundidad de valles frondosos hasta el nacimiento del río Mundo, en su Parque Natural, para admirar la cascada de más de 80 metros de altura y diversos brazos de bajada, conocida como Cueva de los Chorros. Impresionantes cortes verticales de la roca caliza hacen caer el agua abundante como auténticas cataratas, adornadas de verdor. El abismo, a nuestros pies, baja y baja en cortadas y rugido del agua, formando un oasis selvático de sensación tropical en medio de los secarrales de La Mancha.
Desde este punto suroccidental de Albacete, habremos de pasar a otro nororiental que nos ofrece un brusco y agradable contraste: vamos camino de otros abismos de la roca caliza para llegarnos hasta el río Júcar y una de sus espectaculares hoces, donde se encuentra el pueblo de Alcalá. Una estampa de “cine” nos espera y da la bienvenida, como si estuviéramos en una legendaria “película del oeste”.
Presidido por su  airoso castillo gótico, Alcalá del Júcar parece colgado en las estribaciones calcáreas, formando un equilibrio milagroso, asomándose al abismo. Y dentro, como acurrucándose en sus propias entrañas, las casas-cuevas nos introducen en las profundidades de la tierra, en sucesiones que parecen infinitas.
Cuevas como la “del Diablo”, arañan la caliza y la arenisca formando salones que se nos antojan palaciegos, inmensos pasadizos, recovecos, estancias acogedoras en su disposición y constante e idónea temperatura. Personajes pintorescos, como Juan José Martínez García, alias “El Diablo”, extorero, poeta y restaurador de las cuevas más afamadas de la población, ponen el toque simpático y siempre ofrecido a la anécdota y la charla, que mantenida en el reposado recorrido del Júcar nos proporcionan un remanso de paz y de belleza. Subir al restaurante “El Mirador”, contemplando todo este increíble conjunto y saboreando su generosa carta de carnes y pescados, paella, gazpacho y morteruelo, resulta un complemento irresistible.
Hay, eso sí, que caminar un poco, un mucho, para ir “rebajando la barriga”. Pero como vamos con “Adenex Viajes Ambientales” -asociación ecologista y caminante- y tenemos a nuestra dinámica guía, Verónica Lopo, que sabe espabilarnos, pues retornamos a Albacete dispuestos al reposo placentero, ya libres del “abuso” gastronómico y reteniendo en la mirada la blancura derramada de Alcalá.

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