DE
TOMELLOSO A ALBACETE, ALREDEDORES DEL RÍO MUNDO Y LAS LAGUNAS DE RUIDERA (II)
Llegando a Alcalá del Júcar |
Moisés Cayetano Rosado
Parque Natural de
los Calares del Mundo. Alcaraz y Alcalá del Júcar.
Si de Albacete vamos al Parque Natural de los
Calares del Río Mundo y la Sima, es conveniente hacer un parada previa el
Alcaraz, al norte del Parque, y donde nos espera la grata estampa de su antiguo y noble caserío, que en la plaza adquiere
una extraordinaria belleza, reforzada en nuestro caso por el brillo que a suelo
y paredes dan la llovizna que nos acompañaba.
Cuna del genial arquitecto renacentista Andrés
de Vandelvira, posee una iglesia gótico-renacentista (de la
Santísima Trinidad y Santa María) cuya torre forma un conjunto inigualable con
la Torre del Tardón (o del Reloj, o del
Concejo), de 1555/68, pareciendo que
ambas encajan en altura como dos piezas de puzzle.
Aún persiste en Alcaraz la artesanía de las alfombras de nudos, con
motivos gótico-mudéjares, totalmente manual, aunque con pocos que cultiven
este hermoso arte hispanoárabe. En un anexo a la Oficina Municipal de Turismo,
vemos obrar a Trini García, la última
Maestra Artesana de Alfombras de Alcaraz, ya sin alumnas jóvenes que la
reemplacen un día, en esta profesión que como tantas artesanías de antaño se
nos pierde.
También es
conocido Alcaraz como el municipio donde
murió a manos de la Guardia Civil el famoso bandolero “El Pernales” y su
compañero “El Niño de Arahal”, cuando huían hacia Valencia, en 1907. Típico
bandolero de leyenda “que roba a los ricos para dárselo a los pobres”, sin que
sobre ello haya constancia contrastada.
Y luego, sí, profundidad de valles frondosos hasta el
nacimiento del río Mundo, en su Parque Natural, para admirar la cascada de más de 80 metros de altura y
diversos brazos de bajada, conocida como
Cueva de los Chorros. Impresionantes cortes verticales de la roca caliza
hacen caer el agua abundante como auténticas cataratas, adornadas de verdor. El
abismo, a nuestros pies, baja y baja en cortadas y rugido del agua, formando un
oasis selvático de sensación tropical en
medio de los secarrales de La Mancha.
Desde este
punto suroccidental de Albacete, habremos de pasar a otro nororiental que nos
ofrece un brusco y agradable contraste: vamos camino de otros abismos de la roca caliza para llegarnos hasta el río Júcar y una
de sus espectaculares hoces, donde se encuentra el pueblo de Alcalá. Una
estampa de “cine” nos espera y da la bienvenida, como si estuviéramos en una
legendaria “película del oeste”.
Presidido por
su airoso
castillo gótico, Alcalá del Júcar
parece colgado en las estribaciones calcáreas, formando un equilibrio
milagroso, asomándose al abismo. Y dentro, como acurrucándose en sus propias
entrañas, las casas-cuevas nos
introducen en las profundidades de la tierra, en sucesiones que parecen
infinitas.
Cuevas como la
“del Diablo”, arañan la caliza y la
arenisca formando salones que se nos antojan palaciegos, inmensos pasadizos,
recovecos, estancias acogedoras en su disposición y constante e idónea
temperatura. Personajes pintorescos, como Juan José Martínez García, alias “El
Diablo”, extorero, poeta y restaurador de las cuevas más afamadas de la
población, ponen el toque simpático y siempre ofrecido a la anécdota y la
charla, que mantenida en el reposado recorrido del Júcar nos proporcionan un
remanso de paz y de belleza. Subir al
restaurante “El Mirador”, contemplando todo este increíble conjunto y
saboreando su generosa carta de carnes y pescados, paella, gazpacho y
morteruelo, resulta un complemento
irresistible.
Hay, eso sí,
que caminar un poco, un mucho, para ir “rebajando la barriga”. Pero como vamos con “Adenex Viajes Ambientales” -asociación
ecologista y caminante- y tenemos a nuestra dinámica guía, Verónica Lopo,
que sabe espabilarnos, pues retornamos a Albacete dispuestos al reposo
placentero, ya libres del “abuso” gastronómico y reteniendo en la mirada la
blancura derramada de Alcalá.
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