EXTREMEÑOS
RESIDENTES EN EL EXTERIOR
Moisés
Cayetano Rosado
Doctor en Geografía e Historia
Los días 21 y 22 de diciembre se
celebra en Mérida el “I Congreso Mundial de la Ciudadanía Extremeña en el
Exterior”, un encuentro con asombroso nombre eufemístico que sustituye a lo en
otros momentos se llamó “Congreso de Emigrantes Extremeños”, de los que se han
celebrado tres entre 1978 y 1986.
No todas las asociaciones de
emigrantes están de acuerdo con este nombre y esta celebración, que puede
resultar en su formato tentadoramente triunfalista. Baste indicar que la
conferencia inaugural la pronunciará Miguel López-Alegría, al que se presenta
como “Astronauta de origen extremeño.
Excomandante de la Estación espacial internacional y divulgador científico”.
Pero, en cualquier
caso, roto el hilo de aquellos congresos reivindicativos y centrados en
experiencias directas de los protagonistas y sus grupos asociativos, no es mal
momento para recomponer lo que debe ser un debate sobre el ayer y hoy de
nuestra emigración, así como las acciones de futuro a tomar con respecto a la
libertad de movimiento poblacional, la facilitación del retorno voluntario y la
potenciación y ayuda a las federaciones, casas y centros regionales en el
exterior.
En ese sentido se
plantean precisamente las dos mesas redondas del día 21: “Extremadura en el
mundo. Conectando el conocimiento y la identidad extremeña en el mundo” y
“Conectando la emigración clásica y la nueva diáspora”, así como la exposición
de experiencias y de ideas sociales, empresariales y culturales de los
protagonistas de la emigración. Tres grupos de trabajo se desarrollarán el día
22: “El futuro de las Comunidades de extremeños en el exterior”, “Conexión y
redes de extremeños en el exterior” y “Los desafíos demográficos, el retorno y
la atracción de talento”.
¿Cuál es la presencia demográfica
de Extremadura en el mundo? Pues la derivada de nuestra sangría migratoria del
siglo XX, que tiene su máxima expresión entre 1951 y 1975: veinticinco años en
que perdimos más de 670.000 habitantes (el 48% de la población de 1950), que
con los antecedentes de la primera mitad del siglo XX llegan a 800.000, y que
únicamente ven cortadas las salidas a causa de la Crisis Mundial de 1973, su
acentuación en 1979 y prolongación de ausencia de ofertas laborales en todo lo
que restó de centuria.
¿Y qué ha pasado y pasa en el siglo
actual? Pues que tras unos primeros años de bonanza en que incluso fuimos por
primera vez receptores de población extranjera (casi 50.000 entre 2000 y 2008),
la Crisis Mundial de 2008 nos ha llevado a un nuevo éxodo, con 31.220 inscritos
en Extremadura que fueron a residir al exterior hasta 2018, si bien más de la
mitad corresponden a extranjeros que dejaron nuestra región para retornar a su
lugar de origen ante la falta de perspectivas laborales en nuestra tierra.
¿Cuál es la diferencia fundamental
entre aquella “vieja” y esta “nueva” emigración?: por un lado la masificación
indiscriminada de la primera, siendo la reciente más selectiva; por otro, el
grado de especialización de los que marchan: más preparados, titulados, estos
últimos, frente a una masa campesina que se enfrentó a una dinámica laboral de
sectores industrial y de servicios ante los que no podían acceder sino a
puestos de peonaje y baja cualificación.
Las experiencias laborales,
sociales, convivenciales, etc. de una y otra hornada migratoria serán una
aportación importante a este congreso para profundizar en su conocimiento,
intercambiar estrategias para abordar el porvenir y conocer de primera mano las
aspiraciones de futuro de unos y de otros,
Cuando en el segundo día se aborde
el futuro del asociacionismo de nuestros emigrantes, entraremos en una
problemática muy especial. Si en los años de fuerte flujo migratorio los
centros y hogares extremeños sirvieron como lugares de encuentro, consuelo,
identificación y -después- reivindicación de unos servicios por parte de las
instituciones extremeñas para con ellos y sus descendientes en el exterior, así
como demanda de planes que facilitaran el retorno, ahora ha cambiado la
dinámica de los mismos. Los jóvenes de la “segunda y tercera generación” (hijos
y nietos de emigrantes) poseen un arraigo con los lugares de procedencia más
difuso y una “vocación” de asociacionismo regionalista bastante mermado; los
nuevos emigrantes tampoco tienen ese afán de búsqueda del “paisanaje” en los
lugares de acogida; así, el futuro de estas Comunidades se ve amenazado,
mermado, siendo su conexión y redes bastante débil. Necesario será hacer un
esfuerzo institucional para reforzar los lazos afectivos, culturales, y también
los proyectos de actuación económica, empresarial, laboral, para rescatar una
actividad asociativa atractiva y rentable para todos.
Y en cuanto al desafío demográfico
y el retorno, difícilmente podemos ser optimistas. Tenemos ahora prácticamente
la misma población que hace un siglo: 1.070.000 habitantes, en tanto España
pasó de 21 millones a cuarenta y seis (mucho más del doble). De ser el 5% de la
población, hemos quedado en 2’34%, aunque representamos el 8’23% del territorio
nacional. Y el futuro no conduce al optimismo: el propio Instituto Nacional de
Estadística prevé que para el año 2033 bajaremos del millón de habitantes,
mientras el conjunto español subirá de 49 millones: ¿qué se puede esperar en
una región con el mayor índice de envejecimiento de España, causado por aquella
emigración masiva de jóvenes en edad laboral, y sin atractivo de empleo y
desarrollo empresarial suficiente?
Y por lo que al retorno se refiere,
las expectativas “soñadas” a finales del siglo XX y principios del XXI no se
han cumplido, pues el arraigo interfamiliar creado en los lugares de acogida y
la “fijación” en ellos de los descendientes de aquellos que marcharon un día
con ánimo incluso de volver, condicionan mucho la vuelta definitiva, que por
otra parte no encuentra ofertas diferenciales suficientemente atractivas como
para aventurarse a un nuevo arraigo/desarraigo. Madrid, Cataluña, Andalucía y
Euskadi siguen liderando la presencia de extremeños, con el 36, 22, 10 y 9 por
ciento del total, respectivamente, no llegando a este último porcentaje el
total de residentes extremeños nacionalizados en el extranjero. Más de 600.000
personas en total, que nacieron en Extremadura, y que junto a sus descendientes
superan al millón de habitantes: tantos o más que los que en la región residen.
A ellos va dedicado en especial este Congreso, que deberá profundizar en su
problemática y abordar ayudas y soluciones, aparte del relumbrón del nombre del
mismo y las “figuras estelares” que han sido convocadas en la primera línea del
mismo.
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