martes, 4 de diciembre de 2018


LA FUERZA VOLCÁNICA DE TOMÁS CHISCANO

Autor: Tomás Chiscano Andújar. Prólogo de  G. Paniagua Parejo.
Autoedición. Villanueva de la Serena, 2018. 85 páginas.

Cuando a mediados de los años setenta del pasado siglo se desarrolló una intensa actividad cultural, literaria, por parte de los poetas extremeños de dentro de la región y de los distintos lugares de asentamiento de nuestra emigración, una de las voces que irrumpió con fuerza sería la de Tomás Chiscano Andújar.
 Tomás Chiscano, un maestro de Educación Primaria con destino entonces en Euskadi, comenzó una intensa actividad inaugurada con el Primer Premio “Lecturas” (Barcelona) en 1975 y otro Primer Premio en su localidad de nacimiento, Villanueva de la Serena, el mismo año. Después sería finalista de los I, III y IV Premio de Narraciones Cortas “Antonio García-Orio Zabala” del periódico HOY (1981, 1983 y 1984), y a continuación otros más en esa década.
Pero no fue hasta los primeros años del siglo actual cuando vio publicados sus libros de poemas (siete con el actual, “Sensaciones Vitales”, más un libro de relatos cortos, una novela y una investigación del vocabulario de su ciudad, “Vocabulario Serón”, con dos ediciones, en 2007 y 2008.
En toda su producción resalta el apasionamiento por las temáticas que trata, y en su poesía particularmente esa fuerza volcánica que arrasa en unos versos generalmente libres en su forma y aún más en su fondo, dispuesto siempre a la denuncia, a poner el dedo en la llaga de lo que considera injusto.
Por todo ello, en estas Sensaciones Vitales, se hace constante su denuncia genérica: Nada importa./ Sólo el vasallaje/ de las respuestas,/ las inclinaciones de cabezas,/ el arrodillamiento ante el señor/ que todo lo manda,/ que todo lo puede,/ que todo lo ordeña,/ que todo lo chupa,/ que todo lo mancha,/ que todo lo escupe,/ que todo lo ignora (pág. 25). Mas también la más concreta: La noticia localista, impregnada de falsedad,/ surcaba el cielo de la nada./ Era desolador, lo más cercano,/ lo más necesario,/ siempre tiene que acabar/ en la mentira (pág. 31).
Pero al mismo tiempo, muestra la dulzura de su corazón de “niño grande”, de hombre “de otro tiempo”, remansado, cuando escribe: Ven,/ siéntate aquí, a mi vera, en esta/ mesa acamillada y endulzada por un brasero/ hirviente de picón y carbonilla,/ con su alambrera marcando las distancias,/ y la falda recubriendo lo invisible./ Ven,/ cuéntame esas historias/ que sólo ocurrían en tu imaginación,/ y que eran necesarias a la soledad/ que imperaba en nuestras carencias (pág. 42).
Y es que Tomás Chiscano, tan lleno de emotividad en sus versos, como también en su vida cotidiana -como sabe todo el que lo conoce-, es un poeta, un hombre, de búsquedas y de necesidad de afecto compartido: Habrá una mano extendida/ que se agarre a tu amistad./ Habrá un abrazo emocionado/ valorando tu silencio, escribe, ¡grita!, más adelante (pág. 67). Y lo reafirma una y otra vez: Pues yo,/ le digo,/ me conformo/ con un apretón de manos,/ con un abrazo sentido,/ con un saludo sincero (pág. 73).
Versos de luz los suyos, cálidos, fieramente humanos como diría Blas de Otero. Y por eso y para eso escribe, porque Escribir un poema/ es sentirse un poco Dios,/ un mucho Niño,/ un bastante Hombre/ y empuñar la bandera/ de la/ LIBERTAD (pág. 85). Con ello cierra este poemario, al que a buen seguro sucederán otros más, pues varios son los que tiene inéditos, como algunos de novela y narraciones cortas, aparte de infinidad de artículos que está recopilando, buena parte publicados en su sección “La Sirena canta”, de cuando era corresponsal del diario HOY en Villanueva.
MOISÉS CAYETANO ROSADO

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