LA
FUERZA VOLCÁNICA DE TOMÁS CHISCANO
Autor: Tomás Chiscano
Andújar. Prólogo de G. Paniagua Parejo.
Autoedición. Villanueva de la
Serena, 2018. 85 páginas.
Cuando a
mediados de los años setenta del pasado siglo se desarrolló una intensa
actividad cultural, literaria, por parte de los poetas extremeños de dentro de
la región y de los distintos lugares de asentamiento de nuestra emigración, una
de las voces que irrumpió con fuerza sería la de Tomás Chiscano Andújar.
Tomás Chiscano, un maestro de Educación
Primaria con destino entonces en Euskadi, comenzó una intensa actividad
inaugurada con el Primer Premio “Lecturas” (Barcelona) en 1975 y otro Primer
Premio en su localidad de nacimiento, Villanueva de la Serena, el mismo año.
Después sería finalista de los I, III y IV Premio de Narraciones Cortas
“Antonio García-Orio Zabala” del periódico HOY (1981, 1983 y 1984), y a
continuación otros más en esa década.
Pero no fue
hasta los primeros años del siglo actual cuando vio publicados sus libros de
poemas (siete con el actual, “Sensaciones Vitales”, más un libro de relatos
cortos, una novela y una investigación del vocabulario de su ciudad,
“Vocabulario Serón”, con dos ediciones, en 2007 y 2008.
En toda su
producción resalta el apasionamiento por las temáticas que trata, y en su
poesía particularmente esa fuerza volcánica que arrasa en unos versos
generalmente libres en su forma y aún más en su fondo, dispuesto siempre a la
denuncia, a poner el dedo en la llaga de lo que considera injusto.
Por todo ello,
en estas Sensaciones Vitales, se hace
constante su denuncia genérica: Nada
importa./ Sólo el vasallaje/ de las respuestas,/ las inclinaciones de cabezas,/
el arrodillamiento ante el señor/ que todo lo manda,/ que todo lo puede,/ que
todo lo ordeña,/ que todo lo chupa,/ que todo lo mancha,/ que todo lo escupe,/
que todo lo ignora (pág. 25). Mas también la más concreta: La noticia localista, impregnada de
falsedad,/ surcaba el cielo de la nada./ Era desolador, lo más cercano,/ lo más
necesario,/ siempre tiene que acabar/ en la mentira (pág. 31).
Pero al mismo
tiempo, muestra la dulzura de su corazón de “niño grande”, de hombre “de otro
tiempo”, remansado, cuando escribe: Ven,/
siéntate aquí, a mi vera, en esta/ mesa acamillada y endulzada por un brasero/
hirviente de picón y carbonilla,/ con su alambrera marcando las distancias,/ y
la falda recubriendo lo invisible./ Ven,/ cuéntame esas historias/ que sólo
ocurrían en tu imaginación,/ y que eran necesarias a la soledad/ que imperaba
en nuestras carencias (pág. 42).
Y es que Tomás
Chiscano, tan lleno de emotividad en sus versos, como también en su vida
cotidiana -como sabe todo el que lo conoce-, es un poeta, un hombre, de
búsquedas y de necesidad de afecto compartido: Habrá una mano extendida/ que se agarre a tu amistad./ Habrá un abrazo
emocionado/ valorando tu silencio, escribe, ¡grita!, más adelante (pág.
67). Y lo reafirma una y otra vez: Pues
yo,/ le digo,/ me conformo/ con un apretón de manos,/ con un abrazo sentido,/
con un saludo sincero (pág. 73).
Versos de luz
los suyos, cálidos, fieramente humanos como diría Blas de Otero. Y por eso y
para eso escribe, porque Escribir un
poema/ es sentirse un poco Dios,/ un mucho Niño,/ un bastante Hombre/ y empuñar
la bandera/ de la/ LIBERTAD (pág. 85). Con ello cierra este poemario, al
que a buen seguro sucederán otros más, pues varios son los que tiene inéditos,
como algunos de novela y narraciones cortas, aparte de infinidad de artículos
que está recopilando, buena parte publicados en su sección “La Sirena canta”,
de cuando era corresponsal del diario HOY en Villanueva.
MOISÉS CAYETANO ROSADO
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