LA
SERENA NOSTALGIA DE RUFINO FÉLIX MORILLÓN
MOISÉS CAYETANO ROSADO
Autor: Rufino Félix Morillón.
Edita: Beturia Ediciones. Madrid, 2018. 61 páginas.
De Rufino
Félix Morillón he hablado y escrito tanto que cualquier añadido a lo expresado
no podrá ser más que repetir. Repetir mi asombro por lo mucho que es capaz de
producir su inabarcable sensibilidad poética; repetir mi convencimiento de que
estamos ante una de las voces literarias más lúcidas, precisas, pulcras en la
palabra, redondas en la metáfora, elegantes en la expresión, que ha producido
Extremadura en la contemporanidad. Y al decir Extremadura hay que hacerlo
extensivo a la universalidad de las letras, pues nuestra región ha dado en los
últimos años escritores de talla extraordinaria, que no quedan por debajo de
los que han ido produciendo otras latitudes.
Ahora nos
enriquece con un nuevo libro de poemas: Y
el alba no vendrá, que publica Ediciones Beturia, asociación cultural
fundamentalmente de extremeños residentes en Madrid, con largo recorrido
editorial de calidad.
Abre el
poemario con un “guiño” a los versos de William Wordsworth en “Esplendor en la
hierba”, que ya nos resume el contenido, sintetizado aún más en el título de la
obra: La hierba tuvo su hora del
deslumbre./ Fue cuando la belleza de las flores/ irisaba los ojos, como
pedrería/ fulgente en la mirada/. Pero el paso del tiempo/ agostó la hermosura,
el lozano verdor (pág. 9).
El poeta lleva
ya décadas obsesionado con el paso del tiempo, que desgrana, persigue, se le
escapa en libros sucesivos, dando lugar a una letanía nostálgica, llena de
belleza y una tenue amargura remansada, testimoniando el paso del tiempo que También son la alegría/ de poder dar al aire
mis palabras/ que pugnan por no ser atardecidas (pág. 12)
Y esas
palabras le llevan a contemplar la vida,
los paisajes, el paisanaje que contiene y que contuvo, los grandes poetas que
le acompañan siempre, como Ezra Pound, Leopoldo Panero, Luis Cernuda… (págs.
22, 23, 25)
Siente sus
ausencias, como sombras inquietas, viejas sombras, que le hacen retroceder
años, décadas, y así: Busco afanosamente:
las estancias/ sólo son viejas sombras de mi infancia./ Cuánto dolor hiriendo
la mirada/ con esta visión turbia que me sangra (pág. 37).
Todo el libro
está impregnado de ese leve dolor de la pérdida que la propia vida y su paso
nunca detenido nos depara, por lo que no faltan las alusiones repetidas a las
“sombras” (pág. 37, 43), al vacío existencial (págs. 38-39), al abandono (pág.
42), los lutos (pág. 44), las pérdidas irreparables (págs. 50, 52, 55), hasta
llegar al desgarrado final, en el poema “Epitafio posible”, donde aguardo el reencuentro, tras testimoniar
que Me acompañó el amor./ Mi vida fue
feliz,/ aunque en los días oscuros padeciera/ congoja por la ausencia (pág.61).
Este “dulce
amargo” de Rufino Félix Morillón -hombre alegre en el trato y tan profundo en
el verso desgarrado- nos invita a reflexionar sobre la vida y sus batallas, a
serenar impulsos y embestidas, y a disfrutar de la magia de unos versos donde
triunfa la belleza, “el esplendor en la hierba y la gloria en las flores”.
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