DE LIBRO Y HOMBRES
Autor: Miguel Torres López de
Uralde.
Edita: Departamento
Publicaciones Diputación de Badajoz y Ayuntamiento de Villanueva de la Serena. Badajoz,
2016. 94 páginas.
Ganadora
del XXV Premio Felipe Trigo de Narración Corta, la obra De libros
y hombres, escrita por el malagueño Miguel Torres López de Uralde (ganador
de múltiples premios de narrativa y novela por toda la geografía española), es
un delicioso y candoroso homenaje a los libros, a la lectura, enfocado tal como
lo viviera nuestro legendario Don Quijote: como una poderosa e ingenua locura.
Y si en nuestro adorable justiciero el desvarío le llevó a embarcarse en las
más disparatadas y dinámicas aventuras, a Damián, viejo profesor republicano
represaliado por los vencedores, le condujo al ensimismamiento, al aislamiento
en su reducidísimo despacho, atestado de libros que leía y releía, comprando
compulsivamente con los pocos recursos que le llegaban de unas peregrinas
traducciones de obras latinas.
Asistimos
en sus breves, pero sustanciosas, rítmicas y poéticas páginas, a un repaso por
la vida española de los años sesenta, aquella década del desarrollismo europeo,
y con ello a la emigración masiva que se llevaría a tres de los cuatro hijos de
Damián hacia la promesa laboral de Alemania; a las aspiraciones consumistas de
un entorno humano lleno de penurias, de los que la mujer de nuestro “Quijote”
es un ejemplo sangrante, anhelando los electrodomésticos (la lavadora
automática y la cocina de butano, junto al televisor, van a ser recurrentes)
que faciliten su vida sacrificada, multiempleada para sacar a la familia hacia
adelante. Y también al proceso iniciático del hijo menor (narrador de la obra),
que irá introduciéndose en la “vía envenenada” de los libros, ante el temor
materno de que acabe como su padre, perdido sin remedio: mentalmente enajenado
del mundo que le rodea y finalmente desaparecido sin dejar más rastro que el de
multitud de hojas de libros desparramadas por los suelos de la casa y de la
calle.
“Si
Dios existe -decía /Damián/-, por fuerza ha de tener forma de libro” (pág. 12).
Y de todos los libros sacará alguna enseñanza, algún provecho, salvando “in
extremis” de la hoguera -con peligro de su vida-, en la noche de San Juan de
1965, una novela de Marcial Lafuente Estefanía, que un muñeco de trapo -hecho
por los niños del barrio- tenía entre sus manos. Es la única acción en que se
manifiesta como “enderezador de entuertos” y que lo acerca a los estériles arrebatos de Alonso Quijano.
El resto del protagonismo activo de la narración corre a cargo de su mujer y de
sus hijos, así como los amigos y amigas, cuya vida transcurre en medio de los
proyectos de la “huida” de esa palpable falta de porvenir en su lugar de
origen, con guiños al inicio de la sexualidad consumada en los altillos de la
casa familiar.
Atrás
quedará finalmente el pasado, encarnado en la madre que se ha quedado sola,
“vestida de negro, pequeña y dura como un pedazo de carbón” (pág. 93). Que ve
marchar también a su hijo menor, esta vez a “la capital”, a un empleo de
librería y editorial, más inquietante para ella que la marcha a Alemania de los
otros, porque ésta era una puerta abierta al futuro laboral, al trabajo con
máquinas, con materiales tangibles, y no el precipicio, a la locura, que sería
el mundo quimérico de los libros.
De libros y hombres tiene una lectura fácil, rápida,
amena, y deja un sabor nostálgico que nos hace revolvernos en la memoria de lo
hemos leído, sabiendo que esta “adorable enagenación” de los libros es
realmente un veneno delicioso para ir quemando los días de la vida.
MOISÉS CAYETANO ROSADO
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