UNA ESCAPADA POR ALMERÍA (III)
Cuevas de Sorbas |
Moisés
Cayetano Rosado
Del karst de Sorbas a la Sierra del Cabo de Gata.
Saliendo de la
ciudad, la provincia ofrece múltiples atractivos, como la zona desértica de Tabernas, con esos paisajes montuosos que parecen
de endurecido cartón violentamente arrugado: cárcavas profundas y afiladas que
roen las montañas de arcilla, arenisca y conglomerados; polvorientos valles con
señales de ríos que apenas ven el agua… y gran
espacio de “decorados cinematográficos”, con pueblos “del oeste americano”
y poblados indios. Parajes que constituyen la admiración de realizadores y
directores cinematográficos, dispuestos a trasladar el “salvaje oeste” a esta
pacífica zona del centro-sur almeriense, a cuyo “este cercano” se encuentra el
inigualable Parque Natural “Karst en Yesos de Sorbas”, otra singularidad
mundial de la provincia, ésta de orden geomorfológico.
Dolina en las Cuevas de Sorbas, vista desde el interior |
En el Paraje Natural "Karst en Yesos de
Sorbas" hay más de 1.000 cavidades excavadas en yeso, con gran cantidad
de galerías repletas de estalactitas y estalagmitas, y con kilómetros de
galerías excavadas en la roca de yeso
cristalizado de fuertes reflejos ante la luz de los cascos protectores con
que hay que “aventurarse” a visitarlos. Visita-aventurera, pues las galerías no
cuentan con tendidos de luz eléctrica, ni escaleras, pasamanos o cualquier otra
transformación humana para hacer más cómodo el paseo interior; al contrario, todo está tan natural como la naturaleza
ha querido, en estas oquedades donde el arrastre de la arcilla por las
corrientes subterráneas de agua que se cuelan por las múltiples dolinas han
dejado al descubierto las formaciones de yeso, modeladas en agujas cristalinas
purísimas de distintos tamaños y grosores.
Mojácar |
Es recomendable
dirigirse desde allí -más hacia el este, y a 90 kilómetros de la capital de
provincia- hasta la costa, para llegar a uno
de los pueblos más bonitos de España (así está calificado desde enero de
2013, dentro de la red oficial de la Marca España): Mojácar. Blanco y brillante, su caserío trepa por la ladera de la
montaña en que se asienta, la culmina y se derrama por ella como si fuera un
cántaro de leche que se vierte desde su cúspide. Amplísimos ventanales y
portales con arco de medio punto o arquitrabados, se alternan en láminas sucesivas
como si fueran estratos. Y las vistas hacia el mar cercano son incomparables,
con los barcos de pesca yendo y viniendo en su faena, más los grandes cargueros
del yeso de las múltiples canteras que se explotan en la zona, atracados en las
cercanías. Eso sí, el reclamo publicitario de su singularidad ha hecho su
efecto y los turistas centroeuropeos y nórdicos abundan como el yeso en Sorbas,
para provecho de bares, restaurantes y casas de venta y alquiler.
Luego playas, más playas hasta la Sierra del Cabo
de Gata, que las alterna con pueblos y urbanizaciones que han crecido
atraídos por su belleza y las posibilidades laborales de la industria
turística, abundante, aunque no excesivamente masificada como en otras zonas de
Andalucía, que han sucumbido a la tentación de la especulación y el dinero
rápido, como pueda ser la zona de Marbella. ¡Da como escalofríos ver a niños y
mayores extranjeros con sus pantalones cortos, blusas sin mangas y zapatillas
caladas, mientras nosotros vamos abrochándonos forros polares y abrigos de
pluma!
Castillo de Macenas |
Como en la Edad
Moderna el peligro de la piratería era
una constante, y la rapiña un uso cotidiano de corsarios, filibusteros y toda
clase de invasores, la costa está protegida por una amplia red de atalayas,
fortines, fuertes y castillos artilleros, de los que nombro -por señalar
algunos- el Castillo de Macenas, muy
cercano a Mojácar, torre-fortín de planta de pezuña o herradura, del siglo
XVIII, con dos semibaluartes al interior y semicircular hacia el mar, con
acceso en altura, aunque ahora lo tiene a ras de suelo, tras su utilización por
carabineros desde 1873 y luego por la Guardia Civil.
Algo más al sur, ya en el corazón de la Sierra de Gata,
el Castillo de San Felipe, de 1765, mandado a construir por Carlos III
(como otros ocho más entre Almería y Málaga). Enorme fuerte con patio de armas
central, dos semibaluartes hacia el interior, torres laterales hacia el mar,
más cuerpo adelantado semicircular, ha sido completamente restaurado, desde su
estado de ruina, aunque como el anterior y otros muchos más permanece sin uso.
Y a cada paso, miradores en altos cortados, contrastes de
monte y mar, faros, iglesias y antiguos molinos de viento., sustituidos en
la práctica por los nuevos gigantes que forman parques eólicos espectrales
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