viernes, 9 de noviembre de 2012




OPINIÓN
POR MOISÉS CAYETANO rosado, DOCTOR EN GEOGRAFÍA E HISTORIA
"No es castellanizar, no es españolizar lo que debemos, sino engrandecernos con la diversidad, ya que tenemos la fortuna de haberla recibido como un legado, sagrado, de caminos distintos en nuestro colectivo batallar por la existencia"


Viernes, 9 noviembre 2012



Los Decretos de Nueva Planta (1707-1715) tuvieron por finalidad castigar a los que se habían alineado en contra del candidato francés Felipe de Anjou y a favor del Archiduque austríaco Carlos en la Guerra de Sucesión al Trono español, aludiendo al "derecho de conquista". Este es el caso de la Corona de Aragón, que ya se había sublevado en 1640, ante la política centralista del conde-duque de Olivares.
Fueron abolidos casi todos los antiguos fueros de los reinos y condados aragoneses, implantando Felipe V una nueva organización político-administrativa basada en la de Castilla para todas sus posesiones, obligando al uso del idioma castellano como lengua administrativa a casi todas las instituciones que no la usaban.
El 20 de febrero  de 1712 se dictaron instrucciones secretas a los corregidores del territorio catalán: “Pondrá el mayor cuidado en introducir la lengua castellana, a cuyo fin dará las providencias más templadas y disimuladas para que se consiga el efecto, sin que se note el cuidado”.
Esta estrategia continuará durante los dos siglos inmediatos. Merece la pena detenerse en una larga cita de la Revista “Ejército y Armada”, de 1906: "Hay que castellanizar a Cataluña... Hay que pensar en español, hablar en español y conducirse como español, y esto de grado o por fuerza. El soldado y el marinero catalán deben ir a servir a otras regiones de España para frecuentar otro trato y adquirir otros hábitos y costumbres. De brusco, insubordinado, soez y grosero como es en general el catalán se volverá amable, transigente con las ideas de los demás y educado. El día 1º de febrero no debe haber un solo soldado en la región catalana siendo substituidos por los de las demás provincias españolas, llevando allí la mayor guarnición posible y manteniendo el estado de guerra".
En 1971, viviendo en Barcelona, conocí al escritor Joaquim Horta. Mantenía viva la imagen de la humillación infligida a su madre cuando un “salvador de la Patria”, al oírla hablar en catalán dirigiéndose a él -muy pequeño y en inminente peligro al correr por las vías del “metro”-, le dijo: “Hable en el idioma del Imperio”, en tanto la maltrataba empujándola.
Por ese tiempo, entrevisté al poeta Salvador Espriu para el periódico HOY de Extremadura. Había leído aquellos versos suyos tan impactantes, del libro “Le pell de brau” (“La piel de toro”, referida a España: Sepharad, en hebreo):
Recorda sempre això, Sepharad.
Fes que siguin segurs els ponts del diàleg
i mira de comprendre i estimar
les raons i le parles diverses dels teus fills.

Sí, los puentes del diálogo, la comprensión de las razones y las hablas diversas de los hijos de España… Espriu era una persona de extraordinaria sensibilidad, muy dolido por el maltrato que “los castellanos” -me decía- dispensaban a su tierra. Yo, que provenía de la zarandeada, errabunda Extremadura, ni me identificaba con maltratador alguno, ni tampoco me sentía “castellano”. Pero le comprendía en su desolación, desde el desamparo y el padecer de siglos: no fue el pueblo castellano, el andaluz, el extremeño…, el que infringió el maltrato. Hay que profundizar en los manejos de los protagonistas del timón de la historia…
El caso es que hemos sido enfrentados. Y hemos sido manipulados. Y hemos sido mil veces puestos en el disparadero.
Ahora, el Ministro de Educación, José Ignacio Wert, quiere “españolizar a los niños catalanes”. Le recuerdo los versos de la gallega María Elvira Lacaci:
Quería adivinar
quienes eran “España”
entre aquellas personas con que me cruzaba.
(…) Pero no. Cada cual
un amor, una lágrima,
un rencor que no cesa.
Una perenne lucha. En su existencia.

Hagamos caso por una vez al gran poeta catalán Espriu, respetando las razones y las hablas que tanto a todos pueden enriquecernos. Y la no menos grande, la gallega Lacaci, buscando una España que no sea una lágrima, un rencor que no cesa, una perenne lucha entre nosotros. Nunca será mucho el diálogo y la negociación.
No es castellanizar, no es españolizar lo que debemos, sino engrandecernos con la diversidad, ya que tenemos la fortuna de haberla recibido como un legado, sagrado, de caminos distintos en nuestro colectivo batallar por la existencia.

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