jueves, 31 de julio de 2014

SABIDURÍA DE BARRA DE BAR

MOISÉS CAYETANO ROSADO
Como es verano y el calor invita a las terrazas y las barras de bar, resulta más que instructivo pegar el oído a las disertaciones que con sabiduría se derrochan entre tubos de cerveza, cubas-libres y tintos con hielo y gaseosa.
¡Ay!, cuanta ingratitud al conceder los Premios Nobel de Economía, al no tener en cuenta las sabias sentencias de los parroquianos, que diseccionan los problemas actuales como si fueran cochinillo a asar en la parrilla y nos ofrecen remedios contundentes de forma gratuita.
Y no me explico cómo andan los equipos de fútbol gastando tanto dinero en entrenadores y seleccionadores, cuando entre copa y copa los paisanos ofrecen fórmulas mágicas que conducen siempre a la victoria.
No digamos, desde luego, lo que se ahorrarían en analistas (¡que también tienen lo suyo!), cuando quien entiende verdaderamente de política son los asiduos de empinar el codo, apoyados en la barra del bar o arrellanados en las terrazas refrescantes.
A veces me da rabia que se desperdicie tanta sabiduría, sin sacarle provecho, más allá del desahogo vocinglero que se prolonga en altas horas de la madrugada. Y mucho me gustaría que entráramos en razón y comprendiéramos de una vez por todas que la sapiencia se encuentra generosamente expuesta a gritos por las tabernas que siempre son tan abundantes y que incluso se multiplican en verano.

Tomen nota los que dirigen los destinos universales del país, del mundo entero: la solución a los problemas se encuentra en la magia vocinglera de los degustadores del tinto de verano, por mucho que su desgañitamiento incomprendido contribuya a que no reconciliemos bien el sueño, con el calor y las ventanas abiertas para que nos entre un tozudo aire fresco que no acaba de soplar.

1 comentario:

  1. Si no te dejas llevar, no vives. Pero como todo en la vida, la sabiduría sobreviene por arbitrio de la mesura. De ahí que el bebedor experimentado sabe discriminar cuando su pericia discursiva ha alcanzado su frontera y de rebasarse devendrá en incontinencia sin puerto.

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