domingo, 20 de julio de 2014

RUMANÍA, CENICIENTA Y PRINCESA (y III)


FORTALEZAS ARTILLADAS EN RUMANÍA
Moisés Cayetano Rosado

Esa inmensa rodilla que forman los Cárpatos en Rumanía ha sido escenario de continuas luchas en la historia. De ocupaciones, sobresaltos.
Si a este territorio dacio lo conquistaron los romanos, a ellos los desalojarán los godos y después irán llegando los hunos, gépidos, ávaros, con el transcurrir de la Edad Media. Hasta que por el oeste irrumpen los húngaros, que se instalarán en Transilvania desde el siglo XI hasta el XVI, en que se formó un principado autónomo, vasallo del Imperio otomano; a principios del siglo XVIII, sufre una nueva ocupación húngara, que durará hasta la Edad Contemporánea.
La otra gran región de los Cárpatos rumanos, Moldavia, también pasará de dominio húngaro a otomano, con incursiones rusas y nuevamente húngaras, hasta que consigue la independencia en el siglo XIX, formando el Reino de Rumanía, junto a Valaquia (al sur).
Todo ello ha hecho que las fortificaciones ocupen un lugar esencial en la conformación de las ciudades. Y que, dado el arraigo religioso ortodoxo de la zona, las iglesias y monasterios hayan sido igualmente lugares fortificados y de refugio poblacional.
Esto es lo que he visto en mi viaje a Rumanía, por esas dos bellísimas regiones de los Cárpatos que son Transilvania (al oeste) y Moldavia (al este). Y me ha sorprendido lo recio de las construcciones defensivas y en especial los refuerzos y modificaciones artilleras introducidos en el comienzo de la Edad Moderna, cuando a los asaltos de la infantería y la caballería se va a unir la presencia destructiva de la artillería.
Así, recorro tres magníficas ciudades transilvanas: Sibiu, Sighisoara y Targu Mures, Patrimonio de la Humanidad declaradas por la UNESCO las dos primeras y no menos meritoria la tercera.
Sibiu conserva un interesante amurallamiento abaluartado de los siglos XVI y XVII, con amplios bastiones, lienzos y baluartes forrados de hiladas de ladrillos y aberturas para la artillería, aunque lamentablemente ha perdido sus fosos y solamente resalta el trazado sur, que se prolonga hacia el oeste en medio de construcciones que le asfixia y oculta. La belleza urbana del conjunto de la ciudad, sus plazas, monumentos religiosos, palacetes, jardines, se verían resaltados con un mayor cuidado de este patrimonio amurallado, artillado y abaluartado.
Sighisoara es un pueblecito delicioso, en el que el reclamo de haber nacido allí el legendario Conde Drácula se conjuga con un legado patrimonial palaciego extraordinario. Pero su recinto amurallado no es menos interesante, conservando gran parte de su lienzo de murallas medievales, reforzadas en la Edad Moderna, y en la que resaltan sus hermosas torres de tejados puntiagudos, ventanas artilladas y paseos de ronda techados e igualmente artillados.
En cuanto a Targu Mures -magnífica ciudad ajardinada y que atesora una excelente monumentalidad palaciega y doblemente catedralícea-, su fortaleza poligonal, con recias torres artilladas y portentosa galería de tiro techadas, es de lo mejor del legado constructivo militar de la Edad Moderna en Rumanía.
Pasando a Moldavia, nos sorprenderán sus monasterios e iglesias-fortalezas, algunos de los cuales forman parte del conjunto de “monasterios pintados” del siglo XVI, también clasificados como Patrimonio de la Humanidad. Así es el caso del de Sucevita, de inmensas torres esquineras, con gigantescas pilastras adosadas; sus lienzos amurallados presentan, como en los casos anteriores, galerías de tiro techadas en todo el perímetro.
Y ya, bajando hacia el “corazón de la rodilla de los Cárpatos”, nos encontramos con la ciudad amurallada de Brasov, una de las más bellas de Rumanía, que cuida con mimo sus murallas, conservándose gran parte de los lienzos de la misma, torreones, bastiones, puertas, fosos y baluartes, de los siglos XV al XVII. También presenta una interesante singularidad: en un padrastro del norte urbano conserva en perfecto estado de restauración y uso hostelero un poderoso fuerte entre cuadrado y trapezoidal, con baluartes agudos en sus esquinas; construcciones interiores bien acondicionadas y espléndidos fosos y glacis en todo su alrededor.

Sin duda, este conjunto es un complemento más que meritorio en el “paquete turístico” rumano, cada vez más valorado por los visitantes, a los que precisamente este aspecto que aquí presento no suele destacarse por parte de las guías escritas y los guías que conducen excursiones. Una lástima, porque bien que merece nuestra atención en las visitas de viajero medianamente atento a la cultura, la historia y el patrimonio de la zona que pisa.

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