La narrativa de
posguerra en Extremadura
Ver texto completo
en:
(pg. 10047-1096.
Tomo II, 2014)
SIMÓN
VIOLA MORATO
Doctor
en Filología Hispánica. UEx.
simonviola@gmail.com
(Fragmento.
Pgs. 1061-1062)
Un
relato de Moisés Cayetano Rosado, Las
moscas
(premio
“Felipe Trigo” de 1985, publicado por la editorial Universitas en 1987)
puede
ejemplificar la coexistencia del realismo social con otros enfoques
narrativos.
Aunque contada en tercera persona por un narrador omnisciente,
nos
encontramos ante una de las narraciones más fieles el modelo “canónico”
de
narrativa social. En él se nos relata un día en la vida de dos seres
desvalidos:
Miguel,
el niño huérfano y apocado, sometido a la tiranía de un maestro déspota
y
a las crueldades infantiles, y la tía Adela, la mujer viuda que lo ha recogido.
La
reducción temporal (un día) y espacial (la casa, la panadería, la escuela)
permite
vislumbrar la atonía de días repetidos similares al que se nos narra, en
que,
por lo demás, tampoco “sucede nada” (una ausencia de episodios novelescos
obligada
en bien de la verosimilitud, pues de lo que se trata es de reflejar
la
vida rutinaria de unos seres insignificantes en un entorno real). El carácter
huraño
de la mujer y pusilánime del niño queda reflejado en unos diálogos que
trazan,
sin otros apoyos, el perfil de los personajes, en los que se adivina,
aunque
no esté expreso en la superficie del relato, aquellas familias rotas de los
años
de posguerra (un niño huérfano, una mujer viuda), al tiempo que un estilo
transparente,
casi de crónica, centra la atención del lector sobre los contenidos
antes
que sobre su expresión formal.
“El olor de las pringadas llega hasta
la calle. Miguel lo sabe porque
cuando
pasaban las comadres hacia la churrería lo confirmaban. “Ya está
Adela
friendo las pringadas”. El tono no tomaba partido, sólo narraba el
hecho
como era. A veces, eso sí, alguna aventuraba: “es una lástima, un niño
tan
pequeño y en esa casa solo”. Y Miguel no entendía: ¿acaso no eran dos?,
¿no
estaba la tía en el fogón?
–
Venga, venga, repasa un poco las lecciones.
El
niño sacaba la libreta y la cartilla, garabateaba las letras y estudia
la
tabla en medio de los pasos de la tía, que refriega los tazones y escurre la
sartén.
–
Hay que ser un hombre de provecho – le decía.”
Para consultar un
estudio sobre NOVELAS Y NOVELISTAS EXTREMEÑOS,
de Gregorio
Torres Nebrera, donde se analiza mi novela LAS CUATRO DE LA TARDE, ver:
No hay comentarios:
Publicar un comentario