domingo, 14 de diciembre de 2014

La narrativa de posguerra en Extremadura

Ver texto completo en:
(pg. 10047-1096. Tomo II, 2014)
SIMÓN VIOLA MORATO
Doctor en Filología Hispánica. UEx.
simonviola@gmail.com

(Fragmento. Pgs. 1061-1062)
Un relato de Moisés Cayetano Rosado, Las moscas
(premio “Felipe Trigo” de 1985, publicado por la editorial Universitas en 1987)
puede ejemplificar la coexistencia del realismo social con otros enfoques
narrativos. Aunque contada en tercera persona por un narrador omnisciente,
nos encontramos ante una de las narraciones más fieles el modelo “canónico”
de narrativa social. En él se nos relata un día en la vida de dos seres desvalidos:
Miguel, el niño huérfano y apocado, sometido a la tiranía de un maestro déspota
y a las crueldades infantiles, y la tía Adela, la mujer viuda que lo ha recogido.
La reducción temporal (un día) y espacial (la casa, la panadería, la escuela)
permite vislumbrar la atonía de días repetidos similares al que se nos narra, en
que, por lo demás, tampoco “sucede nada” (una ausencia de episodios novelescos
obligada en bien de la verosimilitud, pues de lo que se trata es de reflejar
la vida rutinaria de unos seres insignificantes en un entorno real). El carácter
huraño de la mujer y pusilánime del niño queda reflejado en unos diálogos que
trazan, sin otros apoyos, el perfil de los personajes, en los que se adivina,
aunque no esté expreso en la superficie del relato, aquellas familias rotas de los
años de posguerra (un niño huérfano, una mujer viuda), al tiempo que un estilo
transparente, casi de crónica, centra la atención del lector sobre los contenidos
antes que sobre su expresión formal.
 “El olor de las pringadas llega hasta la calle. Miguel lo sabe porque
cuando pasaban las comadres hacia la churrería lo confirmaban. “Ya está
Adela friendo las pringadas”. El tono no tomaba partido, sólo narraba el
hecho como era. A veces, eso sí, alguna aventuraba: “es una lástima, un niño
tan pequeño y en esa casa solo”. Y Miguel no entendía: ¿acaso no eran dos?,
¿no estaba la tía en el fogón?
– Venga, venga, repasa un poco las lecciones.
El niño sacaba la libreta y la cartilla, garabateaba las letras y estudia
la tabla en medio de los pasos de la tía, que refriega los tazones y escurre la
sartén.
– Hay que ser un hombre de provecho – le decía.”
Para consultar un estudio sobre NOVELAS Y NOVELISTAS EXTREMEÑOS,
de Gregorio Torres Nebrera, donde se analiza mi novela LAS CUATRO DE LA TARDE, ver:

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