Una larga excursión
transfronteriza.
CORREDOR DE
INVASIÓN MADRID-LISBOA: TESORO FORTIFICADO DE LA RAYA
Moisés Cayetano
Rosado
Las sucesivas guerras de la Edad Moderna
convirtieron la Raya, en la línea de
invasión Madrid-Lisboa, en una sucesión
de “escudos abaluartados”, que ya en la Baja Edad Media tuvo una importante implantación de fortalezas
góticos, de defensa activa.
Este corredor, este inmenso valle del Guadiana
fronterizo, que se prolonga por la planicie alentejana hasta Setúbal-Lisboa,
presenta en la parte española una
importante población que fue sucesivamente fortificada desde su fundación
islámica: Badajoz. A lo largo de los
siglos XVII, XVIII y XIX completaría unas defensas artilladas y abaluartadas.
Al norte estaba auxiliada por Alburquerque,
e inmediatamente al sur por su poblado efímero de Telena; fortaleza esencialmente bajomedieval la primera y del siglo
XVII la segunda.
ESCUDOS
SUCESIVOS.
Pero el “embudo de contención” alentejano
superaría con creces estas construcciones de defensa e impulso a la
infiltración, teniendo ante Badajoz una inmediata
tenaza primero de fortalezas medievales y después revestidas de
abaluartadas, con enorme despliegue técnico:
Campo Maior al norte, Elvas al centro y Olivença al sur. Vanguardia
fortificada de impresionante alarde bélico y extraordinaria belleza monumental
mirándolo como legado histórico.
A esta línea de inmediato choque le sucede como
una primera e inmediata retaguardia
otro conjunto donde igualmente lo medieval ha sido revestido a partir de la
Guerra de Restauração de 1640-1668: Arronches
más al norte de Campo Maior; Ouguela
en el norte inmediato, y Juromenha a
espaldas de Olivenza, a orillas del Guadiana.
Estrechándose ese “tubo de embudo”,
internándose hacia el inmenso llano alentejano que lleva cómodamente hacia
Lisboa, una segunda, casi horizontal
línea de retaguardia: Vila Viçosa, Estremoz y Évora. Otra vez más lo
medieval se reviste de abaluartado, y -como los anteriores- protagonizan
importantes confrontaciones entre portugueses y alentejanos, con sus
respectivos aliados, ingleses y franceses en la Edad Moderna, tras las guerras
de frontera anteriores ante las conquista a los musulmanes.
De todo ello nos ha quedado un patrimonio artístico-monumental
verdaderamente extraordinario, único; testimonio singular de una prolongada
época de lucha fronteriza, en muy buena parte preservado en cuanto a su
integridad y autenticidad. Digno de contemplarse, “leerse”, disfrutarse en
serie.
RECORRIDO
POR LAS LÍNEAS DE CHOQUE Y CONTENCIÓN.
Partir
de Alburquerque, con su incomparable castillo roquero
del siglo XV y sus redientes artillados del siglo XVIII (sin olvidar su barrio
gótico) para dirigirse a Arronches,
que conserva gran parte de la muralla abaluartada iniciada en el siglo XVII, es
un buen comienzo. No falta en el camino muestras interesantes de pintura
esquemática rupestre, como en sus cascos históricos un notable patrimonio
arquitectónico religioso.
De
Arronches podemos bajar a Ouguela, deliciosa
y mínima población de apenas 50 habitantes que sorprende por su fortaleza
medieval artillada y complementos abaluartados, con enorme cisterna en el patio
de armas y envidiables vistas alrededor, que rivalizan con las de Alburquerque,
visible desde allí.
Una decena de kilómetros más abajo: Campo Maior, conjunto medieval, renacentista y moderno extraordinario
en cuanto al patrimonio militar, civil y religioso, complementado con sus
museos etnográficos e industriales.
El
paseo desde allá nos lleva a Badajoz, a
dieciséis kilómetros, distancia que prácticamente no hemos superado en los
anteriores recorridos con parada. El tesoro de esta ciudad, la mayor de su
entorno, con más de 150.000 habitantes, es de sugerente complejidad: desde su
alcazaba musulmana hasta su Museo de Arte Contemporáneo ubicado donde estuvo -y
fue lamentablemente destruido- el Fuerte de Pardaleras, recorremos todo el arte
y la historia cuando menos de los siglos X al XXI.
Al
sur, la Olivenza española (Olivença portuguesa), que une a
su patrimonio fortificado neurobalístico y pirobalístico -como las demás- su
riquísimo y variado patrimonio monumental y urbano, así como un Museo Etnográfico
de los más completos que podamos contemplar.
El “plato fuerte” puede que lo detente la siguiente parada: Elvas, con uno de
los conjuntos de fortificaciones abaluartadas y sus complementos más grandiosos
e íntegros del mundo, enriquecidos por dos cercas islámicas y otra más
bajomedieval, en parte conservadas (y coronadas por su castillo, primer
Monumento Nacional clasificado en Portugal, en 1906), así como un conjunto de
iglesias donde la riqueza gótica, manuelina y barroca se muestra con
generosidad.
Estas poblaciones de primera
línea geográfica en la Raya, que exigen parada y fonda en su amplia y sugerente
oferta de estancia y gastronomía, se completa con Juromenha -en la “cola” impresionante del Barragem (embalse) de Alqueva,
apenas una decena de kilómetros debajo de Elvas, cuyas murallas musulmanas en
adobe quedan amparadas por un inmenso fuerte abaluartado que eleva sus murallas
en el cerro a orillas del Guadiana, ofreciendo una estampa llena de grandeza.
Y ya internándonos
en la planicie, defendiendo el camino de Lisboa, tres sucesivas maquinarias
defensivas, a punto también para la ofensiva de contraataque: Vila Viçosa, a la que el viajero puede
acceder desde Juromenha sin necesidad de volver a la carretera principal. La
ciudad es un libro abierto de arte y de historia, bajo el signo principal de
los duques de Bragança, no solo por su Palacio Ducal incomparable, sino también
por su castillo artillado del siglo XVI, imponente, a un lado de su fortificación
medieval, y revestido de tenazas, más hornabeque interior.
Enseguida:
Estremoz, magnífico en su Torre del Homenaje, donde vivieron
el rey D. Dinis y la reina Dña. Isabel, extraordinario en su cerca abaluartada
y único en su mercado de los sábados en la espaciosa plaza principal, donde las
antigüedades se alternan con productos artesanales y hortofrutícolas de los
propios productores.
Para
terminar, cerrando la “flecha abaluartada” del corredor de
invasión Madrid-Lisboa: Évora,
Patrimonio de la Humanidad, como también lo es Elvas, y como ella con
extraordinario acueducto, obra esencial de los hermanos Arruda, del siglo XVI,
que igualmente intervendrían en el castillo artillado de Vila Viçosa o el de
Evoramonte, en el camino entre ambas poblaciones. Ciudad-museo, como habríamos de calificar a Elvas y Vila Viçosa, y como
todas las demás testigo esencial de la historia fronteriza desde las correrías
de Geraldo Sem Pavor (a quien recuerda en su escudo), del siglo XII, hasta últimas confrontaciones en las invasiones
napoleónicas, siete siglos después.
Tesoro
en serie inigualable de la Raya, testimonio y ejemplo de
conjuntos urbanos fortificados que ejemplifican el desarrollo tecnológico e
ilustran etapas esenciales de la Baja Edad Media y de la Edad Moderna. Patrimonio indiscutible de la Humanidad.
Recreo artístico-monumental para las generaciones actuales y para las
venideras.
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