BADAJOZ, PUNTA
DE LANZA EN LOS CONFLICTOS PENINSULARES
(Publicación
revista en la Revista de Carnavales del Ayuntamiento de Badajoz, con pequeña
introducción alusiva a la fecha festiva)
MOISÉS
CAYETANO ROSADO
Si la Alcazaba es la herencia patrimonial de un
Medievo en que lo islámico nos marcó, coronando el Cerro de la Muela, primer
asentamiento de lo que luego sería Badajoz, el recinto abaluartado iría
conformándose sobre la cerca antigua, de la Baja Edad Media y principios de la
Moderna, recortada en los tramos expuestos peligrosamente a las baterías
artilleras del enemigo a partir de los conflictos del siglo XVII.
No obstante, las primeras defensas artilleras
van a levantarse fuera de la Cerca medieval, al otro lado del río, en la orilla
derecha, lugar directo de acceso desde las poblaciones portuguesas vecinas:
Elvas y Campo Maior. Y así, a poco de comenzar la Guerra de Restauração Portuguesa (1640-1668), se interpondrán los
“escudos” del Fuerte de San Cristóbal y el hornabeque de la Cabeza del Puente
de Palmas, unidos ambos por camino cubierto del fuego enemigo. Éste último ha
desaparecido, devorado por la expansión urbanística, pero las otras dos
construcciones monumentales se mantienen íntegramente en todos sus elementos
exteriores de murallas, fosos, parapetos y glacis, de extraordinaria factura
técnica y belleza artística.
También se reforzaron algunas murallas
medievales entonces, con pequeños baluartes y medias lunas, así como un reducto
en forma de corona en lo que luego, en el siglo XVIII, sería el Fuerte de
Pardaleras, posteriormente desaparecido y hoy convertido ese espacio en Museo
de Arte Contemporáneo.
En el siglo XVIII se va conformando todo el
caparazón abaluartado de la ciudad, con sus baluartes, fosos, revellines,
medias lunas, glacis… y fuertes de la Picuriña y de San Roque. Algo que
terminará de perfeccionarse a comienzos del siglo XIX, si bien a lo largo del
siglo XX se perderán algunos valiosos componentes, devorados por el crecimiento
de la ciudad y la poca valoración de sus elementos patrimoniales históricos,
que a mediados de los años treinta y de los años sesenta tuvo los dos momentos
de mayor actuación destructiva.
Aun así, hoy podemos recorrer buena parte no
solo de la Alcazaba musulmana (bien restaurada en la actualidad) sino de la
fortificación abaluartada, a pesar de esa obsesión urbanística por “ocupar
huecos”, habiéndose colmatado espacios muy significativos tanto del interior de
los baluartes como de los glacis exteriores e incluso fosos, revellines, caminos
cubiertos, etc.
Y es que Badajoz -como ya he dicho- ha sido
siempre una importante punta de lanza en los conflictos, especialmente los
peninsulares de la Edad Moderna, que han conformado su fisonomía urbana, por
mucho que algunos hayan intentado borrar esta seña extraordinaria de identidad.
Si enfrente tuvimos eficaces y sucesivos
“escudos” portugueses dificultando la penetración, del lado español apenas si
se contaba con los refuerzos de Alburquerque en el norte y la desaparecida
villa de Telena al sur en la línea directa de invasión Madrid-Lisboa, lo que le
otorgaba un papel crucial y preponderante.
Del “otro lado” podemos contabilizar tres
eficaces barreras sucesivas: una primera de vanguardia formada por Campo Maior,
Elvas y Olivença (entonces portuguesa), de norte a sur; una inmediata
retaguardia conformada por Arronches, Ouguela y Juromenha, amparando a las
anteriores, y otra segunda retaguardia artillada que integraban Vila Viçosa,
Estremoz y Évora, siempre dispuestas eficazmente al auxilio.
Bueno será anotarlo para “perderse” en este
legado envidiable, Patrimonio de la Humanidad, aunque por ahora únicamente
Elvas ostente el preciado galardón de la UNESCO.
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