viernes, 18 de septiembre de 2015

VIAJE A ESLOVENIA, CROACIA, BOSNIA Y HERZEGOVINA, LA EXYUGOSLAVIA OCCIDENTAL (I)

DE LA PENÍNSULA DE ISTRIA AL VERDOR RESPLANDECIENTE DE ESLOVENIA
Moisés Cayetano Rosado 
Cuando llegas al aeropuerto de Pula, en la occidental península croata de Istria, te sorprende el verdor de los campos, a pesar de haber pasado por ellos todo el quemante verano. Ese verdor nos acompañará por todo el espacio occidental de la antigua Yugoslavia, que hoy conforman los países independientes de Eslovenia (punta noroccidental), Croacia (formando un arco por el norte  y oeste, que deja arriba al anterior, y a oriente los territorios serbios, bosnios, herzegovinos y montenegrinos, de arriba abajo) y Bosnia y Herzegovina (en el centro occidental). Por ellos vamos a transitar y ofrecer su sugestiva presencia en 5 entregas.
Me llamó la atención la ciudad donde primero pernoctamos: Rijeka. Ciudad portuaria, encajada entre montes que corta el río Rjecina, dando lugar a una ciudad escalonada en laderas y majestuosa en las orillas de los canales que forma el cauce internándose en el mar. Buen porte en las edificaciones palaciegas con influencia del barroco y modernismo austríaco, vigilando el conjunto un portentoso y estratégico castillo roquero medieval.
De allí pasamos a Eslovenia. ¡Más verdor todavía! Mayor evidencia de lo que todo el conjunto es en cuanto a subsuelo: roca caliza, plegada y levantada por las fuerzas orogénicas, que dejan en su interior magníficas cuevas kársticas. Aquí tienen su máximo exponente en la de Postojnska Jama, al suroeste del país. Veintiún kilómetros de galerías, túneles y extraordinarias e inmensas salas, con todo tipo de estalactitas, estalagmitas, columnas, formaciones caprichosas, gigantescas… y un goteo constante de agua carbonatada que sigue formando el lento paisaje pétreo interior.
La inmensidad de la cavidad obliga a realizar un recorrido hasta su corazón en trenecito eléctrico, algo inusual en las visitas a cuevas de este tipo, que añade un elemento pintoresco a la visita y es una introducción a sus tesoros centrales, al tiempo que un “sobrecogedor viaje”: a veces parece que vamos a estrellarnos en sus estrechos pasadizos, ajustados a la anchura del tren, que en altura deja muy poco espacio entre el techo rocoso y nuestras cabezas.
Un breve traslado nos lleva hasta la capital del país: Ljubljana, a la que su río Ljubljanica también divide en dos mitades, formando un extraordinario meandro para rodear un respetable montículo en que se asienta el castillo que preside la ciudad, totalmente restaurado, roquero, esbelto, medieval como el anterior.
Ljubljana, que significa “amada”, se hace querer por la elegancia de su monumentalidad barroca y de art nouveau en sus edificaciones centrales, formando en su trama un arco -como el río- en el contorno occidental del castillo, a ambas orillas.
Generosa en puentes que comunican ambas lados del cauce, presenta un “paso triple” en la zona central de la población: tres puentes peatonales desde los que casi se puede uno dar la mano por encima de las balaustradas marmóreas con el paseante del contiguo. En la orilla izquierda dejamos la monumental Iglesia franciscana y a la izquierda tenemos la aún más portentosa catedral: magnífico derroche barroco arquitectónico, escultórico y frescos gigantescos, que se continúa en los palacios de sus alrededores, de calles amplias y plazoletas con esculturas conmemorativas en bronce y mármol.

Tras la visita, recorriendo los fantásticos valles orientales de Eslovenia, llegaremos a Zagreb, la capital de Croacia, otro regalo más para todos los sentidos.
Moisés Cayetano Rosado

2 comentarios:

  1. Jope, amigo, cuando sea mayor quiero hacer un viaje como este,...envidia sana y enhorabuena y gracias por transmitir impresiones y vivencias.

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