VIAJE A ESLOVENIA, CROACIA,
BOSNIA Y HERZEGOVINA, LA EXYUGOSLAVIA OCCIDENTAL (I)
DE LA PENÍNSULA
DE ISTRIA AL VERDOR RESPLANDECIENTE DE ESLOVENIA
Moisés Cayetano Rosado
Cuando llegas al aeropuerto de Pula, en la
occidental península croata de Istria, te
sorprende el verdor de los campos, a pesar de haber pasado por ellos todo el
quemante verano. Ese verdor nos acompañará por todo el espacio occidental
de la antigua Yugoslavia, que hoy conforman los países independientes de
Eslovenia (punta noroccidental), Croacia (formando un arco por el norte y oeste, que deja arriba al anterior, y a oriente
los territorios serbios, bosnios, herzegovinos y montenegrinos, de arriba
abajo) y Bosnia y Herzegovina (en el centro occidental). Por ellos vamos a
transitar y ofrecer su sugestiva presencia en 5 entregas.
Me llamó la atención la ciudad donde primero
pernoctamos: Rijeka. Ciudad
portuaria, encajada entre montes que corta el río Rjecina, dando lugar a una
ciudad escalonada en laderas y majestuosa en las orillas de los canales que
forma el cauce internándose en el mar. Buen porte en las edificaciones palaciegas con influencia del barroco y modernismo
austríaco, vigilando el conjunto un portentoso y estratégico castillo roquero
medieval.
De allí pasamos a Eslovenia. ¡Más verdor todavía! Mayor evidencia de lo que todo el
conjunto es en cuanto a subsuelo: roca caliza, plegada y levantada por las
fuerzas orogénicas, que dejan en su interior magníficas cuevas kársticas. Aquí tienen su máximo exponente en la de Postojnska Jama, al suroeste del país.
Veintiún kilómetros de galerías, túneles y extraordinarias e inmensas salas,
con todo tipo de estalactitas, estalagmitas, columnas, formaciones caprichosas,
gigantescas… y un goteo constante de agua carbonatada que sigue formando el
lento paisaje pétreo interior.
La
inmensidad de la cavidad obliga a realizar un recorrido hasta su corazón en
trenecito eléctrico, algo inusual en las visitas a cuevas
de este tipo, que añade un elemento pintoresco a la visita y es una introducción
a sus tesoros centrales, al tiempo que un “sobrecogedor viaje”: a veces parece
que vamos a estrellarnos en sus estrechos pasadizos, ajustados a la anchura del
tren, que en altura deja muy poco espacio entre el techo rocoso y nuestras
cabezas.
Un breve traslado nos lleva hasta la capital del país: Ljubljana, a la
que su río Ljubljanica también divide en
dos mitades, formando un extraordinario meandro para rodear un respetable
montículo en que se asienta el castillo
que preside la ciudad, totalmente restaurado, roquero, esbelto, medieval
como el anterior.
Ljubljana, que significa “amada”, se hace
querer por la elegancia de su
monumentalidad barroca y de art nouveau en sus edificaciones centrales, formando
en su trama un arco -como el río- en el contorno occidental del castillo, a
ambas orillas.
Generosa
en puentes que comunican ambas lados del cauce, presenta un “paso triple” en la
zona central de la población: tres puentes peatonales
desde los que casi se puede uno dar la mano por encima de las balaustradas
marmóreas con el paseante del contiguo. En la orilla izquierda dejamos la monumental Iglesia franciscana y a la
izquierda tenemos la aún más portentosa
catedral: magnífico derroche barroco arquitectónico, escultórico y frescos
gigantescos, que se continúa en los palacios de sus alrededores, de calles
amplias y plazoletas con esculturas conmemorativas en bronce y mármol.
Tras la visita, recorriendo los fantásticos
valles orientales de Eslovenia, llegaremos a Zagreb, la capital de Croacia,
otro regalo más para todos los sentidos.
Moisés Cayetano Rosado
Jope, amigo, cuando sea mayor quiero hacer un viaje como este,...envidia sana y enhorabuena y gracias por transmitir impresiones y vivencias.
ResponderEliminarNo es mal viaje, así que ve pensándolo...
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