LOS
BISNIETOS DE LAS VÍCTIMAS
Moisés Cayetano Rosado
A finales de los años
sesenta del siglo pasado, en la tertulia
literaria de Esperanza Segura (uno de los pocos oasis de cultura y libertad
que había en Extremadura por aquella época), recité un poema dedicado a mi
abuelo, asesinado por los sublevados
fascistas en el verano de 1936.
Una década después, el activista y escritor Carlos Espada
publicaba su libro de narraciones “Tres en uno” en Universitas Editorial (1979),
donde escribía: Un día apareció un joven
maestro de La Roca de la Sierra, Moisés Cayetano, y al recitar un poema sobre
la guerra civil española citaba a su abuelo. Andrés se dio cuenta del tiempo
tan largo que había transcurrido desde aquel agosto de 1936; ya no hablaban los
jóvenes de padres-víctimas sino de abuelos-víctimas (pg 88).
Ahora, asisto a un Acto Cívico emotivo, valeroso,
ejemplar, en Valverde de Mérida. Homenaje a Pedro Sánchez Alcón, asesinado el
11 de septiembre de 1936 por los rebeldes
franquistas, cuyo cuerpo fue dejado al borde de una encrucijada de caminos en
las proximidades de su pueblo; allí, precipitada y “clandestinamente”, le
enterrarían sus tres nueras: los hijos estaban huidos, y en represalia había
sido asesinado el padre.
Tras muchas luchas,
grandes sinsabores, incomprensiones y lacerantes desatenciones, ¡setenta y
nueve años después! se procedió a su exhumación, con un magnífico y altruista trabajo arqueológico dirigido por Silvia Herrero.
Y unos meses más tarde, ahora, se ha procedido a rendirle este homenaje y
trasladar sus restos al cementerio del pueblo, con el apoyo y colaboración de la Asociación Recuperación Memoria Histórica de Santa Amalia y la
Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica de Extremadura (Armhex),
cuyos presidentes respectivos (Pedro Díaz y José Manuel Corbacho) intervinieron
en el acto, así como el coordinador del Proyecto
para la Recuperación de la Memoria Histórica, Cayetano Ibarra, más diversas
actuaciones musicales de la violonchelista
Carmen Benito de Tena.
Pero la organización de estos actos en la Casa
de la Cultura y el enterramiento ha sido fundamentalmente organizado por los
familiares de Pedro Sánchez Alcón, y en
especial por Rocío Sánchez Sauceda: ¡su bisnieta!, cuyo intervención en el
homenaje fue de una brillante admirable.
¡Ya no hablaban los
jóvenes de padres-víctimas, ni de abuelos-víctimas, sino también de
bisabuelos-víctimas!, añorado amigo Carlos
Espada. ¡Y qué bisnieta! Con cuanta entereza, tesón, dignidad, firmeza, se ha
condujo a lo largo de los años para conseguir el justo recuerdo que ahora se le
ha tributado a su bisabuelo, y con él a todos los que fueron tan horrible e
injustamente maltratados por el terror, la sinrazón y el más salvaje de los
cainismos.
Pero en este
extraordinario y sencillo acto se puso de manifiesto lo que tantos sabemos y
muchos quieren ignorar:
- Que aún quedan miles de asesinados en fosas y
cunetas golpeando las conciencias de un pueblo en el que algunos quieren
olvidar lo que pasó, con la propuesta de “no abrir viejas heridas”.
- Y que precisamente por esto, por el olvido,
la ignorancia y la falta de al menos esa mínima reparación de descubrirlos y
homenajearlos con dignidad, “siguen
abiertas las heridas”, que con este tipo de actuaciones queremos cerrar.
De hijos a nietos, y ahora a bisnietos, está pasando
la alcuza que ilumina el difícil camino del reconocimiento y el descanso
definitivo de los que andan perdidos en la
niebla de los campos, donde fueron asesinados cuando buscaban un mundo de
justicia y libertad.
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