PERDEDORES QUE
GANAN
Moisés
Cayetano Rosado
He leído tantas veces “El coronel no tiene
quien le escriba”, de Gabriel García Márquez, que si no fuera por mi caótica
memoria me la sabría de la primera a la última frase. Desde El coronel destapó el tarro del café
y comprobó que no había más de una cucharadita con
que comienza, hasta Mierda, con lo
que acaba, ante la pregunta de su mujer sobre qué iban a comer en el futuro.
Se trata de una obra que todos
deberíamos leer al menos cada vez que nos sorprendemos con lo que las
cuestiones políticas nos echan encima. Sobre la basura y la mezquindad con que
muchos profesionales del cuentismo nos regalan.
Y la deberíamos leer para eso, para no
sorprendernos. Para saber y comprender que no hay nada nuevo bajo el sol, ni aquí
ni allá, a un lado y otro de los mares.
El coronel ha luchado en las guerras
civiles. Ha dado su juventud, su arrojo. Ha arriesgado su vida. Y con la paz, a
pesar del alto grado que ganó en las batallas, se verá arrinconado en un pueblo
miserable donde llueve y llueve sin cesar, donde se aísla, lo aíslan, lo
olvidan, porque los vencedores no han sido los que arriesgaron el pellejo cada
día de la refriega, sino los que luego llegaron con sus corbatas, sus zapatos
lustrosos, sus palabras medidas, contenidas, sus moquetas y sus negociaciones.
Espera cada día en el correo la
notificación de su pensión, que nunca llega, en tanto ve cómo prospera su
compadre don Sabas, que le acompañó “militantemente” en su momento de fulgor,
pero que supo acomodarse, acompasarse, infiltrarse en los medios del poder. Y
es tan miserable este nuevo rico, amasador de fortuna a la sombra de quien
manda, que hasta el gallo de pelea que el coronel quiere venderle para no
seguir fustigado por el hambre plantea comprarlo a precio de saldo, sabiendo su
penuria.
Sí, esta novela corta, de apenas
cincuenta páginas en formato bolsillo, que se lee en un par de horas, y puede
bajar cualquiera de internet sin traba alguna, nos reconfirma en lo que
deberíamos saber: hay perdedores que siempre lo serán (a la memoria me vienen
los Capitães de Abril, que en 1974 se
jugaron el tipo en Portugal para acabar con las horribles guerras coloniales y
la dictadura salazarista, siendo luego relegados al olvido unos, a la represión
otros y al exilio alguno más, aparte de los que fueron a la cárcel, por los que
con las “manos limpias” se pusieron a reorganizar el país a su acomodo).
Y hay otros “perdedores” que eternamente
ganarán, porque saben darle la vuelta a la tortilla, o colocarse ellos del lado
de la tortilla que ya está bien cuajada. Sí, esos incombustibles que ven como
otros se queman y achicharran, pero ellos quedan a la sombra de la barbacoa,
comiendo los pinchitos que los más esforzados asaron para que ellos disfrutaran
con todo su cinismo, su falta de escrúpulos y su profesionalidad de
“bienintencionados” que… dicen trabajar para el bienestar de los demás. De
estos, en nuestra “piel de toro ibérica” y “tierra extrema y dura de castúos”
hay más que lombrices y cardos borriqueros.
¡Lean “El coronel no tiene quien le
escriba” y no sigan creyendo en la caterva horrible de los oportunistas!
(Posdata: ahora muchos serán más “pedrosanchistas” que ninguno)
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