ALONSO
BARRENA MORENO: ENTRE LA SENCILLEZ Y LA EJEMPLARIDAD.
Autor. Alonso
Barrena Moreno. Edición al cuidado de Rafael Navas Bohórquez.
Edita: Ayuntamiento
de Ahillones y Diputación de Badajoz. Badajoz, 2018. 346 páginas.
Dentro de los muchos libros de memorias que
giran alrededor de la Guerra Civil española y la larga postguerra -y que
afortunadamente se están rescatando gracias a la labor de instituciones como la
Diputación de Badajoz y ayuntamientos de origen de los protagonista-, algunos
destacan por su especial fuerza, tensión sostenida en la narración, rigor y
emotividad.
Este es el caso de Autobiografía. Memorias y comentarios de Alonso Barrena Moreno (1907 al
1997), que ha revisado, enriquecido con múltiples documentos fotográficos
del autor, personajes y lugares de la época central del relato (Guerra Civil
española), con una pulcritud elogiable, Rafael Navas Bohórquez, sevillano
comprometido con Ahillones y la recuperación de la Memoria Histórica.
El libro, tras unas breves líneas aclaratorias
del alcalde de Ahillones (Rosendo Durán Barragán), del propio editor (Rafael
Navas Bohórquez) y del autor (Alonso Barrena Moreno), escritas poco antes de su
muerte, se divide en cuatro capítulos o “etapas”.
En el primero -muy breve, de una decena de páginas-
nos ofrece una ligera visión de su lugar de nacimiento, las penosas
circunstancias socio-económicas de los trabajadores sin tierra como él y su
familia, hasta su licenciamiento del servicio militar obligatorio, con 23 años.
El segundo, pasa someramente sobre las
ilusiones de la II República, para centrarse a continuación en la Guerra Civil,
hasta la derrota a finales de marzo de 1939. Capítulo vibrante donde va
relatando de una manera amena, con una naturalidad admirable, todas las
penalidades de la guerra, en el frente y en la retaguardia; su incorporación
voluntaria como soldado, pero que enseguida cambiará por el grado de sargento,
al haber terminado el servicio militar como cabo; sus esfuerzos por obtener y
perfeccionar una cultura general y a la vez específicamente milita, que
sirviera para una mayor utilidad a la causa de la República agredida por la
traición de militares de carrera apoyados por los sectores más reaccionarios de
la sociedad civil y eclesiástica; sus cursos académicos militares
entremezclados con actuaciones en los frentes de batalla, hasta alcanzar el
grado de capitán; su… aspiración de que todo acabara con el triunfo de las
fuerzas progresistas para volver al pueblo y seguir su trabajo de campesino sin
tierras pero soñando con el trabajo colectivista sin explotadores; la amargura
de la derrota, acabando -como tantos- en el puerto de Alicante… donde no
consiguió embarcar y terminaría prisionero de los vencedores, en tanto muestra
su amargura por la entrega incondicional a los “nacionales” de lo que él
denomina la “mal llamada Junta de Defensa” (pág. 177).
A lo largo de la contienda, Alonso Barrena
había dado el paso de afiliarse al partido comunista, dejando su primera
militancia socialista, y en él permanecerá hasta su fallecimiento a los noventa
años de edad. Son, las más de ciento cincuenta páginas de este capítulo, muy
esclarecedoras de las fatigas de los defensores de base de la República; de sus
ilusiones y derrotas; de las esperanzas que se iban frustrando tanto en cuanto
a la cohesión interna de las fuerzas republicanas como al apoyo internacional.
Denuncia lo raquítico y finalmente inexistente de éste último, en tanto Franco
tuvo unidad interior y a Hitler y Mussolini como esenciales colaboradores hasta
el último momento.
El tercer capítulo resulta el más desgarrador.
El que revela el sufrimiento inmenso de los perdedores. Su terrible aventura de
torturas, hambre inmensa no saciada ni una sola vez en más de seis años de
cautiverio, frío intenso en el invierno “combatido” con los más míseros harapos
nunca renovados, y el calor de los veranos insufribles. El Campo de
Concentración de Los Almendros y de Albatera en Alicante, primero; el de
Porta-Coeli (¡Puerta del Cielo!), en Valencia, a continuación; el “Picadero”,
de Badajoz, aún sin procesamiento; el de Santo Domingo, en Mérida, donde sería
procesado y condenado a 30 años de cárcel, en uno de aquellos juicios
sumarísimos y sin ninguna garantía ni posibilidades de defensa, que a otros
compañeros llevaron a la pena capital, ejecutada noche tras noche; su traslado
a Santander y luego a Oviedo para cumplir condena por “rebelión”… y por fin su
libertad provisional el 19 de diciembre de 1945 y vuelta a Ahillones, que le
frustra: “hacía cerca de diez años que faltaba de allí, e incluso hasta las
cosas me parecían más pequeñas, ¡aquello tenía un aspecto desolador!” (pág.
326).
El cuarto capítulo vuelve a ser breve, doce
páginas (a las que siguen la transcripción de unas cartas de amistad ya de los
años ochenta). Nos da cuenta de su incorporación al trabajo campesino,
“penosísimo” (pág. 330), en el que conoció a la que sería su mujer, Ana Rico
Murillo; las penurias económicas, las dificultades sociales, y al final su
marcha a la población navarra de Alsasua (primeros años cincuenta), en donde se
enraíza y finalmente acaba sus días, junto a su mujer, en una Residencia de
Mayores de la Seguridad Social: reconoce ser su etapa más serena y feliz, casi
cercana al ideal comunista de igualdad de todos los habitantes de la misma,
algo que continuará soñando hasta el final: “construir esa clase de Sociedad
sin clases de máxima Igualdad (posible), verdadera Libertad, Fraternidad y
Justicia Social (pág. 337).
Al principio, el autor nos había hecho esta
advertencia: “no se crea el lector que va a leer la biografía de un gran
personaje, ni mucho menos, sino la historia de un sencillo obrero del pueblo
llano, de muy escasa cultura, contada por él mismo” (pág. 13). Y, sin embargo,
este extraordinario hombre del Pueblo, que continuamente se esforzó en
instruirse y formarse, que siempre actuó con firmeza y dignidad, nos ofrece una
obra propia de los Grandes de verdad, un testimonio muy bien escrito; plagado
de datos, nombres, situaciones y descripciones de precisión admirables; lleno
de esa grandeza de los que saben alzarse desde la sencillez a la rotundidad del
ejemplo para todos.
MOISÉS
CAYETANO ROSADO
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