VIVIR POR ENCIMA DE NUESTRAS
POSIBILIDADES
Moisés Cayetano Rosado
A menudo oímos: Hemos vivido por encima de nuestras posibilidades. Y muchas veces,
el que lo sentencia piensa: Habéis vivido
por encima de vuestras posibilidades, excluyéndose.
Sin embargo, pienso que sería más correcto
decir: Han vivido por encima de nuestras
posibilidades. Sí, son muchos los banqueros que han vivido así; muchos los
promotores inmobiliarios, los constructores de pisos, adosados, chalets,
urbanizaciones y otros negocios del “ladrillo”; los especuladores de uno y otro
lado; los creadores de ilusiones vanas que les dieron pingües beneficios; los
comisionistas; los “bolsistas” jugadores de fortunas. Esos que en gran parte
han sido generosamente rescatados, y siguen dándose la gran vida, en tanto los
embaucados han quedado con “el culo al aire”; al aire porque han sido
desalojados de sus casas que no pueden pagar, de sus empleos al hundirse las
empresas, de las esperanzas de futuro porque la negrura va para lustros cuando
menos.
Y entonces, como piensan que “se ha cometido
una falta grave, un pecado mortal”, hay que expiar la culpa. Y las
recomendaciones de sus sabios son sabiamente taxativas: aligeramiento del
personal laboral de las empresas, aumento de las jornadas de trabajo a los
empleados, disminución de los salarios, recorte de vacaciones, flexibilidad
para poder disponer de sus servicios o mandarlos fulminantemente a la calle;
congelación o aminoramiento de las pensiones de jubilación, retraso en la edad
de la misma; adelgazamiento de los presupuestos estatales para educación,
sanidad, servicios asistenciales, sociales y culturales, potenciando la
privatización de estas prestaciones esenciales; liberalización de precios y
horarios en todos los sectores…
No olvidan, claro, la demonización de la
representación sindical de los trabajadores, desmontando la acción colectiva a
favor de la actuación individualizada del “sálvese el que pueda”.
Una jugada envolvente en la que no falta el
meter miedo con “el peligro que viene del Oriente”, como siempre en la historia,
en que los bárbaros aparecían con el sol naciente y una nueva civilización que
destruía la nuestra: los chinos y japoneses, tan competitivos, que “van a
comernos por los pies”.
O sea que a callar. A tragar. A aguantar. A soportar. A resignarse con lo que nos manden
los que han hecho la jugada maestra de vivir
por encima de nuestras posibilidades y además echarnos la culpa de “los
platos rotos”, que ahora tenemos que pagar con intereses recrecidos.
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