LA CIUDAD-FORTALEZA DE PAMPLONA (I)
Moisés Cayetano Rosado
Cuando miras
el plano de Pamplona, te sorprende el tajo practicado a su Ciudadela -a ese
magnífico hexágono convertido ahora en “obra coronada”, al quedar en muñones
dos de sus baluartes, los que dan al Casco Antiguo-, así como el “barrido” de
buena parte de su amurallamiento, especialmente en el sur.
Luego lees a
Juan José Martinena Ruiz, especialista en esta Plaza Fuerte, y comienzas a
comprender. Una Real Orden -del año 1888- autorizó el derribo parcial de esos dos
baluartes de la Ciudadela y la inutilización de su foso interior, para
posibilitar la construcción del Primer Ensanche de la ciudad.
En 1905 otra Real Orden autorizó la reforma y
demolición parcial de algunos portales del recinto amurallado, con el fin de
dar mayor amplitud a los accesos a la ciudad, estrechos para nuevos carruajes y
automóviles.
Le sigue nueva autorización de derribo el 7 de Enero de
1915, comenzando -en medio del júbilo popular- el 25 de julio de aquel año, para
el Segundo Ensanche.
De ahí que pasemos de una poderosa y completa fortificación abaluartada
de mediados del siglo XVIII -procedente de continuas actuaciones iniciadas poco
antes de 1600- a este estado de mutilaciones (aunque ya desde
tiempos de Pompeyo -75 a 74 a.C.- Pamplona ha sido considerado como
un enclave estratégico para dominar los pasos desde Francia a través del
Pirineo Occidental hacia Aragón y La Rioja, por lo que, salvo en algunos
momentos concretos, ha estado siempre amurallada).
A pesar de estos atropellos, qué buen destino el actual de lo que queda.
La Ciudadela es un inmenso espacio libre, de glacis y de fosos preservados en
pradera e interior destinado a jardines, con antiguos edificios militares que
acogen hoy muestras de arte contemporáneo y de vanguardia. Y los revellines del norte y del oeste presentan un estado de rehabilitación ciertamente envidiable.
De ello hablaré en la próxima entrega.
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