TRAS LOS PASOS
DE GERALDO SEM PAVOR
MOISÉS
CAYETANO ROSADO
Como estamos siguiendo los pasos de Geraldo Sem Pavor, se nos puede
ver con frecuencia en Juromenha, que era su Cuartel General, y donde se refugió
tras fracasar en Badajoz. Pero ninguna conquista tan preciada como
Évora, antecedida de su fiel aliada territorial Evoramonte.
Por eso decidimos “tomar” la fortaleza medieval
de esta pequeña población de la Serra d’Ossa, subiendo desde su Ermita
de S. Sebastião hacia las bien trazadas murallas en forma triangular, que
defienden el caserío, y donde hubo un castillo que divisaba los amplios
alrededores, entre los que destacan Arraiolos, Estremoz y Évora: ahora se alza
el portentoso y renovado
castillo-palaciego artillado del siglo XVI, que es una de las obras
militares más sólidas de los prestigiosos arquitectos Diego y Fernando de Arruda,
a las órdenes de D.João III.
Recorrer el paseo de ronda de las murallas,
subir y bajar sus estrechas escaleras, divisar el amplio territorio dominado,
es un goce para todos los sentidos: amplias panorámicas, balar de ovejas de las
dehesas de sus alrededores, viento gratificante… Entrar y salir por sus tres
puertas principales, contemplando el conjunto, constituye un ejercicio de
precalentamiento aconsejable para lo que luego nos espera: el recorrido de
Geraldo Sem Pavor en la conquista de Évora
en 1165, siguiendo el trazado del
Acueducto de Água da Prata desde el Convento de San Bento de Castris (a 2’5
kms. del centro de la localidad) hasta la Praça de Giraldo, en ese centro
mismo.
San Bento de Castris es un cenobio cisterciense
femenino del S. XIII, situado en un pequeño montículo
que domina los alrededores y que constituye una avanzada atalaya de Évora.
Allí, según la leyenda, había una
torre-vigía en el siglo XII que utilizaban los musulmanes señores de la
zona para vigilar la indeseada presencia de cristianos. Pero Geraldo Sem Pavor
consiguió burlarla una noche que el moro encargado de la misma fue a dormir,
encargando del cuidado a su hija, que también se adormeció.
Geraldo
pudo sorprenderla escalando el muro y degollar
a ambos, tras lo cual hizo señales falsas a los soldados de Évora indicándoles
presencia de partidas cristianas por los alrededores, que ellos se apresuraron
a perseguir. Geraldo aprovechó la
confusión del momento para entrar en la ciudad y apoderarse de la misma.
Eso hicimos nosotros. Caminar desde San Bento,
siguiendo el portentoso acueducto (también de los hermanos Arruda) que nos
lleva hasta el Convento da Cartuxa, del siglo XVI, donde podemos contemplar una de
las fachas del Renacimiento tardío más espléndidas de Portugal, en mármol
de Estremoz. En sus alrededores, también el Acueducto es monumental, con su
grandeza bien trazada en quiebros que resaltan arcadas y cisternas de
decantación, ornamentales y armoniosas.
Unos cientos de metros más cerca aún, nos
encontramos con el Forte de S. António, del siglo XVII, que desempeñó un importante
papel en la Guerra de Restauração de ese mismo siglo y en las Invasiones
Francesas de comienzos del siglo XIX. Actualmente funciona como Seminario y
tuvimos la oportunidad de recorrerlo en su interior, amplísimo, algo decadente,
pero con cierto empeño por restaurarle su innegable valor monumental.
A continuación, el valle que nos acerca a la ciudad obliga a un levantamiento mayor de
las arcadas del Acueducto, que le da mayor grandeza. Lo atravesamos
siguiéndolo entre el caserío por la Rua do Cano, donde prosiguen las arcadas:
unas expeditas y otras aprovechadas como parte de la estructura de viviendas
que se han ido sirviendo de sus muros.
El sendero campestre se nos ha transformado en
urbano, y tenemos la oportunidad de contemplar la monumentalidad de Évora al paso del Acueducto que nos lleva a la
magnífica Praça do Giraldo: Templo romano del siglo I, Catedral del siglo
XIII, y más allá Convento da Gloria del siglo XVI e Iglesia de San Francisco,
medieval y grandiosa.
Todo un espectáculo que nos ha brindado Geraldo
Sem Pavor, pues al seguir sus pasos nos encontramos con toda esta riqueza que
sobrecoge y justifica el paseo.
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